Cuenta la historia que en 1969, un magnate mexicano amante del tenis llamado Enrique Corcuera tuvo un antojo: armarse una cancha propia en su fastuosa casa en Acapulco. Pero para evitar que la vegetación la invadiera y ponerle freno a la continua búsqueda de pelotitas hacia los fondos de la finca, ordenó la construcción de un muro a su alrededor. Al empezar a jugar, cayó en la cuenta de que las paredes no sólo evitaban las demoras, sino que dejaban “vivas” pelotas que ya estaban perdidas. Y así, azarosamente (como ha ocurrido con tantos inventos en la historia de la Humanidad), nació uno de los deportes más divertidos y apasionantes del mundo contemporáneo: el pádel.

Si bien visualmente tenis y pádel son parecidos entre sí, y hasta el sistema de puntuación es el mismo, con el paso del tiempo la disciplina fue tomando características propias y particulares: además de la presencia de las paredes “activas”, la raqueta fue reemplazada por una paleta (o pala) más pequeña, el inicio del juego se hizo desde abajo y las pelotas fueron confeccionadas con más presión para que rebotaran con más fuerza. Podría decirse que ambos deportes son primos hermanos: aunque luzcan similares, si se los mira bien son bastante distintos.

El deporte llegó con fuerza a la Argentina en los años noventa y protagonizó un auténtico boom: en Rosario se construyeron canchas de hormigón en todos los barrios, los profesores no daban abasto con las clases y encontrar un turno era misión imposible. Pero tan velozmente como llegó a su apogeo, la luz se apagó: unos años después, ya entrando en el siglo XXI, quienes lo habían elegido como actividad amateur se fueron hacia otras disciplinas (¿quizás por las lesiones de rodilla y otras articulaciones que provocaba jugar en superficies tan duras?), y los dueños de esas estructuras de cemento las reconvirtieron, en su gran mayoría, en otros emprendimientos.

A inicios de esta década, el devenir de la pandemia de Covid volvió a encender la chispa. “Yo creo que el nuevo auge del pádel se dio a partir de la pandemia, porque fue uno de los deportes que primero se autorizaron junto al golf. Muchos jugadores de otros deportes que jamás lo habían probado se volcaron a practicarlo y les gustó. Y hoy tenemos otra vez al deporte en auge: debe haber más o menos 2.000 jugadores federados en la ciudad”, dice Mónica Carey, la presidenta rosarina de la Asociación Santafesina de Pádel.

Su vicepresidente Cristian Aquino (dueño de dos complejos, ex jugador profesional y profesor), también rosarino, lo ratifica: “Hoy, otra vez, es muy difícil encontrar canchas disponibles. Hay más gente que quiere jugar que canchas libres: hace 35 años que estoy en el pádel y ni en la década del ’90 pasó esto. Hoy ponés un pádel y realmente es un negocio porque no das abasto. Y los profes tampoco”.

Aquino cuenta que “en Rosario hasta se están construyendo complejos nuevos en los alrededores, se está batiendo récords de inscriptos en todos los torneos, se venden muchas más paletas, pelotas, vestimenta; y hay un crecimiento económico tan grande que comenzaron a llegar inversionistas para entrar en el mundo del pádel”.

Sobre el porqué de la decadencia tras el esplendor noventoso, Aquino señaló: “Hubo mucha gente que se acercó al pádel porque estaba de moda, pero no lo valoraron ni pensaron en su crecimiento: en los ’90, cualquiera instalaba una cancha sin saber nada al respecto. Hoy estamos viendo que está todo más profesionalizado: las canchas son de césped sintético con blindex a su alrededor, que evitan las lesiones y le dan otra estética. Cambiaron las paletas y hasta las pelotas. Al mirarlo, en vivo o por televisión, te dan muchas ganas de jugar”.

Canchas como peceras

Los visitantes a los Juegos Suramericanos de la Juventud lo recordarán: en el Fan Fest montado sobre el Bulevar Oroño, una de las atracciones principales fue la pista de pádel rodeada de blindex. Y a fin de año pasado, se levantaron dos delante del Monumento para varias jornadas de un circuito profesional y otro paralelo de nivel amateur.

“Esas canchas se montan en un día y medio y se desmontan en el mismo tiempo. Y aunque no parezca, terminan siendo la opción más barata, porque si vos hacés una inversión, montás la cancha en un terreno y no te renuevan contrato, la levantás y te la llevás. Son canchas que se ensamblan”, graficó Aquino.

“El blindex es de 10 milímetros y no lo rompés con nada. Pasa, pero cada mucho tiempo, que se rompen y no por un golpe, sino porque está mal colocados. Las canchas se fabrican en el país y el costo ronda entre los 15.000 a los 30.000 dólares, según la calidad. Traen todo, incluidas alfombra y luces”, informó. De todos modos, no son las que abundan en Rosario. “Acá no hay tantas por una cuestión de disponibilidad de terreno y porque los grandes galpones están ocupados. En cambio, en Funes y Roldán hay más porque son lugares abiertos”, añadió.

Esa falta de canchas de blindex y césped sintético conspira contra el desarrollo de los deportistas federados. Según Mónica Carey, “la ciudad se debería aggiornar al pádel de hoy, porque en otras provincias la mayoría de las canchas sí son de blindex y césped, y cuando nuestros jugadores van a jugar torneos nacionales es como si jugaran a otro deporte”. De hecho, comentó que ya está en contacto con la Secretaría de Deportes para poder montar cuatro canchas de blindex para entrenamiento y para poder organizar torneos.

La cancha frente al Monumento en el Master de 2021.

Las lesiones, ¿mito o realidad?

Muchos ex jugadores de pádel en los esplendorosos ’90 aseguran que se fueron del deporte por las lesiones articulares (sobre todo de rodilla) que sufrían al moverse y trabarse en superficies de cemento. Pero quienes vienen motorizando su recuperación dicen que eso ya cambió.

“Lo habrán visto en la calle Oroño, en los Juegos: la pista ahora es de césped sintético, el mismo que se usa en las canchas de hockey. Tiene algo de arena, lo que hace que puedas deslizarte, y ya no te trabás más”, perjura Aquino.

El césped sintético reglamentario en cuestión tiene 7 milímetros. “Eso hace más lento al juego, pero a la vez más divertido, porque antes, cuando enfrentabas a alguien que le metía velocidad a la pelota, cuando agarraba piso y cemento salía muy rápido: ahora te da una vida más, un rebote más y la pelota pasa al otro lado. Eso es lo que más está llamando la atención”.

“Muchos jugadores que no tienen cabida en otros deportes por la edad o por falta de entrenamiento, o aquellos que nunca agarraron una paleta, se divierten porque si le erran a la pelota, se la encuentran después del rebote y la pasan. Y hay algo fundamental: es un deporte que, como pocos, reúne a la familia, porque pueden jugar mamá, papá y sus hijos, algo que en otras actividades no existe”, dice el vicepresidente de la Asociación.

Las paletas también cambiaron

En la primera ola, la paleta era finita, de una madera durísima y borde de aluminio. “Ahora son de caucho y tienen una lámina de carbono. Esta paleta despide más y evita lesiones. Hoy las empresas más grandes del mundo compiten para ver qué paleta vibra menos, para que quienes tengan una técnica limitada sufran menos problemas en los codos. Ahí está la competencia porque ya no pueden inventar nada”, le dice a Rosario3 un empleado de una tienda deportiva de la ciudad.

Por su parte Gustavo, el dueño de un complejo de dos canchas en la zona sur, comentó que “hoy en la mayoría de las canchas van incluidas con el alquiler las pelotas y las paletas. Eso es un buen enganche”.

En cuanto a las pelotas, este empresario del mundo pádel remarca que “antes se usaban las pelotitas de tenis para jugar, que no tenían mucha presión. Pero ahora vienen unas especialmente diseñadas para pádel que tienen mucha más presión y rebotan más. Antes con paleta de madera y pelota fofa, era todo más lento”.

En cuanto al precio y duración del turno, hoy en día se alquilan segmentos de una hora y media y cuesta (en horario nocturno, con iluminación artificial) entre 2.500 y 3.000 pesos. Eso dividido cuatro jugadores da un promedio de más o menos 700 pesos por cabeza.

Pastor y Javkin, junto a los campeones del Master Melgratti y Oliveira.

El futuro del pádel en la ciudad

Desde la Asociación Santafesina de Pádel se ilusionan con el arribo de nuevos jugadores que se arrimen al deporte, con la construcción de nuevas canchas y también con las actividades profesionales que la ciudad cobijará: “En diciembre se hará el máster en un microestadio montado en La Florida. Queremos promocionar el pádel, no sólo en el ámbito profesional sino también para los que quieran divertirse”.

En cuanto a nuevos emprendimientos, en Jorge Newbery y Los Alerces se está levantando un predio deportivo denominado Club Monte Carlo International Sports que contará con un estadio principal y otras pistas adyacentes, en donde funcionarán una escuela de pádel para niños y adultos, entrenamientos grupales y personalizados y otros destinados al alto rendimiento y competencia.

Este proyecto que promete inaugurarse en algunos meses en Rosario es conducido por Fabrice Pastor, un magnate constructor francés amante del pádel que organiza torneos profesionales y competencias internacionales, como el nuevo circuito de APT Pádel Tour. Como puede apreciarse, la nueva ola del pádel llegó con todo a la ciudad. Es cuestión de tener ganad, conseguirse un grupo y lanzarse a la diversión.