Es la historia de un diario del siglo XX. Pero también la de una ciudad y un país que, ya en el siglo XXI, siguen enredados con muchos de los mismos temas. Es la historia de cómo un medio creado cómo órgano oficial de un partido democrático cae, se reinventa y muere, bajo las condiciones y los vaivenes de una época marcada por el autoritarismo político y el eterno fracaso económico argentino. Pero también de cómo se hacía periodismo antes de Google, desde una ciudad del interior de un país periférico, en un mundo regido por los paradigmas de la Guerra Fría. Un terremoto.

Si en el pasado está parte de la respuesta de cómo llegamos a este presente, la muestra 331 cajas y 1.352 sobres, que se inaugura este sábado en el Museo Histórico Julio Marc, es una prueba de ello. A través de las fotos, las caricaturas, los recortes y los documentos del archivo de Redacción del vespertino La Tribuna –también compartido por El País desde Rosario y El País en la Noticia– que componen la exposición se puede trazar todo un recorrido de lo que se transformó y lo que no en los últimos 90 años desde distintos puntos de vista: político, económico, social, cultural, deportivo.

La actividad, que coincide con la celebración del aniversario número 84 del museo, comenzará a las 14 en la explanada con una feria de fanzines y arte gráfico, mientras que la inauguración de la exposición será a las 17. 

“Queríamos mostrar el valor de los archivos para construir la historia. Las colecciones del museo están concentradas básicamente hasta 1910 y nuestra intención es avanzar sobre el siglo XX. También conmemorar los 40 años de la recuperación de la democracia”, resume el director del museo, Pablo Montini, que es además el curador de la muestra. 

Justamente, parte fundamental de lo que se ve es “la debilidad de los procesos democráticos” entre el año 30 y 1983, más el rol de los medios de prensa, mayormente afines a los gobiernos autoritarios. “Es la historia nacional desde Rosario: las visitas presidenciales, las transformaciones sociales y urbanas. Hay una nueva historia que se puede construir a partir del archivo del diario La Tribuna”, se entusiasma Montini.

Las cajas que contenían el material del archivo y algunas fotos (Alan Monzón).

Línea de tiempo

El propio recorrido del diario La Tribuna es en sí mismo un resumen de la historia nacional. Fundado en 1928 como órgano de prensa del Partido Demócrata Progresista por impulso de Lisandro de la Torre, atravesó distintas etapas marcadas por los vaivenes políticos de la época, algo que se puede ver con claridad en una línea de tiempo que le da el marco cronológico a lo que se muestra.

Aunque fue sumamente crítico con el gobierno de Hipólito Yrigoyen, con quien De la Torre tuvo un enfrentamiento de décadas al punto que llegaron a batirse a duelo en 1897, tampoco apoyó al militar que derrocó al histórico líder radical en 1930, José Félix Uriburu. De hecho, el gobierno de facto clausuró por primera vez el diario en 1931. Esa situación se repitió a principios de 1932, cuando la publicación era dirigida por Enzo Bodabehere.

Bordabehere se mantuvo en ese cargo hasta 1935, cuando fue asesinado en el Senado de la Nación por una bala que en realidad estaba destinada a acallar las denuncias de Lisandro de la Torre contra el pacto Roca-Runsiman para la exportación de carne al Reino Unido.

El diario siguió un derrotero complejo en aquellos años, hasta que a fines de 1948 dejó de salir por cuestiones económicas que sus dueños atribuyeron al control del gobierno peronista. Un año antes, el director del vespertino, Raúl Bordabehere, había denunciado al entonces intendente de Rosario, Ernesto Schmidt, por haber incitado en un discurso público a incendiar el diario.

El nombre de la muestra es "331 cajas y 1352 sobres" (Alan Monzón). 

En 1950 el periódico es vendido a su personal y vuelve a publicarse con un nuevo lema que se puede leer debajo de la marca: “Los que trabajan en este diario participan con el 50% de las ganancias”.

En 1977 se produce un nuevo cambio de manos. Un grupo económico vinculado al proyecto político del almirante Emilio Massera adquiere La Tribuna y lo fusiona con el diario El País en la Noticia. 

En 1982, la empresa es vendida a integrantes de la familia Caputto, propietaria de El Litoral de Santa Fe. La publicación tenía apenas 10 páginas y el 20 de enero de 1983 cerró definitivamente sus puertas. Todos sus bienes fueron subastados.

El último capítulo es el del objeto central de esta muestra. En noviembre de 1986, a partir de una presentación de la dirección del Museo Julio Marc, el juez Mario Netri ordenó la entrega de las cajas del archivo de la Redacción y las colecciones completas de los diarios La Tribuna y El País.

Las noticias sobre golpes de Estado se repiten a lo largo de la muestra (Alan Monzón).

El archivo que llegó al museo estaba compuesto en la superficie, como dice el título de la muestra, por 331 cajas de cartón y 1.331 sobres de papel madera repartidos dentro de ellas. No había fichero ni inventario. Recién en el año 2000 un empleado se tomó el trabajo de inventariar el contenido de las cajas y registró el número y tema de cada sobre en un cuaderno azul. 

Antes de esta exposición el índice de digitalizó y, como el papel y el cartón se estaban acidificando, el equipo del museo pasó el material a cajas y sobres plásticos. Ahora, las fotos propias (muchas de los reporteros gráficos Joaquín Chiavazza y Blas Persia) y de agencias, los recortes de La Tribuna, El País y de otros diarios, los dibujos y caricaturas (trabajaron como ilustradores de la publicación Julio Vanzo y Héctor Beas) salen a la luz. Se trata, al fin de cuentas, de los materiales a los que los periodistas de aquella época, en la que Google no existía ni en la imaginación, recurrían para consultar datos y contextualizar sus notas.  

La caída, las caídas

Lo que cuenta el contenido que se expone en la Sala Minetti es una historia que bien se podría asociar a la palabra demolición: caen los presidentes elegidos democráticamente, los “subversivos”, y también los edificios que componen el patrimonio arquitectónico de una ciudad que cree que el camino al progreso urbano tiene que pasar por la piqueta. Lo único que nunca cae es la inflación.

Fotos de una visita de Videla a Rosario (Alan Monzón).

Gran parte del material sobre Rosario refleja cómo ante el problema del crecimiento exponencial de la población la solución pasó por arrasar con inmuebles históricos. Se recurrió a eso, como se hace actualmente, para levantar edificios de departamentos y así optimizar y ganar rentabilidad en el uso de los terrenos. También para hacer frente a otro asunto que mantiene su vigencia: la falta de espacios para estacionamiento de vehículos. 

Hay un caso que es absolutamente gráfico: el de la torre Chiesa. Edificada a fines del siglo XIX por el constructor Alexander Máspoli, permanecía oculta décadas después, hasta que en 1974 se demolió una casa antigua de San Lorenzo entre Sarmiento y San Martín que era la que la tapaba.        

La repentina aparición de esa atalaya, ese torreón de 30 metros de altura en el centro de manzana, sorprendió a una ciudad que desarrollaba su vida social en el centro y se abrió un debate, pues no faltaron voces que plantearon preservarla, cuenta una nota de 2011 publicada en la página Descubriendo Rosario. No prosperaron: la piqueta fue impiadosa con la torre y el espacio que ocupaba se convirtió en parte de una playa de estacionamiento que aún se mantiene en el lugar.

Si no hubo reparos con esa joya arquitectónica, qué decir de las palmeras que poblaban el cantero central del bulevar 27 de Febrero y que para la gestión del intendente de facto Augusto Félix Cristiani eran un problema porque complicaban el tránsito de los camiones. Las fotos de las topadoras que arrasan con los árboles son abrumadoras, como lo fueron las demoliciones que se multiplicaron en esa época y la de Alberto Natale.

Las topadoras arrasaban hasta con las palmeras de bulevar 27 de Febrero (Alan Monzón).

La excusa perfecta era que había que preparar la ciudad para el Mundial 78.

 


Videla, Malvinas, Perón y Alfonsín

 

El Mundial 78 tiene un lugar central en la muestra, en la que también aparecen retratadas las visitas que en esa época hizo a la ciudad el entonces presidente Jorge Rafael Videla.

Monseñor Bolatti y Galtieri acompañan a Videla en una visita al Batallón 121 (Alan Monzón).

Videla es un personaje casi omnipresente en la exposición, pero eso no es lo único que demuestra cómo la prensa fue condescendiente con los militares que entre el 1930 y 1983 encabezaron los golpes que sistemáticamente interrumpieron los procesos democráticos: la Revolución Libertadora y el onganiato, por caso, también tienen sus capítulos.

Lo mismo que la guerra de Malvinas, aunque en este caso el material está enfocado principalmente a lo que fueron las colectas, las campañas solidarias realizadas en Rosario para hacer llegar abrigo y comida a los soldados argentinos. Una foto simboliza ese espíritu como ninguna: mujeres tejedoras en el Monumento a la Bandera.

La historia nacional desde Rosario, como dice Montini. Y eso incluye las etapas de violencia política –hay un sobre que lleva el título “subversión”– y también la de la proscripción del peronismo.

En ese sentido, el director del Museo remarca que en el archivo hay muy poco sobre Perón: material de su asunción en 1973, su muerte, más la caída y detención de Isabelita y poco más. El sobre que contenía las fotos y recortes en cuestión sugestivamente tenía el título: “Ford Motor Argentina”.

El sobre con el contenido relacionado a Alfonsín llevaba el número "666" (Alan Monzón).

En cambio sí hay bastante sobre Alfonsín, protagonista fundamental del proceso político que se vivió entre Malvinas y la recuperación de la democracia, la última etapa en la que La Tribuna funcionó como diario. Acaso sea una casualidad, pero atento al tinte pro militar de todo el contenido del archivo no deja de llamar la atención el número del sobre que lo contenía: 666, el del Diablo.