Un estudio de largo plazo realizado en Australia sugiere que la música podría desempeñar un papel clave en la protección de la salud cognitiva durante la vejez. La investigación, encabezada por la Universidad de Monash, analizó durante una década los datos de más de 10.000 personas mayores de 70 años y encontró una asociación significativa entre el hábito de escuchar música y un menor riesgo de desarrollar demencia.

Según los resultados, quienes incorporaban la música a su vida cotidiana —escuchándola casi a diario— presentaban un 39% menos de probabilidades de padecer deterioro cognitivo en comparación con aquellas personas que no mantenían ese hábito de manera regular.

Los especialistas explican que la música tiene la capacidad de activar simultáneamente distintas áreas del cerebro, entre ellas las relacionadas con el lenguaje, la memoria, la coordinación motora y las emociones. 

Esta estimulación múltiple favorecería la llamada “reserva cognitiva”, un mecanismo que ayuda al cerebro a compensar los efectos del envejecimiento y de ciertas patologías neurodegenerativas.

Además de su valor preventivo, la música también muestra beneficios terapéuticos en personas que ya fueron diagnosticadas con demencia. En estos casos, especialmente cuando se trata de melodías con una fuerte carga emocional, puede contribuir a evocar recuerdos, regular el estado de ánimo, disminuir la ansiedad y mejorar la conducta general.

El estudio destaca que no solo escuchar música resulta beneficioso: tocar un instrumento o cantar también generan efectos positivos. Estas prácticas estimulan la actividad cerebral, ayudan a reducir los niveles de cortisol —la hormona del estrés— y disminuyen procesos inflamatorios que están asociados al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.

De este modo, la música se consolida como una herramienta accesible y placentera que, incorporada de forma habitual, puede convertirse en una estrategia complementaria para el cuidado del cerebro y la prevención del deterioro cognitivo en la adultez mayor.