La imagen es de noviembre del año pasado. Pablo Javkin y Juan Monteverde caminan uno al lado del otro por una calle de tierra. Hay otras personas, entre ellas Caren Tepp, Ciro Seisas y María Eugenia Schmuck. La escena se registró en Nuevo Alberdi, en el marco de una recorrida por las obras para conectar a los humildes hogares de esa zona a la red de agua potable. Esos trabajos, parte fundamental de un ambicioso plan de urbanización de la zona, recién se iniciaban. Ocho meses después están prácticamente terminados y los dos protagonistas principales de la foto son los únicos candidatos que quedaron en pie tras las Paso locales: el 10 de septiembre se enfrentarán en las elecciones generales que definirán si el actual intendente es reelecto o accede ese cargo el líder de Ciudad Futura.  

La disputa del poder siempre es áspera. Más si se trata, como en este caso, de un mano a mano, un mata mata, como se suele decir. Pero, aunque algunos dirigentes tengan el foco exclusivamente en eso, es o al menos debería ser solo una parte del trabajo de la política. Después hay que gobernar, gestionar, que es finalmente lo determinante. Lo que implica elaborar proyectos, darles forma, conseguir los acuerdos para que se aprueben, llevarlos adelante, colmarlos de sentido. Vale la pena tomar nota de eso, hoy que la prioridad pasa por lo electoral. Y que no son pocos los que creen que se trata de un partido que se juega a todo o nada, como si no existiera mañana.

La foto de Nuevo Alberdi es una síntesis de lo que puede hacer la buena política cuando se construyen acuerdos sólidos entre quienes, aunque piensen distinto o vengan de orígenes ideológicos diferentes, tienen representación y responsabilidad institucional. 

El plan fue inicialmente craneado por el partido Ciudad Futura, agrupación que nació justamente como un movimiento social –Giros– focalizado en Nuevo Alberdi, donde maneja un tambo y una escuela. Su presencia en el territorio fue fundamental para coparticipar a los vecinos. La Municipalidad tomó los proyectos, les dio forma, se convirtió en una especie de brazo ejecutor. Nación aporta gran parte del financiamiento. También la provincia interviene y hasta la Universidad Nacional de Rosario, que con su espacio de universidad popular ya comenzó a trabajar en una carrera de emergentología.  

Probablemente Javkin y Monteverde en los próximos días se digan de todo menos lindo. O se hagan decir de todo por otros, como dirigentes u operadores políticos y periodísticos. Para que uno gane la elección, el otro tiene que perder. Y en las campañas a veces parece valer todo, aunque no debería ser así.

Entonces, es pertinente recordar lo que ambos expresaron en sus discursos de fin de noviembre, en el cierre de aquella recorrida de Nuevo Alberdi, que terminó con la inauguración del nuevo edificio de la escuela Ética, la secundaria que Ciudad Futura gestiona en ese barrio que no tiene ninguna otra institución educativa.

Javkin resaltó la unidad de “todo un arco político de la ciudad para que este barrio sea lo que merece ser”. Monteverde celebró: “Distintas fuerzas políticas que probablemente el año que viene nos enfrentemos en las urnas ahora estamos juntas en este proyecto”.

La importancia de lo hecho

Nuevo Alberdi no es cualquier barrio: es el último rincón de la periferia rosarina. Una zona históricamente olvidada, fronteriza, que después de décadas ve llegar un servicio absolutamente básico como el agua.  

El plan de urbanización, como otros que se desarrollan en otras zonas de la ciudad, es un  intento por revertir la ausencia del Estado en esos territorios donde, a la par de su retiro, se asentó la cultura de violencia y delito que hoy son la dolorosa marca que lleva la ciudad. No siempre sale bien, no siempre los distintos actores políticos y jurisdiccionales juegan juntos a favor, como parece haber pasado en Nuevo Alberdi, donde la buena política emerge para mejorar la calidad de vida de la población, en un marco donde en general lo que sobran son las malas noticias.

  

Recambio generacional

 

La llegada de Javkin a la Intendencia en 2019 coronó un recambio generacional de la política rosarina que el actual jefe comunal encarnó desde 2015 junto a otros dirigentes que tuvieron protagonismo a partir de entonces, como Roberto Sukerman y Roy López Molina.

La posibilidad de que se le abre ahora a Monteverde, que aquel año llegó al Concejo como revelación electoral después de haberse quedado en las puertas en 2013, implica una profundización de ese proceso. Gane o pierda.

Durante los últimos cuatro años Ciudad Futura se convirtió en un actor clave de la gobernabilidad por sus acuerdos con el sector Javkin en el Concejo. Eso implicó beneficios para todos: el intendente tuvo número para sacar sus iniciativas más importantes y la fuerza de Monteverde también consiguió mayoría para los suyas. Ambos tuvieron que ceder en algunas cosas, incorporar la mirada del otro. Al mismo tiempo, sostienen en muchos aspectos una visión diferente sobre lo que se hizo y sobre lo que hay que hacer en la ciudad. Así, finalmente, se tejen las políticas de Estado: con las disidencias incluidas.  

Visto desde el plano electoral, la foto de hoy marca que la empresa de Monteverde no es simple: deberá remontar la ventaja de 15 puntos que Unidos para Cambiar Santa Fe le sacó en su conjunto a Juntos Avancemos, la alianza entre el peronismo y Ciudad Futura de la que es candidato. Pero a la vez, también para Javkin –que fue individualmente el candidato más votado– es un desafío fuerte retener los sufragios que fueron a Miguel Tessandori y Enrique Estévez, ambos muy críticos de la gestión del intendente. El otro lugar desde donde engordar los números es el del electorado que no fue a sufragar. 

Es una disputa dura, de final abierto. Que merece un debate franco y honesto. Con el foco en la Rosario en la que cada uno cree, en cómo se articula con los otros niveles del Estado para combatir la violencia, en lo que hay que hacer para mejorar los servicios, volver a una senda de crecimiento, de progreso, que reinvente la esperanza de una ciudadanía abatida y frustrada.

Más allá de que en las cabezas de Javkin y Monteverde hoy debe primar antes que nada cumplir el objetivo por el que van, sería bueno que, ante la tentación de caer en espacios de mugre política, no olviden de dónde vienen: la foto de Nuevo Alberdi.