Este martes el senador nacional Dionisio Scarpin se lanzó como precandidato a gobernador de Santa Fe con una llamativa estrategia comunicacional que quedó entre la confusión y la indignación. Inspirada en la Revolución de los claveles portuguesa, el equipo del ex intendente de Avellaneda, buscó desmarcarse de los dicursos de mano dura. Algunas personas recibieron cajitas con escarpines con el mensaje “un símbolo de paz” y en la calle se vieron afiches con la misma prenda infantil rodeada de balas o como capuchones de armas. Para algunos, no se entendía el mensaje. ¿La pistola dispara un escarpín? ¿Es una amenaza a las infancias? En una Rosario atravesada por la narcoviolencia y con el saldo trágico de nenes y nenas muertas o heridas por balas que le son ajenas, ¿se revictimiza a los niños con fines electorales? ¿Qué significa menos balas, más escarpines?

“Es un contraste con 15 años de fracaso en políticas de seguridad de mano dura que no resolvieron ni el fondo ni la coyuntura. Si no es con balas, ¿qué es con escarpines? Es recordar que la vida es el valor a defender”, explicó a Rosario3 el consultor Lucio Guberman, de larga trayectoria en campañas electorales y ahora detrás de la comunicación electoral de Scarpin, con quien trabajó en 2021 en su salto, y en el de la periodista Carolina Losada, al Senado nacional. 

Los escarpines –que ahora incluso “intervinieron”, el Monumento Naciona a la Bandera, la peatonal Córdoba y hasta el venadito (sin cuernos) de Venado Tuerto–, no fue una movida improvisada, se inspiró en la famosa “Revolución de los claveles” por el icónico festejo con flores en las armas de los soldados tras la caída del régimen autoritario del Estado Nuevo en Portugal en 1974.

Claveles por balas, la inspiración de Scarpin.

Pero sí hubo descoordinación. El lanzamiento de la precandidatura era más complejo y contaba con varios elementos que no se acoplaron como estaba planeado.

Primero, iban a enviarse escarpines a medios de comunicación y despachos “influyentes”, luego, se iba a sumar la cartelería en la vía pública y finalmente, se iba a emitir un spot. Este tercer paso es el que falta, pero el que metió ruido fue el segundo que se superpuso al primero. 

Con todo, el objetivo planteado, se cumplió: hubo conversación. “Cuestión que yo no lo conocía y ahora lo conozco, por culpa de la difusión”, compartió un usuario de Twitter, en referencia a las charlas en los medios y redes sobre el hashtag y eslogan “Menos balas, más escarpines”.

“Para ganar una elección, hay que convertirse primero en tema de conversación”, canta el versito.

De nuevo, es teoría básica: cada campaña debe sacudir un estado inicial de distribución de preferencias y redistribuirlas de forma tal de quedarse con el mayor número (de preferencias, que eventualmente se traducirán en votos). Mostrar un estilo y posición propia, para desmarcarse de la competencia.

En contraste con los demás jugadores que aspiran a la Casa Gris –o incluso la Rosada, Patricia Bullrich, por ejemplo–, que apelan a la presencia policial para combatir la violencia y la inseguridad, Scarpin propuso cambiar un símbolo negativo –la bala, traducible a políticas punitivistas y de persecución–, por otro positivo –el escarpín, traducible a políticas de inclusión, urbanización, producción y un largo etcétera– aún a riesgo de pecar de ingenuo. Y de caminar sobre la cornisa de lo ridículo.

Ni lo uno, ni lo otro, estrategia electoral de manual. Claro que, ningún manual garantiza resultados. Las urnas dirán. Mientras tanto, sigue la conversación.