La política santafesina emitió las primeras señales de reacomodamiento de relaciones de fuerza al cabo de la primera semana desde la muerte de Miguel Lifschitz. Tal era su centralidad que partidos, corrientes internas y dirigentes pugnan por colonizar el vacío que deja el ex gobernador.

La Cámara de Diputados sintió el primer cimbronazo cuando, tras entronar de forma unánime al socialista Pablo Farías en el sillón que ocupaba Lifschitz, estalló la disputa entre peronistas y radicales por la vicepresidencia primera, que hasta ahora ocupaba la diputada del Movimiento Evita Lucila De Ponti y los radicales de Maximiliano Pullaro pretenden para ellos. Cuando se dice Maximiliano Pullaro, en realidad se trata de una corriente interna de la UCR denominada NEO de la que son parte senadores radicales y buena parte de los jefes comunales de ese partido.

¿Por qué romper el status quo que Lifschitz había construido con pulso de ingeniero y espalda de político? La movida despertó la ira del jefe de la bancada del PJ Leandro Busatto: “Esto demuestra que algunos sectores de la política, puntualmente el radicalismo, está hablando de cualquier cosa menos de los problemas que tiene la sociedad", disparó. Dijo que el radicalismo genera “un atropellamiento político” y adjudicó la movida de Pullaro a una interna en el Frente Progresista.

Pullaro le respondió con la misma crudeza: “No vamos a resignar nuestra condición de segunda minoría y menos al PJ”. Comparó el funcionamiento del bloque radical con el del PJ, que describió como “un bloque desordenado que un día vota una cosa y otro día otra y otras ni van a las sesiones”.

“La UCR es una mayoría parlamentaria que gobierna 150 distritos. Busatto es divino, en vez de reconocer que hicieron la peor elección de la historia con él como cabeza de lista logrando hacer entrar sólo 6 diputados, dice que es una interna del Frente Progresista”, disparó. 

El choque se potencia porque ambos, Pullaro y Busatto, arrastran una relación personal quebrada desde los tiempos que el radical era ministro de Seguridad y se descubrió que su teléfono estaba intervenido. Pullaro siempre sostuvo que detrás hubo una operación política con participación de fiscales. Hay una investigación judicial abierta por el caso y dos fiscales imputados.



La ofensiva radical suena a declaración de guerra al peronismo y al mismo tiempo una manifestación de autonomía que obliga a posicionarse a todo el Frente Progresista. 
En ese sentido, el socialismo, tras conseguir el respaldo unánime a Pablo Farías, buscó desactivar el conflicto: consiguió patear una semana las definiciones para buscar una salida que deje conforme a todos. Si no se lograse, el único camino posible será votar. Incómoda posición para el PS, cuya intención es sostener el clima que había generado Lifschitz y ahora lidia con las tormentas que arrima la grieta. Tampoco los diputados del interbloque Juntos por el Cambio querían esta escaramuza, y la izquierda la rechaza.

¿Por qué ahora este sector del radicalismo muestra los dientes por un cargo decorativo, como lo describió Busatto? A continuación un punteo incompleto de algunas de esas razones posibles.

Por ejemplo, el convencimiento de que sin Lifschitz en la escena se abre un nuevo escenario electoral. Sin la locomotora que los llevaba a posiciones de poder y con lugares expectantes en las listas, el NEO se lanzará a la aventura de fortalecer un candidato propio, seguramente Pullaro. También es hora de medirse con el resto de los espacios del espectro opositor, pero en particular con quienes son parte de Juntos por el Cambio, que en Santa Fe es un espacio de conquista. De hecho, si las Paso fueran hoy, Juntos por el Cambio tendría al menos cuatro sectores compitiendo en la interna. Pullaro-NEO/ Galdeano-Barletta-Anita Martínez/Angelini-PRO/ Corral-López Molina.

Otra motivación es la guerra territorial entre funcionarios provinciales, senadores radicales y jefes comunales en el territorio. Al menos esas son las denuncias públicas que viene haciendo el jefe de la bancada de senadores de la UCR Felipe Michlig, quien enumeró discriminación en recursos, prioridad de vacunación en localidades gobernadas por el peronismo y bloqueo de convenios para atender pacientes. 

En las próximas horas, el propio Felipe Michlig reflotará la idea de avanzar en un frente de frentes, o frente amplio, que Lifschitz había desestimado y desactivado. Sin el principal elector en la cancha, el NEO acelera tiempos y enfila hacia Juntos por el Cambio, al menos para las categorías nacionales, probablemente dejando que por abajo persistan los acuerdos heredados del Frente Progresista que dan gobernabilidad a sus intendentes. NEO era el principal aliado de los socialistas.

El socialismo, a su vez, comenzó esta misma semana a debatir el futuro. Mónica Fein asumió la presidencia partidaria nacional y Enrique Estévez la secretaría general en la provincia. También conformó la mesa de acción política que se encargará del diálogo con las demás fuerzas. Necesita reinventariar el Frente Progresista y conocer los planes de los intendentes Pablo Javkin y Emilio Jatón (Santa Fe), los Radicales Libres y fuerzas minoritarias como PDP, GEN, SI, entre otras.



La inminencia de un cronograma electoral obliga al PS a procesar el duelo con rapidez, idear estrategias y definir candidatos, todo entre la urgencia de ser competitivos y el inicio de la renovación generacional en ciernes. Sobre lo que no hay discusión es que terminar en un frente de frentes porque se haya muerto Lifschitz no es una opción.

Cita en la Casa Gris

Esta semana tuvo otro hito. Después de un año y medio, el senador Armando Traferri volvió a la Casa Gris. Y lo hizo al frente del grupo de seis senadores del bloque Juan Domingo Perón para reunirse con el ministro de Gobierno Roberto Sukerman y el secretario Oscar Urruty. El encuentro se extendió por dos horas y media.

Que la reunión se haya dado en la Casa Gris y que se haya convocado a la prensa es toda una señal del gobierno. Manifiesta una voluntad de reconstruir la alianza con quienes hasta aquí eran los “Brutti, sporchi e cattivi” de la alianza gobernante a los que combatió, ignoró y salteó en sus departamentos.

La pretensión del gobernador de someter a estos aliados apenas ganó las elecciones le consumió un año y medio de gobierno, trocó la mayoría casi automática que le dio el voto popular por una minoría que perdía por goleada cada semana y desconcertó al peronismo.

Los intentos de condicionar “en la pública” a los caciques departamentales; agitar las investigaciones penales contra el jefe de la bancada; caminarles sus territorios, y por último romperle el bloque, resultaron fallidos. Descartadas todas esas estrategias craneadas en el núcleo íntimo del perottismo, ceder a un acuerdo discreto pero estable y previsible es la próxima carta que se juega.

Para ser justos, la pelea también dejó marcas y desgaste en los senadores del PJ. No es que la artillería perottista les resultó inocua, pero la película parece encaminarse hacia un final bastante cantado: todos alrededor de una mesa de necesitados, pero con el gobierno mucho más necesitado que los senadores.

Aunque la instancia que se dio esta semana, conducida por el ministro Sukerman, claramente encamina las relaciones, aún no se puede hablar de un acuerdo. Quienes siguen este espacio dominical recordarán crónicas similares de anteriores approach, incluso con asado de por medio y el gobernador sentado en la cabecera de la mesa, y sin embargo poco después todo volaba por los aires de nuevo. Lo más crítico es restablecer una pizca de confianza entre Perotti y los seis senadores, y entre los seis senadores y Perotti. La urticaria es mutua. Sólo el tiempo forma los anticuerpos que la hacen posible.



“Tengo la venia del gobernador para avanzar”, les comunicó el ministro Sukerman cuando lo senadores más descreídos tantearon sobre la seriedad de lo que allí se dijera. Entonces conversaron. Se habló tanto de la agenda legislativa que le interesa al gobierno como la agenda política que pretenden los senadores.

Para el gobierno, el interés inmediato pasa por la situación de los vetos a las leyes conocidas como anti Sain. Fueron aprobadas por amplia mayoría en ambas cámaras y el gobierno las vetó, exponiéndose a que las cámaras lo rechacen. Los plazos son cortos: más que la sobrevivencia de los vetos el gobierno busca evitar otra derrota en la legislatura. En Diputados da por perdido el partido de antemano. Se juega las cartas en el Senado, que no quiere discutir una ley, sino un acuerdo integral. Entre paréntesis: haya o no acuerdo, el bloque Juan Domingo Perón seguirá funcionando como tal y Traferri afianzado como jefe de bancada. Es un resguardo a futuro que se toman los senadores. El equivalente a un armisticio sin entrega de armas.

El acercamiento se viene trabajando hace tiempo. Traferri y sus compañeros de bloque volvieron a la Casa Gris 72 horas después de la muerte de Miguel Lifschitz. Casualidad o no, el dato es relevante. Los senadores disidentes contaban con el presidente de la Cámara de Diputados para articular a pesar de no ser aliados. En muchas oportunidades, votaciones que podrían haber sido leídas sencillamente como un despecho contra el gobierno, incrementaban su legitimidad con el acompañamiento de la cámara Baja. Cuando eso no estuvo, los senadores pagaron otros costos, caso con la decisión de impedir que la Justicia avance sobre Traferri.

Pero en definitiva, es el PJ santafesino el que empuja a Perotti a establecer una plataforma de acuerdos básicos con el Senado. El congreso partidario de ayer puso en escena ese clamor. La unidad como elemento esencial y la necesidad del peronismo de ampliar el frente electoral que respalda las gestiones de Perotti y Fernández. En palabras de su presidente, Ricardo Olivera: "Si nosotros no entendemos cómo nos fue antes del triunfo (de 2019), podemos correr el riesgo de tener resultados no deseados. Tenemos que priorizar la construcción colectiva, a partir de una idea de unidad que fue posible a todos los espacios que se sumaron".