“Creo que habrá que empezar por construir una nueva concepción de futuro. Hasta antes de que nos sorprendiera la pandemia, teníamos una concepción de un futuro de progreso y en expansión; un futuro con muchas posibilidades para encarar proyectos personales y grupales, en un mundo que ofrecía estímulos y daba oportunidades. El futuro era hasta entonces ese lugar en el que podíamos concretas ilusiones, anhelos y proyectos.

En cambio, la pandemia que está instalada, cuya incertidumbre es lo predominante, no nos permitirá pensar la idea de futuro. Nosotros veíamos antes de la pandemia al futuro como un paraíso lleno de tecnologías que incrementaban nuestros hábitos de consumo. Y hoy no sabemos cómo va a ser la nueva “normalidad”; qué nos va a permitir y de qué manera alcanzaremos nuestras metas; qué quedará de aquello que nos incentivaba a generar proyectos. Por eso creo que nos deberemos plantear cómo construiremos una nueva noción de futuro que no apunte, tan sólo, a nuestros deseos sino, y sobre todo, a la preservación y al cuidado. Creo que nos hemos dado cuenta que lo que se está jugando ahora es cómo cuidaremos a la existencia humana y la preservación del planeta.

La pandemia ha puesto en evidencia el trato degradante de la humanidad hacia el planeta y el medio ambiente. Hoy para acercarnos al futuro tenemos que contemplar como prioritaria la preservación del ambiente y de nuestra casa, posponiendo goces y consumos.

Constituimos una sociedad volcada al hedonismo. Deseo y obtengo; con la urgencia de vivir el momento, buscando con prioridad todo aquello que me lo permita; y registrar estos actos con una frase que se ha puesto de moda: “que todo esté bien”. Pero nos encontramos con que esta ilusión de entramado social, ya no es posible.

Tenemos la responsabilidad de reparar y pensar en otras opciones; sobre todo, interrogarnos sobre lo esencial: ¿cómo nos cuidamos?, ¿cómo nos sentimos?, ¿qué nos pasa? Pensar y preguntarnos, aun cuando nos encontramos sin estímulos, ¿cómo hacer para mirarnos en nuestro interior y mirar al otro más allá de su compañía para sentirlo como una persona con sus emociones y que, como a nosotros, le pasan cosas. 

Todo ha cambiado de repente. Hay un golpe al mundo del goce y del consumo.

RESCATAR LOS VALORES

El tema de los valores es fundamental, ya que la sociedad mundial sufre una crisis de valores desde hace mucho tiempo. Sin ir más lejos; parte de esta crisis tiene que ver con no respetar al OTRO y se manifiesta en la imposibilidad de dialogar e intercambiar ideas; se recurre a denigrar o descalificar cuando nos encontramos con alguien que piensa diferente. Se privilegian los antagonismos irreconciliables sustentados en posturas e ideologías. Todo, en todo momento, tiende a los extremos. Faltas de respeto en los descuidos generalizados; en fin, comportamientos violentos que se repiten en todos los sectores y estamentos sociales, en lo cotidiano, en la vía pública; con lo cual el OTRO, pasa a ser un enemigo, o un instrumento para aprovechar, ya que sirve a mis intereses. Llamaría a esto distorsión de los valores, como el valor de la solidaridad, del compromiso, de la dedicación, de la responsabilidad, del cuidado.

Esta pandemia nos desafía a trabajar mancomunadamente para superarla, desde la familia y nuestras instituciones, y desde nuestros barrios y ciudades, para llevar adelante todos los cuidados posibles que nos exigen las circunstancias y que nos permitan ir disminuyendo la circulación del virus, recomponer nuestros vínculos presenciales, la actividad económica, recuperar los puestos de trabajo, recomponer la actividad social y cultural. Sobre todo, restablecer el tejido social tan dañado en este año y medio. Todo lo cual exige que observemos los valores más básicos; de lo contrario, la pandemia seguirá y el deterioro será mayor todavía.

FALTA DE LIDERAZGOS

Se necesitan líderes que marquen la dirección, que construyan los puentes para alcanzar un futuro mejor para todos. Y que den el ejemplo. Que sepan tejer acuerdos, evitando que se ensanchen las diferencias abismales, las desigualdades obscenas en lo social y económico; y en lo cultural, dentro de cada país y entre los estados del mundo.

Pensar en el futuro exige que podamos superar esas diferencias, verdaderas barreras, a la vez económicas y del acceso a la educación y a la adquisición del conocimiento.

El futuro nos exige alcanzar una sociedad solidaria, equitativa, donde TODO HABITANTE del planeta pueda acceder a las necesidades básicas.

Ir hacia un mundo más humanista. Teniendo en cuenta que todo cambio que apunte a un mundo más equitativo, tiene que ir DESDE LO MICRO A LO MACRO. La gran revolución la veo desde las comunas, desde los pueblos, desde los barrios, para que se zanjen las injustas diferencias con políticas inclusivas y equitativas, aprovechando el avance de la tecnología”. 

 

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Consultorio, Alvear 1478, 3er Piso Rosario