El linfoma es un tipo de tumor del sistema linfático (una parte clave en el sistema inmune). Existen dos grandes grupos diferenciados: linfoma de Hodgkin (forma oncológica más frecuente en jóvenes) y linfomas no Hodgkin, los cuales comprenden cerca de 60 subtipos siendo el tercer tipo de cáncer con más incremento de casos detrás del melanoma y cáncer de pulmón.
Este tipo de cáncer de la sangre afecta a aproximadamente 1 de cada 5.000 argentinos, cuya incidencia se encuentra en aumento a nivel global y, en el país, se diagnostican cerca de 9.000 nuevos casos al año.
A raíz de la dificultad para reconocer sus manifestaciones, los diagnósticos son mayormente tardíos. Desde la Asociación Civil Linfomas de Argentina (A.C.L.A.) resaltan: “En Argentina, según la última encuesta de la Red Mundial de Grupos de Pacientes con Linfoma, 6 de cada 10 demoraron seis meses en consultar al médico desde la primera señal”.
Algunos síntomas pueden confundirse con procesos infecciosos comunes, lo que retrasa la consulta, pero otros pueden ayudar a despertar una sospecha:
-Crecimiento indoloro de uno o varios ganglios linfáticos (cuello, axilas, ingles).
-Fiebre persistente, generalmente menor a 38°.
-Pérdida de peso involuntaria.
-Sudoraciones nocturnas.
-Picazón persistente en todo el cuerpo, sin lesiones visibles.
-Fatiga o cansancio extremo.
-Tos persistente o falta de aire
Si bien no siempre suelen presentarse estos síntomas, en caso de aparecer deben ser signos a atender consultando al médico de confianza. En tal sentido, desde la Asociación subrayaron: “Muchos linfomas no dan síntomas y pueden diagnosticarse de manera incidental en un estudio de rutina. Otras veces, el paciente detecta un bulto indoloro sin otra molestia asociada, pero se deja estar y vive con esa manifestación durante meses. Por eso es clave realizar una consulta médica cuando nos llama la atención, para que el profesional de la salud pueda evaluar lo que considere y solicitar estudios para descartar o arribar a un diagnóstico lo antes posible”.
De este modo y según el subtipo de linfoma, su extensión y características de la persona, se realiza un abordaje terapéutico especial. En las últimas décadas, a las terapias tradicionales (quimioterapia, radioterapia y transplante de médula ósea) se sumaron terapias dirigidas como anticuerpos biespecíficos que atacan la enfermedad por medio de dos mecanismos en simultáneo. Estas nuevas herramientas permiten el alcance de respuestas más profundas y sostenidas, lo que genera que los pacientes vivan más y mejor.
“Desde la comunidad de pacientes, vemos con mucho entusiasmo todos los avances que la ciencia va desarrollando. Ciertamente, el desafío siempre es que los pacientes que tengan indicación específica de alguna de esas terapias puedan recibirla, que su cobertura de salud se las facilite en tiempo y forma, porque las demoras en el acceso a los tratamientos son tan o más graves que el diagnóstico tardío”, sostuvieron.
Fuente: NA.



