Si bien es importante protegernos del sol durante todo el año, los días previos al inicio del verano suelen ser fundamentales para entender la importancia del cuidado de la piel ya que los niveles de la radiación ultravioleta son mucho mayores. “De esta forma, se evita el daño acumulativo que esto produce”, señalan desde OSDE.

El cáncer de piel es uno de los que más creció en los últimos 30 años

En los seres humanos, uno de cada tres casos de cáncer es cutáneo. Existen distintas clases:

-Carcinoma basocelular (CBC): representa el 75% y es el más frecuente. Afecta a las zonas expuestas al sol, en especial, a la cabeza y el cuello. Crece en forma lenta y puede invadir en profundidad, lo que resulta importante cuando está cerca de órganos nobles como los ojos o áreas cosméticas como la nariz, pero rara vez se extiende a otros órganos (es decir, no da metástasis).

-Carcinoma espinocelular: representa el 15% de los casos. Se relaciona con el daño solar crónico. Otra causa importante es la infección por VPH (virus del papiloma humano). Afecta las zonas expuestas al sol y, en ciertas localizaciones como labios o genitales, puede ser más agresivo y dar metástasis ganglionares o a distancia.

-Melanoma: representa alrededor del 5%, pero es la primera causa de muerte por cáncer de piel, ya que puede diseminarse a ganglios y a otros órganos si no se diagnostica en forma precoz. Al igual que el CBC, se relaciona con el antecedente de quemaduras solares: esto implica el enrojecimiento con frecuencia, sobre todo, durante la infancia y la adolescencia.

¿A quiénes afecta?

Se sabe que esta enfermedad se ve con mayor frecuencia en personas

-con piel muy clara (aquellos que siempre enrojecen y apenas o nunca se broncean), 

-con pelo rubio o pelirrojo

-con ojos claros

-con muchas pecas y lunares (nevos múltiples), 

-que tienen antecedentes de reiterados episodios de quemaduras solares y familiares con cáncer de piel

También se ha visto que el sexo masculino (realizan menos consultas médicas que las mujeres), la edad más avanzada y las localizaciones en cabeza, cuello y piernas son los casos de peor pronóstico.

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Acciones para prevenir

“En primer lugar, es muy importante que hagamos una consulta con un médico dermatólogo para conocer cuál es el estado de nuestra piel: si hay o no lesiones que podrían ser de riesgo y cuáles son las características a las que debemos prestar atención”, indican desde el sitio web oficial de OSDE. En tal sentido, alertan acerca de:

-Si aparece una lesión nueva.

-Si es pigmentada y tiene más de 1 color.

-Si era pigmentada y perdió color.

-Si pica, arde o sangra de manera espontánea.

-Si pareciera haber cambiado de forma, tamaño o color.

“Hay que tener presente que el daño se produce por la acumulación a lo largo de la vida, por eso es clave transmitir y aprender hábitos de prevención que formen parte de nuestra rutina”, aseguran.

Durante la infancia y adolescencia es cuando más se acumula el daño porque la exposición solar es mucho mayor: se tienen actividades recreativas, deportes y tiempo libre que se pierden en la adultez. Para evitar el desarrollo de lesiones que puedan evolucionar a un cáncer en el futuro, se debe intensificar el cuidado, sobre todo en estas etapas de la vida.

Durante la infancia y adolescencia es cuando más se acumula el daño (osde.com.ar)

Hábitos saludables que pueden incorporarse para cuidar la piel

-Evitar la exposición directa entre las 10 de la mañana y las 4 de la tarde. 

En este horario el sol “pega más fuerte”. Si la exposición es inevitable, debe ser por períodos cortos. Es importante buscar la sombra y usar sombrero de ala ancha, ropa de mangas largas y anteojos con filtros UV. En aquellas zonas del cuerpo que no puedan cubrirse, usar protector solar.

-El protector solar NO es para tomar sol. 

Este producto es para proteger del sol cuando se está al aire libre. Tomar sol ayuda a acumular daño. El protector intenta disminuirlo, pero no lo evita al 100%: la única forma de cuidarse es no exponerse.

-Utilizar un protector de amplio espectro.

Es importante que bloquee los rayos UVA y UVB, y tenga un FPS (factor de protección) de 30 o más. Aplicarlo entre 20 y 30 minutos antes de salir de casa y renovarlo cada 2 o 3 horas, en especial si se hace deporte, se sumergen en el agua o si hay roce o fricción (por ejemplo, al tomar contacto con la arena). 

-Si está nublado, hay que protegerse igual. 

Los rayos atraviesan las nubes, solo que no hay sensación de calor. 

-Los bebés no deben exponerse en forma directa durante el primer año de vida. 

A partir de los 6 meses se les puede colocar crema protectora (tiene que especificar que es para esta edad) solo en aquellas zonas que no estén cubiertas con ropa. Es recomendable no llevar a los recién nacidos y lactantes a la playa o exponerlos en las peores horas: aunque estén en una carpa o bajo una sombrilla, el reflejo de los rayos en la arena, en el agua o en el suelo puede alcanzarlos. Además, son muy sensibles al exceso de calor. A partir de los 2 años, puede aplicarse el protector en superficies más extensas. Existe ropa que tiene incorporado FPS y es una buena opción para no correr el riesgo de quemaduras.

-Elegir un protector adecuado a los gustos y actividades.

Si el producto es muy grasoso o se pega en la ropa, será muy difícil continuar con su uso. Hay infinitas opciones: para pieles grasas (efecto seco o geles acuosos) o envejecidas (con ácido hialurónico, por ejemplo), para zonas pilosas (geles o sprays), resistentes al agua, para que no piquen los ojos, con color, entre otros. Con el asesoramiento de un especialista en dermatología, hay que encontrar el que inspire su uso diario.

-Aplicar protector solar en todas las partes del cuerpo que no puedan cuidarse con otros medios. 

Aplicar la regla de las 11 cucharaditas (una medida equivale al hueco de tu mano): Se necesita: 1 medida para la cabeza y el cuello, 2 para el frente del abdomen y tórax, 2 para la espalda, 1 para cada brazo y 2 para cada pierna. Aplicar cada 2 horas, en especial, después de nadar y de hacer actividad física. ¡No olvidar las orejas, el escote y los empeines!

-Hacerse un autoexamen una vez al mes para reconocer manchas y lunares. 

La mayoría de los diagnósticos están motivados por la consulta de la persona que detectó algo que cambió o le llamó la atención. En zonas de difícil acceso, se puede ayudar con un espejo. En otras, como el cuero cabelludo, con un secador de pelo. Para la espalda, pedirle ayuda a un familiar o amigo. Siempre recordar mirar entre los dedos de los pies, el borde de las orejas y la nuca. 

Un dermatólogo siempre dará la última palabra acerca del riesgo de cada una de las lesiones, pero tener el hábito de observarse con cierta frecuencia es un pilar fundamental para detectar algo sospechoso.

Para conocer más información sobre este tema, desde OSDE recomiendan ingresar en la página web www.cancerdepiel.org.ar o en la página de la Sociedad Argentina de Dermatología: www.sad.org.ar.