Newell's volvió a tener una jornada democrática y no es poca cosa. En los pasillos internos, en las calles aledañas, en la memoria colectiva, todavía está esa presencia fantasmal que los alejó de la vida plural con la que se construyen las instituciones sanas. Aparece de forma solapada en las advertencias de unas agrupaciones a otras, en forma de acusación entre ellas y también constituye un lugar. Al que no se debe volver.

Este domingo fueron algunos menos los que votaron, respecto de las elecciones anteriores, pero lo hicieron con las mismas ganas de fortalecer la democracia en el club. Y fueron los suficientes como para darle legitimidad al ganador. Y lo hicieron con una convivencia y tranquilidad, que -por extraña y anhelada- llamaba la atención.

Como en otras ocasiones hubo votantes ilustres, figuras de la historia del club, hinchas reconocidos y hasta hombres y mujeres de otros ámbitos, como la política. Entre ellos, pasó por las urnas  cerca de las 16, el intendente de la ciudad, Pablo Javkin.

El número de votantes tuvo su pico máximo en horas de la mañana; luego de mantenerse con intensidad durante algunas horas, empezó a mermar considerablemente a eso de las cinco de la tarde.

A las 6 de la tarde, el vicepresidente Cristian D'Amico dejó las inmediaciones del club y se refugió en la casa de algunos familiares, mientras se esperaba el final del acto eleccionario. Las calles aledañas se empezaron a teñir de rojinegros del sector de Astore y, como una corazonada o un presagio de lo que vendría, comenzaron a celebrar antes de que el cronómetro marque el minuto 90.

Astore charló largo rato con sus allegados y con los socios bajo los árboles del Parque Independencia, ante la atenta mirada de una decena de efectivos policiales, que por suerte no tuvieron que trabajar.

Policías custodiando a los hinchas en las inmediaciones del Coloso (Alan Monzón/Rosario3)

A las 19, cerró la votación y durante una hora, en la esquina de Pellegrini y Pueyrredón, los diálogos se multiplicaban y se entrecruzaban. Se esperaban los datos oficiales, pero la tendencia parecía marcada: "El oficialismo dice que está parejo y la oposición que gana. Cuando el oficialismo dice que está parejo es porque pierde", argumentaban algunos con experiencia previa.

A las 20, Ignacio Astore desató un festejo que había contenido durante toda la tarde. A unos 40 metros de allí, en un bar, esperaban los seguidores de Cristian D'Amico, pero sin la presencia del vicepresidente saliente. Lo llamativo del caso, es que Ariel Moresco, el tercero en discordia, también estuvo un buen rato en la esquina en la que los militantes del Movimiento Independencia Leprosa celebraban.

También festejó Juan José Concina, que en toda esta etapa electoral hizo un camino increíble: primero renunció a su cargo de secretario general y se fue tirando munición pesada contra D'Ámico, luego se candidateó a presidente pero lo vetaron porque no cumplía con la antigüedad de socio, y este domingo terminó fiscalizando para Astore y celebrando con el médico. Una joyita. 

Concina festejando con la gente de Astore (@UnenNob)

Antes de tener el primer número oficial, Astore ya sabía que sería presidente. Se mostró feliz ante las cámaras y hasta habló como nuevo mandatario: ratificó a Fernando Gamboa y anunció la continuidad de Lucas Bernardi.

Después de escapar a la marea humana que lo quería saludar, se mudó a un lujoso hotel de la calle Corrientes, en pleno centro rosarino, para emitir de nuevo su mensaje victorioso y, ahora sí, proclamarse como nuevo presidente de Newell's.

Sobre las 22.13, el chat de Prensa de Newell's compartió las fotos y el comunicado oficial con los datos de la elección. 

Inmediatamente después, Cristian D'Amico salió el grupo de Whatsapp. Un gesto que puede leerse como la aceptación de la voluntad del pueblo leproso.

Ignacio Astore será el 37° presidente de la historia, desde Victor Heitz. Será el cuarto mandatario después de la tiranía, después de la dictadura y de la destrucción. 

"Basta de agresiones, basta de chicanas, basta de tener un club cerrado", dijo Astore tras conocer su arrasadora victoria en las urnas. Una proclama para que los viejos fantasmas, que los dejaron sin vida política durante una década y media, finalmente desaparezcan.