Era el momento. Quizás no el momento justo. Porque el ciclo de Lucas Bernardi recién está en pañales y no es fácil hallar la mejor versión de un equipo en apenas el tercer partido de una nueva etapa. Pero el clásico, se sabía, estaba ahí. Y era cuestión de encararlo a todo o nada. Fue esto último. Y las dudas ganarán la escena hasta que el equipo vuelva a dar una señal.

El estreno ante Racing elevó al máximo las ilusiones, a sabiendas de que en quince días llegaría el partido más esperado. Con el empate ante Tigre las revoluciones bajaron y se entró en un terreno más racional. Esta tarde, Central sacó ventaja de ser un conjunto más afianzado. Y le ganó claramente a un Newell’s que volvió a tener rendimientos individuales bajos.

El dolor de la derrota.
Un tropiezo que duele y genera dudas. FotoBaires.


De los referentes, la entrega de Bernardello y la peligrosidad de Maxi Rodríguez fueron lo más destacable. El resto, dentro de la bolsa de la mediocridad, incluso con puntos muy bajos como el de Leandro Fernández, que otra vez quedará inmortalizado en la foto de la derrota por el cierre fallido al pase gol de Nery Domínguez.

Presumiblemente, el Coty no iba a jugar pero Bernardi se vio obligado a ponerlo por la molestia de Víctor López. Pero eso no exonera a Lucas de un planteo de escasa efectividad, puesto que durante los 90 minutos el más claro de los dos fue siempre Central. Salvo algún arrebato o una intentona personal, Newell’s nunca se plantó en el medio del ring a pegar como el campeón.

Pudo empatarlo a través del remate de Maxi que dio en el palo, lo que habría (claro que sí) modificado el dolor por el alivio de, al menos, no perder de nuevo. Pero nada iba a cambiar la sensación futblística de que al equipo le sigue faltado todavía mucho trabajo por delante para hallar su identidad. Algo que ahora será más espinoso tras los reproches que ya se oyen por este nuevo tropiezo en el duelo de la ciudad. El que al hincha más le importa.

La desazón en el rostro de los jugadores. (FotoBaires)