Dos parejas se sientan en una mesa de la vereda del bar de Jujuy y Pueyrredón. Comen pizza que acompañan con cervezas. La cena trascurre con normalidad, en medio del aire tibio de la primavera bajo el cielo de Pichincha. La moza que los atiende acude una vez más para ofrecerles algo más pero sólo encuentra la última botella vacía y los platos sucios. Se fueron sin pagar, hicieron el famoso “paga dios”.

La modalidad de consumir y escapar sin hacer las cuentas ha crecido en Pichincha, uno de los centros gastronómicos más frecuentados de Rosario. Lo ponen en evidencia los dueños de los bares de la zona, quienes admiten que no es una novedad pero sí, una práctica que se da con mayor frecuencia en los últimos meses y la relacionan a la crisis económica reforzada por la pandemia de coronavirus pero también apuntan a la “avivada criolla”, esa capacidad de algunos de aprovechar la situación y medir el escenario para sacar ventaja.

El sector gastronómico viene denunciando una merma importante en la actividad, que de acuerdo a lo que señalan sus representantes se ha profundizado en un marco de restricciones sanitarias. Han asegurado estar al borde del cierre y a pesar de que sus locales están abiertos, consideran necesario la flexibilización de la capacidad y el horario de cierre. Sin embargo, la crisis que atraviesa hoy al país no sólo alcanza a los propietarios de los bares, sino que hace espejo entre sus mesas y sillas, ya sea entre quienes las ocupan también con los bolsillos recortados y entre los que se acercan a sus bordes a pedir dinero o comida que sobre.

A esta foto de pandemia, se le suma un nuevo protagonista, según los dueños de los bares y restaurantes de Pichincha: el que no paga. Ariel Cosacow, el propietario de El Resorte, declaró a Rosario3: “Tenemos mucha gente que se va sin pagar de las mesas, gente bien vestida, antes no pasaba. Al tener que ocupar más lugar afuera y desde ya tenemos menos personal porque no dan los costos para tener más, nos encontramos con que hay más gente que se va sin pagar de las mesas”, confió.

“Es una locura, se dan muchos episodios. Por ahí vienen 4 personas y se van cada uno para su lado y cuando salís, por más que los tengas grabados en las cámaras, no los podés encontrar. No sólo me pasó a mí sino a varios colegas. Es una cosa más de la crisis”, consideró y precisó: “Tenemos un chat con los gastronómicos y van poniendo las imágenes de las cámaras y los comentarios son «a mí me pasó lo mismo». Las características son las mismas, están comiendo y va la moza a cobrarles o a preguntar si necesitan algo más y no están más. Las comidas son diversas, pueden comer una pizza o sándwiches, no es que se sientan a comer platos suculentos, pero hay de todo. Se pueden comer una picada, 4 cervezas, miran que no haya nadie y se van, es tan simple como eso”.

Reinaldo Bacialupo, de Paseo Pichincha, pintó el mismo panorama: “Es algo que está pasando, lamentablemente cada vez más seguido. Es muy difícil de controlar, hay veredas anchas y el mozo se distrae un segundo y pasa. Esto es producto de la crisis y la avivada criolla porque es gente que va bien vestida que quizás lo puede pagar y se avivó”, comentó y aseguró que en el último mes en el Club de la Milanesa hubo tres hechos de este tipo.

“Generalmente se sientan bien lejos, en la última mesa disponible, más que nada lo que hacen es pedir mucho alcohol, emborracharse. A veces hasta te podés ir dando cuenta, pero es un segundo que el mozo entra a cobrar una mesa y cuando sale ya no están”, indicó y agregó que en los tres episodios de este mes que pasó, se escaparon en motos. Bacigalupo, sin embargo, consideró que esta actitud puede verse atenuada por la modalidad de pagar en la barra que muchos bares tienen actualmente.