La historia es la típica de los amigos que se juntan en el garage de una casa a inventar algo. Sólo que esta vez el resultado no es una empresa de tecnología ni una idea multimillonaria, sino que de esa casa de Empalme Graneros salieron a principios de los 2000 tres réplicas artesanales de un American Phaeton Carriage, un carruaje utilizado a principios de siglo para transportar personas.

Tras dos años de trabajo, la cosa había tomado forma y cada amigo hizo uso de su “lujo”: uno de ellos falleció al poco tiempo y casi no lo utilizó, otro lo tuvo durante muchos años en el Parque Alem donde ofrecía paseos a quien quería montarse en su obra de arte, había desde ocasionales transeúntes a cumpleañeras de 15 o novios. Y Julio Gonzalez sacaba el suyo por Empalme y luego en la plaza San José de Funes, donde se mudó al poco tiempo.

“Hacíamos paseos y me ganaba unos manguitos”, dice hoy con 73 años y con su Volanta, nombre que tomó por estos lares ese tipo de carruaje, estacionada en su casa, y ya sin uso. Es que la prohibición de la tracción a sangre en la localidad donde habita le imposibilitó seguir usándola. De hecho se tuvo que desprender también de los caballos que tenía y cuidaba religiosamente. 

En sus tiempos de pleno uso -hasta antes de la pandemia- Julio no sólo usaba la Volanta para ofrecer paseos a la gente sino que también se hacía los suyos: “Me agarraba el equipo de mate y me iba bordeando la vía hasta Roldán. Mis nietos aprendieron a andar a caballo conmigo, lo disfrutaron mucho”, recordó.

“Si yo hubiera estudiado un poquito de carpintería hoy sería un artesano, porque me gusta mucho trabajar la madera. A los 50 años me hice una cabaña que después vendí, y al poco tiempo me puse con la Volanta. Me gustaba mucho trabajar con la madera pero en el grupo uno de los muchachos era el bocho, el que tenia las medidas justas, ya había hecho un zulky y tenia la noción. Un día hablando nos propuso hacer una volanta, con el otro compramos todo el material y empezamos a hacer todo desde cero, los rayos, las ruedas, todo”, rememoró.

El carruaje está íntegramente hecho en Lapacho, que es la madera que se utiliza por lo general en esas piezas. Está todo alfombrado y tiene dos asientos de pana en perfecto estado con capacidad para seis personas cómodas, “la mandé a filetear a un artesano de Empalme que la dejó hermosa”, sumó Julio.

“Cuando lo fabricamos le puse un estéreo con casette, alimentado con una batería de auto. Tiene luces atrás que hacen de giro y tiene luz fija. Los faroles son los que usan en las casas y los uso con una batería”, agregó sobre las “prestaciones” modernas que le coló a su carruaje de principio de siglo y que, según vio en televisión, eran utilizados en el cortejo cuando falleció la reina de Inglaterra.

La imposibilidad de usarlo lo hizo a Julio pensar en su venta, pero no está dispuesto a entregarlo a cualquiera: “Si alguna vez aparece alguien que lo compre va a tener que ser alguien entendido en la materia, que le guste. No se lo vendo a cualquiera, sino alguien que sea del palo y lo quiera usar donde se pueda, alguien que le guste y lo cuide”, aclaró.