Este 3 de noviembre, como cada año, se celebra el Día Internacional del Sándwich. Una de las comidas más populares del mundo, surgida del ingenio del inglés John Montagu, IV Conde de Sándwich.

Cuenta la leyenda que este señor, que había nacido un 3 de noviembre de 1718, era un gran aficionado a los juegos de cartas, pero también a la buena cocina. Así que para evitar ensuciar los naipes, envolvía la carne que le servían para comer en dos rebanadas de pan, dando origen al plato que hoy conocemos.

Se dice, además, que en su testamento estipuló que su creación llevara el nombre de “sándwich”. La primera referencia de la que se tiene testimonio sobre este vocablo se dio en 1762, de acuerdo a escritos del historiador británico Edward Gibbon, quien dio fe de cómo dos nobles discutían de política en una cafetería al tiempo que degustaba este novedoso alimento.

Rápidamente, el sandwich entró en las casas europeas. Mientras que en Francia e Italia se consumía con el tradicional pan hecho en casa, los ingleses adoptaron un pan de miga que hacían con un molde, así nació lo que hoy conocemos como pan blanco.

Este icónico plato adoptó rápidamente los ingredientes y costumbres locales de cada país al que llegó.

Asimismo, sumó nuevos vocablos, aunque la esencia aún es la misma. Por ejemplo, en México es más popular la versión conocida como torta, la cual se hace con las variedades bolillo, telera o birote.

En España se lo denomina como bocadillo; en Perú como butifarras; Venezuela, Colombia y Ecuador tienen sus propias versiones conocidas como sánduches.

Cierra por todos lados. Es de fácil preparación, con gran variedad de ingredientes, y, sobre todo, en lo práctico de su consumo.

Las variaciones de sabores dependen directamente del número de ingredientes que caben entre los panes.

El Carlito, un símbolo rosarino

 

El famoso sandwich de jamón y queso con ketchup tostado es considerado parte de la identidad gastronómica de la ciudad: "Se llama “Carlito”. Así, sin “s”, porque “los rosarinos nos comemos las eses”, admitió su creador allá por la década del 50.

Rubén Ramírez trabajaba en un local familiar de Pellegrini y Maipú, llamado "Cachito". Una tarde de 1953, se le ocurrió sumar el aderezo basado en la salsa de tomate a los ingredientes del tostado. Lo probó, le gustó y le convidó a la familia y a los amigos. Lo bautizó "Carlito" en honor al nombre que había pensado para su futuro hijo. 

El "Carlito" es una creación bien rosarina, tanto que en 2014 fue declarado Patrimonio Cultural de la ciudad.