La radio hoy cumple 100 años de vida. 100 años de la primera emisión de “Los locos de la azotea” desde el teatro Coliseo. 100 años de aquel logro donde unos raros y misteriosos aparatitos emitieron el sonido de la opera Parsifal de Wagner. Así nacía la radio.

La friolera impasible dice sin temor a la pesada angustia que provoca el inexorable paso del tiempo “CIEN”. Podría ser un “Cien veces Cien” con tono y porte impostado porque la lucecita roja del estudio acaba de avisar que estamos en el aire. En antena, o a puro éter penetrando todas las fronteras. Regiones, países y almas. Sin embargo no se trata de números, estadísticas o caprichosos calendarios. La breve historia que les vengo a contar solo comprende de emociones sensoriales. Es que la radio sigue siendo el único electrodoméstico con corazón, como supo cobijarla Omar Cerasuolo en la noche profunda del decir justo y refinado. Sonido, tiempo y espacio. Posiblemente allí radiquen todos sus secretos y recovecos. Aunque desde el fondo de estos cien años venimos buscándole rotulos y explicaciones al nuevo-viejo auge de ese misterioso formato que todos los días se empecina en atravesarnos el espíritu con su amplio caudal de infinitas herramientas. Hoy internet mediante. La radio sigue siendo el único medio que sabe a la perfección que fibra tocar y cuando. Como aquel silencio del “negro” Hugo Guerrero Marthineitz en “El show del minuto” leyendo un cuento entero de Bradbury porque se le antojó esa tarde al “peruano parlanchín”. La radio es también un desvencijado aparato haciéndose oir en el medio de la mañana que grita su furia cotidiana y peligrosamente contenida.

“Cacho” Fontana primero, con “El Fontana Show” y Héctor Larrea luego con “Rapidísimo” marcaron el camino en aquel nuevo despertar. Veniamos del radioteatro y los elencos estables. Cien años a puro grito de gol con Pelliciari, Fioravanti, el “gordo” Muñoz y Victor Hugo, ayudándonos a escapar del hastío dominguero cuando el crepúsculo solo invita al dolor de la tarde que se va. La lista de grandes narradores y comentaristas se vuelve infinita, Vidaña, Marino, Zaro, Marmora, Cribioli, Molfino, Yorlano. La cabina es demasiada angosta para tantos nombres, Ibarra, Ardigó, Garcia Blanco, Brizuela, Wehbe. También los tuercas, Sojit, Gonzalez Rouco, Legnani, Alberto Manera. Los nombres me superan y temo caer en la trampa del olvido. La radio no descansa, desde temprano informa Magdalena, Aliverti y Neustadt en Capital. Nacho Suriani ofrece títulos de diarios, Evaristo enciende la polémica y Raúl Granados sirve el aperitivo radiofónico. Mirtha Andrin regala calidez y Betty Elizalde nos invita a volar con “Las siete luna”.

La radio ofrece climas, “Pinocho” Mareco abre sus alforjas llena de pureza, su mensaje llega a lo más profundo, como los cuentos que lee Alejandro Apo, mientras “Quique” Pesoa canta “La mañana entera”. Son los tiempos de la radio con libreto y ahí anda el “Bigote” Acosta preparándolo todo, luego saltará a “La vereda de enfrente” mientras Claudio Corvalan se queda con todas las “Sensaciones” de la siesta rosarina. La radio ya es noche profunda con Rodari y medianoche festiva con el “Negro” Dolina. “A puro tango” abraza Quilici. Viajo por el dial, de extremo a extremo. En el 550 Ariel Delgado dice desde Colonia lo que Argentina calla en los tiempos carnívoros de la dictadura. Mientras Antonio Carrizo entrevista a Borges y Yupanqui en la cadencia de la “Vida y el canto”. Los nombres marcan a fuego esta grilla, Poly y Pili, expreso asegurado. Juan Alberto Badía apunta la flecha a la juventud de aquellos días. Angelita Moreno, Lucy Dantes, Gladys Haydee, Noelia Chialvo, Graciela Mancuso y Blackie (Paloma Efron), siempre Blackie. Jurado, Costa, Ferreiro, Chiabrando, Ruben Pistacchia. Gallardo y “La candelaria” con el “cleto” Orselli. “Lalo” Mir, Vernacci, Pergolini, Boby Flores. Tom Lupo, Guinzburg, Castelo, Abrevaya, Eliaschev, Hanglin o Radio “Belgrado” Belgrano en la primavera alfonsinista con Divinsky a la cabeza. “Los mejores de la ocho” con David Feldman. Hipotesis. Lotuf, Caferra, Reynaldo Sietecase, Luis Novaresio, Pablo Feldman. Escribir cien nombres de la historia de la radio es olvidar o dejar en el camino a otros cien. O mejor dicho Cien veces Cien. Cientos de operadores, coordinadores de aire, locutores de turnos, técnicos de plantas y antenas y siguen las firmas.

Hoy la radio sopla cien velitas. Pero no tiene tanto margen para el festejo. Debe seguir. Su destino (trágico y maravilloso) es seguir penetrando cada instante en los tiempos de la incólume cotidianidad. Iba a darte un abrazo “radio”, pero la luz roja del estudio nos avisa que estamos en el aire y hoy covid y humo mediante, hay que avanzar. La audiencia aguarda. La radio se vuelve fiesta en cada palabra. Festival de sonido, tiempo y espacio. También silencio. Y corazón, siempre corazón!!

Estamos en el aire!!.