Los caracoles son los souvenirs que muchos turistas se llevan de las playas que visitan. La costumbre de hacerse de un puñado de moluscos mientras se bordea el mar o el río, o bien el juego de niños de recogerlos y reunirlos en baldes que después pasan a frascos del living de sus casas, son prácticas recreativas históricas. Sin embargo, ¿está bien llevarlas adelante? ¿Hay alguna consecuencia?

Desde la Fundación Respira Argentina difundieron a través de sus redes sociales una propuesta a los visitantes y bañistas: en vez de llevarse “estos” (caracoles) que levanten “estos” (residuos). La iniciativa tiene un sentido de cuidado del medio ambiente en espacios naturales frecuentados por el turismo. 

El sitio Aussieyoutoo indica la existencia de estudios que confirman la relación del aumento de turistas en verano con el porcentaje de conchas marinas que desaparecen. Determinan que, en algunos casos, si el turismo aumenta un 30%, las conchas se reducen en un 60%. Los turistas son el único factor que parece haber influido en la pérdida de esas conchas.

Las consecuencias

 

Los impactos negativos de esa acción de los coleccionistas son múltiples. Provoca una mayor erosión de las playas, descenso en la diversidad de organismos (como los cangrejos) que utilizan los caracoles como “casas”, pérdida de peces que usan conchas para esconder y del número de aves que las necesitan como materiales de construcción para sus nidos.

El saqueo de caracoles también genera una disminución de moluscos. Las nuevas almejas y ostras necesitan carbonato de calcio para desarrollar su concha y lo consiguen de los ejemplares viejos que se van erosionando con el tiempo. 

En consecuencia, el mensaje es muy claro: hay que dejar a los caracoles donde están, lucen mucho mejor en la playa que en casa.