La respuesta al enigma sobre el gran equilibrio de los gatos se encuentra dentro de sus oídos, más concretamente del oído interno, al igual que a los humanos. No tienen siete vidas sino un sofisticado sentido de la posición.

Según Muy interesante, en el oído de estos animales se aloja un mecanismo perfecto compuesto por cinco tubos cubiertos de finos vellos y rellenos de líquido.

Son precisamente los vellos los encargados de detectar cualquier movimiento o giro extraño del gato y hacérselo saber al resto del cuerpo del minino. Ante una caída, en menos de una décima de segundo, el animal mueve primero la cabeza girando el cuello y provocando así el volteo de la espina dorsal, las patas delanteras y, por último, las de atrás para aterrizar de la mejor manera posible sobre sus almohadillas.

Según el biólogo John Bradshaw, de la Universidad de Bristol, los gatos ''reaccionan mejor a caídas de más altura que de menos ya que colocan su cuerpo como si fuera un paracaídas, disminuyendo así la velocidad a la que se precipitan y minimizando los efectos secundarios de la caída''.