Tomatazos. Viernes a la noche, anuncios de restricción y confinamiento, una nueva cuarentena dura y estricta. Catarata de críticas acumulándose en el microclima de periodistas, dirigentes  y personalidades del mundo político, incluidos los militantes trolls que abundan desde tiempos prepandémicos.

El gobernador Omar Perotti se paró frente al micrófono e intentó explicar por qué volvíamos a las restricciones y le tiró el mic al intendente Pablo Javkin que hizo lo mismo. Incómodos y molestos. Titubeando la frase que nunca llegó: “A casa, señores”. 

Un empresario gastronómico envía un WhatsApp: “Explicame qué pasó, qué dicen”, pidió al cronista. Intento pensar en voz alta. No quisieron que el archivo en tiempos de pandemia acopie en su tono gestual  lo que un sector muy grande (y agotado de la población) no quiere escuchar: “a casa señores”. Le pasa a Fernández que es presidente y a todos los que reman decisiones en este tiempo. ¿Gajes del oficio? No. Responsabilidades.

Los líderes dieron el marco y la justificación política de una información que prefirieron que la digan los cronistas. Nos llegó vía WhatsApp en el mismísimo momento de la finalización de esa presentación. Viernes 20.50.

Por qué les cuesta dar las malas noticias a esos líderes elegidos por las mayorías del voto popular. ¿O acaso es estratégico? ¿Alguien les aconsejan que eso es eficaz? Creíamos que la transformación política, social, económica requiere de valentía, decisión, honestidad, inteligencia y sobre todo sensibilidad. ¿La hubo?

Para Lucio Guberman, consultor y politólogo, que diseñó junto a Perotti varias de sus campañas, “siempre cuesta eso. A todos nos cuesta. Siempre es más lindo ser Papá Noel que dar malos anuncios. Todo político hoy en gestión sabe que la gente está cansada, que la economía está muy resentida, y que no hay impacto positivo. Hay varias cuestiones: a nadie le gusta dar malas noticias y mucho más cuando los proyectos futuros van a necesitar más empatía”.

Para Oscar Botasso, investigador del Conicet y la UNR, este asunto es clave pero además muy difícil. “Yo hace mucho tiempo que no tengo que dar las malas noticias como médico pero siempre es complejo. Hay muchos colegas que toman cursos especiales para saber cómo darla, es toda una ciencia, un punto muy complicado”.

Hoy el ciudadano toma carrera para putear a quien sea. La anti política, que tanto fogonea por conveniencia electoral un sector de la oposición, está increscendo. “Es muy difícil ser protagonista sin recibir cachetadas de la gente que sufre este momento, pero también de la organicidad de las granjas de trolls. Les pasa a todos. Hay gente preparada para ir contra la política. Hagamos lo que hagamos. Si hay muertos, si no hay camas, o si por precaución nos metemos en casa”, confiesa un importante funcionario de la gestión provincial.

El prestigioso Médico Psiquiatra Juan Manuel Sialle cree en la acción determinante de los líderes. Deben generar confianza y empatía. “Los medios re significan la cosa persecutoria. ¿Quién tiene la culpa de lo que está pasando? Es unas de las maneras de mostrar esa disgregación”.

Para Guberman. Perotti eligió un camino muy clásico de la teoría de la comunicación de la década del 20’. Aguja hipodérmica. Bala mágica. Estímulo y respuesta. El mensaje que pase de los medios a la población porque mientras el mensaje llegue va a generar efectos. “Esto es muy viejo y no siempre es útil”, advirtió.

Una vez más lo que está en juego es la relación de los gobiernos con los ciudadanos. La expectativa no estaba, sabíamos que nos mandaban a casa. Pero ¿con qué palabras nuestros líderes lo iban a anunciar? ¿Cómo comunicar esas malas noticias?

Un mundo egoísta que busca salvarse en soledad. Que muera el que tenga que morir. Para Sialle el conductor debiera ponerse por encima de esas acciones “con una mirada estratégica  seguir avanzando; hoy hay que aislar hasta donde sea necesario y no negociar. Hay que evitar la circulación comunitaria del virus. No hay otra manera, se dirá de una manera o de otro. Pero se tiene que decir”.

Para el médico Jorge Galíndez, veterano en la desigual batalla en la que la medicina encara algunos procesos críticos, la población debe emular los tiempos de las grandes crisis y cita dos frases fuertes de la historia de la resistencia: “sangre, sudor y lágrimas” del liderazgo de la segunda guerra y  “hay que cruzar el desierto” de los tiempos de Moisés donde ofrecía al sacrificio el paraíso reclamado por su pueblo. “Estamos en una situación similar pero sin un enemigo visible. Las epidemias son violentas pero hoy hay que dar esperanz. porque la gente está demolida”, dice Galíndez.

Desprecio a la autoridad. Por desconfianza, falta de empatía o “negocio electoral”. Los que acuerdan no aplauden tan fuerte como el sonido de los abucheos. Un clásico en un país donde al asador ya no se lo aplaude sino al contrario, se le aconseja, sin siquiera acercarse a la parrilla, como dorar mejor las achuras.

Hay impactos. Esta semana pasada la presidenta del concejo María Eugenia Schmuck les recomendó a estudiantes de Comunicación de la Universidad Católica Argentina que “no miren tanto TN y estén más atentos de los medios locales. Es importante el conocimiento y la empatía”.

Oscar Botasso, investiga el humor social como clave en estos tiempos de pandemia. “Hay hartazgo, cansancio. Lo complicado del estrés es cuando se vuelve crónico.  Se siente en el cuerpo. Y también en los medios, gente por televisión delirando teorías increíbles, creando angustia en la gente. Las condición humana hoy reclama pautas de equilibrios”.

Botasso insiste que no es sencillo dar malas noticias. “Los virus no son visibles pero están. Que no se vean no significan que no estén. Si yo tuviese un accidente cardiovascular tal vez me obligue a pasar la internación en mi casa al no haber camas. Por eso entiendo estas decisiones tremendas, tremendas. Hay gente que no da más y es muy entendible”.

Por último el psiquiatra Juan Manuel Sialle le da un toque de luz a la penumbra. “La noción de lo siniestro en nuestro mundo, lo imprevisible  demuestra lo finito de la vida. Todos tienen esa angustia. Por eso hay que ayudar al caído. Y esa convocatoria no está.  Hay abstemia dirigencial. El enojo de la sociedad tiene que ver con eso. Los relatos de los líderes, el comentario dirigente. Faltan líderes que convoquen a que no duela tanto”.