En 1951, en pleno auge del gobierno peronista, se creó en María Juana, en el corazón de la pampa gringa, la fábrica de vagones ferroviarios Buriasco. En un principio propiedad de la familia cuyo apellido le dio nombre a la firma, con el impulso que Perón le había dado al ferrocarril llegó a ser la fábrica de vagones ferroviarios más grande de Sudamérica y la creadora del primer vagón de carga argentino. Migrantes de todo el país llegaban a trabajar en sus galpones y la empresa llegó a contar con una plantilla de mil empleados. Pasaron los años, llegaron los privatizadores 90, y la fábrica Buriasco quedó al borde de la desaparición. Pero en un tallercito del pueblo, apenas iluminado por un rayo de sol en las mañanas y por una lámpara durante las noches, sigue vivo el recuerdo de aquellos tiempos de amor por el trabajo.

María Juana es una localidad del sur del departamento Castellanos, ubicada a poco más de 200 kilómetros de Rosario y a 126 de Santa Fe. Allí vive Jorge González, ex trabajador de la fábrica Buriasco, como su papá, que aportó sus brazos a esa firma durante 40 años. Ahora se dedica a la carpintería y los fines de semana, en los “ratos perdidos”, hace réplicas de aquellos viejos vagones y de sus locomotoras.

Una de las creaciones de Jorge en su talles de María Juana

En algunas tardes, Jorge toma su cámara de fotos y se ubica en el predio del ferrocarril, ese que todos los pueblos de la llanura argentina tienen a los costados de la vía. Saca fotos a las formaciones ferroviarias que allí se detienen o a los trenes que pasan muy de vez en cuando. Luego dibuja los planos en una plantilla y comienza su trabajo de artesano.

“Yo trabajé un año y medio en la fábrica, muy de jovencito”, contó Jorge en el programa El Contestador, de Radio 2. “A la gente que trabajó ahí les trae recuerdos, emoción. Te dicen «yo soldaba esta parte, yo pintaba eso». En definitiva lo hago para ellos, para mantener vivo el recuerdo en el pueblo”, describió.

Los pequeños insumos para armar los vagones lo mejor posible.

Sobre el proceso de confección de los pequeños vagones, explicó: “Los veo acá enfrente, les saco fotos y después hago las planchas y confecciono a escala”. “Esto lo hago en tiempo libre, más que nada los fines de semana. Los vagones los empecé a hacer en la pandemia, cuando no se podía salir me encerraba en el taller a hacer estos trabajos”, agregó luego.

A la gente que trabajó ahí les trae recuerdos, emoción. Te dicen «yo soldaba esta parte, yo pintaba eso»

Jorge recordó que “la fábrica cerró en la época de Menem; fue algo muy triste para el pueblo porque el 80 por ciento de las personas de María Juana trabajaba ahí”.

El proceso de elaboración de los vagones es artesanal.

“Fue duro, nadie pensaba que iba a cerrar esa fábrica gigante, no lo podían creer. Pero bueno, la gente se reconvirtió a otra cosa y subsistió. Algunos se fueron del pueblo”, relató después.

Volviendo a sus creaciones, el carpintero artesano precisó que “los vagones tiene un largo de 65 centímetros” y que “la locomotora y el vagón que lleva autos son un poco más largos, miden 90 centímetros más o menos”. Y lanzó un pedido: “Ojalá la comuna me deje hacer una muestra de estos trenes”.

Jorge hace otros trabajos, pero siempre con eje en el amor y la emoción: “Un hombre de acá del pueblo chocó un Rastrojero y lo destruyó, entonces la familia me trajo el modelo y se lo hice con todos los detalles. Se lo regalaron para Navidad y el hombre se emocionó mucho”, contó.