La ciencia sostiene que la nariz humana puede detectar más de un billón de olores distintos. Pero “cuerpo adentro”, no tiene la misma capacidad de discernimiento sobre los “aromas” propios.

Y, se sabe, más allá de la frecuencia en el uso del agua y el jabón, siempre existe la posibilidad de que huelas mal.

Si simplemente bajás la nariz y tratás de impregnarte con el olor del aire que rodea tu cuerpo, probablemente no puedas captar tus “emanaciones”.

“Los receptores en la nariz que normalmente responden a su propia marca particular de olores se encuentran apagados después de haber sido bombardeados con los mismos perfumes durante tanto tiempo”, reza un artículo sobre el tema en el portal Gizmodo.

¿Qué hacemos entonces? Acá van algunos trucos/consejos para evacuar las dudas.

Sacate la ropa y olela. Para comprobar el aroma que desprendemos necesitamos “inspirar” las prendas lejos del cuerpo. Hay que oler cada parte, especialmente aquellas zonas con una posible cuota de humedad porque bacterias y hedor van de la mano.

Pasate los dedos por el cuero cabelludo. Y para comprobar si hay algún olor allí, el truco es sencillo: hay que lavarse las manos con agua caliente –sin jabón– y luego recorrer el cuero cabelludo con las yemas varias veces.

La comprobación del mal aliento tiene algunas maneras rápidas: la prueba de la mano –llevar la palma de la mano a la mano a la cara y exhalar sobre ella–; la prueba de brazo –lamer una parte de él y espera runos 10 segundos para oler el lugar–; y la prueba de la cuchara –lamer la parte posterior (puede ser metal o plástico) y dejar que se seque un poco para luego inhalar–.

Por último, le podés preguntar a alguien, siempre que haya sinceridad en la amiga o el amigo. Sin duda, este es el método más eficaz (y también el más incómodo).