La humanidad se ha enfrentado a enfermedades con las que convivió y a las que, mucho después, pudo identificar, estudiar y, finalmente, circunscribir. Como verdaderos ciclos que se cumplen aunque no inexorablemente, muchas de ellas regresan; aunque, en realidad, nunca se fueron; permanecieron latentes, al acecho.

El dengue, nombre de la enfermedad y del virus que la provoca, es trasmitido por un mosquito, el aedes aegypti, y debe su nombre al vocablo dinga de la lengua suajili, hablada por los pueblos del este de África, que quiere decir "convulsiones, calambres".

El primer reporte de la enfermedad data de 1779 y es atribuido a Benjamin Rush, quien acuña el término "fiebre rompehuesos" por los síntomas de mialgias y artralgias. Muchos adjudican su aparición en China en la dinastía Jin (265-420).

Se presenta, a veces, bajo una forma grave, hemorrágica. Cada año, unas 500 000 personas que padecen dengue grave —niños en una gran proporción— necesitan hospitalización. Aproximadamente un 2,5 %, mueren.

Antes de 1970, solo nueve países habían sufrido epidemias de dengue grave. Sin embargo, ahora la enfermedad es endémica en más de 100 países de las regiones de África, las Américas, el Mediterráneo Oriental, Asia Sudoriental y el Pacífico Occidental. Las regiones más gravemente afectadas son el Asia Sudoriental y el Pacífico Occidental.

Esta enfermedad tropical, extiende sus fronteras hacia el norte y el sur sumando regiones antes no alcanzadas incrementando los riesgos de propagación.

No hay tratamiento específico para el dengue. Sólo quedan la prevención y el control.

La pregunta cae por su propio peso: "¿Qué debe hacer el ciudadano para, por lo menos, no propagar aún más la expansión de los virus que amenaza a la comunidad?

“Por lo menos, hacer aquello que venimos comunicándole a la ciudadanía desde el año 2009”, expresa Julio Befani, microbiólogo e epidemiólogo, actual Director del Programa d. Epidemiología de Santa Fe, y pormenoriza: “tirar lo inservible; descacharrar. Además, crear conciencia que es el mosquito hembra el que deposita sus huevos en espejos de aguas claras y limpias, en lugares reducidos. La mosquita no va a la fuente, no va a los natatorios, no va a los lagos, no va a estar en camping, ni parques; a ella le gusta vivir en domicilios o a lo sumo en los lugares que rodean a los domicilios. Cuenta con una autonomía de vuelo de 100 metros, distancia que recorre para buscar su alimento; le apetece una proteína que se encuentra presente en la sangre humana. Por eso, si se quiere ser un ciudadano responsable, en su casa no debe tener nada que pueda representar, aunque sea por una pocas horas, un espejo de agua. Al bebedero del perro cada tres días, lavarlo fregarlo para sacarle los posibles huevos que ella deposita. Cuidar que a los floreros se les cambie el agua diariamente; o llenarlos con arena humedecida. Nunca se deben dejar recipientes con una superficie de agua.

Además, barrer los charcos, luego de la lluvia, evitar todo objeto que pueda llegar a ser las veces de recipientes y que les permitan a las mosquitas depositar sus huevos. Otro detalle a tener en cuenta son los bidones que se les coloca a los aire acondicionados ya que pueden favorecer la cría del mosquito”.

Befani, Julio, médico epidemiólogo | Director Provincial de Epidemiología, Santa Fe