Paola Mascambruni tiene una fractura de cráneo, un traumatismo nasal agudo, varios dientes flojos, el cuello violeta, derrame en un ojo y hematoma por todo el cuerpo. Con tanto vendaje y con la cara hinchada, apenas pueden distinguirse sus rasgos. Sí salta a la vista la profunda tristeza de su mirada. El jueves, su ex pareja le propinó una paliza que casi la mata. La golpeó durante casi tres horas. Ahora está detenido.

La foto de la cara desfigurada de Mascamburni circuló desde el viernes por las redes sociales. La propia Paola la compartió en su muro de Facebook en un desesperado pedido de ayuda.

“No voy a parar hasta hacer justicia”, escribió en la red social donde señaló a Rodrigo Picolini como autor de los golpes. Picolini es el padre del menor de sus hijos, tiene cuatro. Lo conoció en 2009 en Aerolíneas Argentinas, donde ambos trabajan.

El romance duró poco, según contó Mascambruni a Clarín, pronto Rodrigo mostró su violencia. Recordó incluso que una vez le propinó una golpiza fortísima cuando estaba de embarazada de seis meses. “Esa vez me dio una paliza tremenda, yo estaba tirada en la cama y él se puso arriba y me dio muchas trompadas. Mi hijo se salvó de casualidad”, contó.

Se separaron pero la violencia continuó. “Un día le rompió su camiseta de River, porque él quería que fuera de Boca. Yo llamé para pedir explicaciones y esa situación derivó en más violencia. Vino a destrozarme la casa. Con el auto chocó la reja, después me amenazó de muerte con un arma”, contó Paola. En esa oportunidad, acudió a la Justicia y volvió con una orden de restricción perimetral.

Rodrigo desapareció y pero en febrero del 2016, Mascambruni volvió a contactarlo: “Sentía mucha culpa, porque mi hijo no recordaba a su papá. Tenía la ilusión de que podía recuperarlo”. Así, comenzaron de a poco a frecuentarse hasta que en mayo reanudaron la relación. En octubre, se volvieron a separar, luego de que Rodrigo golpeara a su hijo pero en diciembre volvieron otra vez.

Hasta la noche de terror de jueves pasado. “Estaba en su casa, en Haedo, y apareció todo producido con campera, zapatillas y jean nuevos –contó– y me increpó: ‘¿Qué pasa, no me decís nada de lo lindo que me puse para vos?’. Yo me reí, pero no lo tomó bien”.

Durante tres horas, Picolini golpeó a Paola. “Al rato se calmaba, lloraba y después volvía con más piñas. Pensé que no iba a salir viva de ahí. Ya toda ensangrentada, aproveché un descuido para agarrar las llaves. Llegué a ponerlas en la cerradura pero cuando las giré me agarró de atrás. Al final pude abrir la puerta, me subí a la reja pero me atrapó y me empezó a golpear la cabeza contra el piso. Pero me levanté de nuevo, me trepé a la base del portón, al buzón y salté para el otro lado”, detalló.