El título de este texto remite al libro de Andrés Rivera y nos marca una cancha profunda. Las palabras moribundas de Juan José Castelli, el orador de la Revolución de Mayo, en una novela de ficción histórica, brillante y medular. Busco el libro en la biblioteca para volver a rascar las páginas viejas y amarillas de una versión barata. Viejo loco, Rivera. Me tocó entrevistarlo presentando un compilado de cuentos hace 20 años. El viejo cargaba con malhumor y apilaba forreadas por lo, a veces, simplón de nuestro oficio. Ese periodismo como un inmenso océano de 3 centímetros de profundidad que lleva a preguntar rápido verdaderas estupideces. 

“Si me llega a maltratar como a mi compañero de radio de esta mañana, lo agarro del cogote”, me atajé en el cálido estudio de tele. 

Me miró sorprendido, se retrajo, sonrió, y contestó: “No preguntes pelotudeces y nos vamos a llevar bien”. Viejo del orto. Te llevaba a las líneas más exigentes del oficio: “¿Preguntar bien? ¿Que mierda es eso?” 

Luces tenues. Un vinito. El estudio. Los sillones eran cómodos. Tres cámaras. Un gran director. Una de las mejores entrevistas que creo haber hecho. Nota que por supuesto se perdió entre los archivos del tiempo. 

El libro a presentar llevaba el título “Hay que matar”. Después del protocolo promocional hablamos sobre cosas personales paralelas al espíritu del texto: “¿Hay una muerte que no ocurrió que le hubiera gustado provocar?”.

-"¿Cómo?", respondió conteniendo el malestar. “Le hubiese gustado matar a alguien?”, insistí. 
Piensa poco y dispara un relato que aun recuerdo.

Estoy en casa. Durmiendo solo. Por la puerta del patio entra una persona directamente a mi cuarto. Hurga entre mis cosas buscando algo de valor. Se lleva la billetera y algun reloj. No había nada más que libros ahí. Me despierto y lo veo escapar. Me asusto. Le grito. Se va. Me lleno de odio. Si hubiese tenido un arma creo que le hubiera disparado. Me hubiera dado gusto saber de su muerte por ese disparo. 

En el estudio de tele todos en silencio. Rivera, tal vez el último gran escritor del Siglo XX, confesando un placer prohibido. Matar al ladrón de su billetera y su reloj.

Después de ese encuentro Rivera vivió 10 años más. Sentirse viejo ya le molestaba. Imposible no conectar esa idea del paso del tiempo al texto que lo declaró como uno de los mejores de la literatura argentina. El premio por haber escrito La Revolución en un Sueño Eterno fue también el aplauso intelectual por haber expuesto a unos de los mejores pensadores de nuestro nacimiento como Patria: Juan José Castelli, el orador de la Revolución de Mayo. 

"Sabed que el gobierno de donde yo procedo solo aspira a restituir a los pueblos su libertad civil y que vosotros bajo su protección viviréis libres gozando en paz juntamente con nosotros esos derechos originarios que nos usurpó la fuerza. En una palabra, la junta de la capital os mirará como a hermanos, y os considerará como iguales, éste es todo su plan, y jamás discrepará de él mi conducta. Si el Pueblo es el origen de toda autoridad, y el magistrado no es sino un precario ecónomo de sus intereses, es un deber suyo manifestar los motivos que determinan sus operaciones“.

Castelli, afectado de un cáncer de lengua, falleció el 12 de octubre de 1812. Momentos antes de su deceso pidió papel y lápiz, y escribió ante la inminente muerte: “Si ves al futuro, dile que no venga”.

El futuro, 212 años después, nos presenta un país quebrado y roto. Doblegados por la distancia y el desencuentro, lo sucedido con Castelli, acorralado por juicios y deudas, se repite en cada uno de los hombres que también se esforzaron en la genética de la Patria en ese tumultuoso siglo XIX. 

Hoy, Presidencia Argentina difundió un nuevo slogan (claim lo llaman los expertos en Marketing Político) “Primero la gente”. Ni pueblo, ni Nación, ni País, ni Patria: Gente. Como la Revista de Editorial Atlántida de los mejores y más luminosos flashes de la Alegría, la moda y actualidad frívola Argentina. 

En mayo de 1810, el pueblo quería saber de qué se trataba ese asunto y veinte días después Moreno edita el primer ejemplar de la Gazzeta de Buenos Aires proclamando ese derecho.

Pocos años más tarde los libres del mundo respondían "al Gran Pueblo Argentino, Salud". Y hoy para el equipo del Presidente Primero La Gente. Otro slogan vacío y pequeño de una pesadilla que da vueltas en un eterno espiral