Este jueves se cumplió un año del asesinato de Lorenzo “Jimi” Altamirano (28), el músico y artista callejero que fue ejecutado frente al estadio de Newell's tras haber sido secuestrado cuando volvía de un ensayo con su grupo punk Bombas de Rabia. Un homicidio cometido para dejar un mensaje mafioso con una víctima ajena al mundo criminal. Para recordarlo, un grupo de amigos autoconvocados encabezó una movilización por el macrocentro de Rosario.

La concentración fue desde las 17 en 27 de Febrero y Oroño, justamente el mismo lugar donde Jimi saludó a sus compañeros de banda por última vez, sin saber que la muerte lo esperaba no muy lejos de allí. De allí marcharon por el parque Independencia hasta Pellegrini y Pueyrredón, zona del homicidio, y hubo cortes temporarios de tránsito en la zona.

"Pasé un año muy malo. El apoyo de ellos me ayuda a seguir adelante", expresó Liliana, mamá de Jimi, contenida por amigos del joven y en diálogo con el móvil en vivo de Telenoche (El Tres).

Recordó a su hijo como alguien "muy alegre" y ejemplificó: "Si estabas mal te abrazaba, te aconsejaba. Era un pibe muy bueno".

Dijo que confía en que se haga justicia. "Sería un poco de paz para él y para mí también. La causa tiene que seguir porque lo que le hicieron a mi hijo lo tienen que pagar, no queremos que haya otro Jimi nunca más", cerró la mujer.

“A un año de que las mafias y el narcotráfico rosarino le arrebataran la vida a Jimi, seguimos resistiendo en las calles y recordándolo. Jimi sigue viviendo en todos”, fue la consigna para conmemorar el aniversario del asesinato del músico.

El caso

La causa judicial avanzó hasta llegar a tres sospechosos que se encuentran imputados y a la espera de juicio. Uno de ellos es el renombrado recluso Pablo Nicolás Camino, alguna vez ligado a la banda de los Monos, a quien desde la Fiscalía de Criminalidad Organizada le atribuyen haber instigado el homicidio en el marco de una escalada de violencia contra los reclusos que regentean la barra leprosa: Leandro “Pollo” Vinardi y Damián “Toro” Escobar, también ligados a los Monos. Ambos aparecieron mencionados en el cartel que dejaron en el cuerpo de Jimi, junto con un tercero Gerardo Gomes [SIC], quien sería un hombre de peso dentro de la barra. “Dejen de sacar pibes del club para tirar tiros en Rosario”, decía la notita, una más de una saga que sacudió la ciudad por esos días.

Por otro lado, para julio de 2023 surgieron dos posibles ejecutores del asesinato. Uno de ellos es Daniel Mateo Bommer, de 21 años, un joven sin antecedentes que coqueteaba con “la mafia” y atravesaba problemas de consumo de drogas. A Bommer lo quisieron acallar para siempre en la noche del 4 de febrero –es decir, tres días después del crimen–, pero sobrevivió el ataque, estuvo prófugo y terminó arrestado en un centro de día en la provincia de Buenos Aires.

La cercanía de su vivienda con el sector donde fue secuestrado Jimi –27 de Febrero e Iriondo– y de la cuadra donde fue abandonado el auto que usaron los homicidas –Latzina al 2800– y sus propias declaraciones al ser entrevistado en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca), en las que dio cuenta de “hacer trabajos” para Camino, llevaron a los fiscales a concluir que podría estar vinculado con el caso Jimi.

Además, el 17 de febrero, una detective de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) entregó un informe a partir de tareas de calle en los barrios San Francisquito, Parque Casado y Bella Vista. Allí, informantes anónimos aseguraron que uno de los asesinos de Jimi resultó baleado días después del crimen al voleo del músico punk.

Pero eso no fue todo. En la noche del homicidio, el celular de Bommer impactó en una de las antenas cercanas al Coloso. Para los fiscales, no hay dudas de su participación.

El otro detenido, de un perfil “muy violento”, como lo definió el fiscal Matías Edery, es el tiratiros por encargo Alexis Oscar “Tato” Romero, integrante de una gavilla bautizada como "La Mafilia". Lo detuvieron en junio por un pedido de captura por dos intentos de robo violentos en barrio Belgrano, aunque los investigadores lo tenían en la mira por sicariato. Su celular fue secuestrado y el peritaje arrojó videos y conversaciones que lo incriminaron en hechos graves, entre ellos, el caso Jimi.