Una banda polirrubro con gran poder de fuego integrada por gente de distintas generaciones, con un policía retirado en sus filas y reclusos que dan órdenes al exterior. Un grupo con esas características fue acusado este jueves en el Centro de Justicia Penal (CJP) durante una extensa audiencia

La banda quedó bajo la lupa, paradójicamente, por la investigación de un atentado que tenía como blanco al uniformado jubilado, padre del jefe de la banda, dos meses atrás, en barrio Arroyito.  

El lunes 5 de setiembre a las 19.20 un tiratiros entró a un quiosco de Génova y Alberdi, hizo cuatro disparos en ese comercio y otros diez en su huida. Hubo dos heridos: el quiosquero, a quien un balazo le perforó el brazo izquierdo, y una clienta de 68 años en una carnicería de la misma cuadra, alcanzada en el abdomen por un tiro que perforó el vidrio de la puerta del local.

El fiscal Franco Carbone les atribuyó a Edgardo David Ávila, Edgardo Luis Ávila, Silvio Walter Ojeda, Tobías Agustín Mieres y Pablo Samuel Corvalán los delitos de asociación ilícita, en calidad de jefe para Edgardo Ávila, y miembros para el resto. 

El juez Pablo Pinto tuvo por formalizada la audiencia imputativa y dispuso la prisión preventiva efectiva por el plazo de ley para los cinco acusados.

Carbone los acusó –junto con personas todavía no identificadas– de haber formado parte de una asociación ilícita dedicada a la comisión de hechos delictivos con gran poder de fuego como tiroteos contra inmuebles y personas, amenazas, coacciones, extorsiones, usurpaciones –para instalar puntos de ventas de droga–; tráfico; tenencia, portación, compra, venta y distribución de armas, municiones, chalecos balísticos y demás material armamentístico. La Fiscalía no se descarta la autoría de otros hechos y maniobras que configuren otros delitos.

La organización contaba con roles, división de tareas al menos desde septiembre de 2022 al 7 de noviembre pasado, cuando se llevó a cabo un allanamiento y fueron detenidos algunos integrante. 


Roles

El interno Edgardo David Ávila es el jefe de la organización, aseguró Carbone. 

“Desde su celda imparte órdenes a los demás miembros de la banda. Opera desde el establecimiento penitenciario las 24 horas del día y ordena atentados con armas de fuego contra diferentes personas; elige a las personas que van a cumplir cada uno de los roles en los hechos, dispone el uso de armas de fuego de gran poder ofensivo y autos y motos. Además, organiza y administra la atención de búnkers de drog. y controla la recaudación”.

Ávila padre (58), señala la Fiscalía, tiene un rol de vital importancia para la consolidación y el funcionamiento de la banda: opera como nexo entre su hijo detenido y el resto de la organización. 

“Su tarea principal consiste en estar a disposición para distribuir las actividades delictivas a los diferentes miembros y proporcionar las armas de fuego a requerimiento de su hijo”, dice la acusación

Ojeda (50) es el proveedor de las armas de fuego, chalecos balísticos, municiones y demás material armamentístico

“Aprovecha su carácter de legítimo usuario de armas de fuego, proporcionado por la Agencia Nacional de Materiales Controlados (Anmac) para comprar legalmente no sólo municiones sino también las armas para luego entregarlas a Ávila padre para que las distribuya entre los restantes miembros de la organización para la ejecución de los hechos delictivos”, dice la imputación sobre este hombre con conocimiento de “fierros”.

Mieres (19), en tanto, oficia de brazo ejecutor de hechos como amenazas, coacciones y extorsiones, homicidios por encargo, balaceras y comercialización de estupefacientes. Cumple una labor fundamental dentro del esquema de la organización criminal, siendo el principal enlace entre las órdenes intelectuales de Edgardo David A. y la ejecución por parte de los autores materiales. Además, realiza la logística necesaria para llevar adelante lo ordenado y otras veces ejecutar de propia mano los hechos delictivos. 

El recluso Corvalán, tío del gatillero Mieres, “tiene pleno conocimiento de las actividades ilícitas ordenadas por el jefe y ejecutadas por su sobrino. Y con un celular se comunicaba con las víctimas de extorsiones y deudores para pactar el cese del hostigamiento a cambio de dinero. Entre sus tareas además se destacan el comercio de estupefacientes”.