Al gobernador Jorge Obeid le molestaba que lo “montonereen”. Le fastidiaba que en sus tiempos de gestión o campañas electivas le recuerden con preguntas sobre su pasado militante. Y usaba ese término para describir la molestia: “montonerear”. Integrante de Montoneros en los 70, el ex gobernador se guardó muchas de esas vivencias porque, según decía, prefería mirar para adelante: “No reniego de mi pasado, pero hablemos de los proyectos”.

Dos momentos de los 70. El 20 de junio de 1973 fue considerado el “bautismo de fuego” para un sector del peronismo que su líder cobijó hasta su muerte. La llegada de Perón al país, la disputa de las fuerzas peronistas de los lugares centrales del escenario y sus primeras filas. Una excusa para que la pelea fuera un episodio inspirador en la distribución del poder peronista.

El horror de la muerte, las armas, correr para salir vivo del bosque donde esperaban dos millones de personas a su líder exiliado después de 18 años. La masacre pudo ser peor. Pero fue lo suficientemente impactante como para definir el tiempo futuro.

El país encendía una mecha potente. Mientras el avión aterrizaba en Morón con Perón junto a su mujer Isabel, su hombre más influyente, el “Brujo” José López Rega, y el presidente Héctor Cámpora , en Ezeiza asesinaban a 13 personas, hubo más de 300 heridos y torturaron a muchísimos más. La derecha y la izquierda del peronismo se habían declarado, ante los ojos de todos, una guerra por el amor y las preferencias de Perón.

1 de mayo de 1974. El “General” en el poder (había ganado en las elecciones con el 62% de los votos), la violencia política tirando cuerpos en las calles cocidos con las balas militantes de la burocracia sindical y Montoneros. Las armas como herramientas de la lucha política. Cuando ese día, en pleno acto del Día del Trabajador, Perón trata despectivamente a Montoneros y sus columnas deciden retirarse de Plaza de Mayo estaba claro todo. Para Montoneros el Presidente tenía el Poder pero debía ser confrontado en la calle.

Hoy todos sabemos como terminó. Treinta mil desaparecidos y una masacre social, económica y cultural destinada no solo a ir contra esos militantes sino para instalar un plan horroroso.

Hoy, 46 años después

La interna del Frente de Todos (peronismo) expuesta por los dos actos del 24 de marzo por el Día de la Memoria es un deja vu peligroso. Hasta donde llegarán esas diferencias. Cristina Kirchner que para ganar las elecciones eligió a Alberto Fernández por sus virtudes en la moderación y el acuerdo, hoy lo detesta por esas mismas características. Y no quiere que decida nada de nada hasta el final del mandato.

Esta semana el Presidente que de su parte dijo que “no va a haber un solo gesto que rompa la unidad" pero insistió para remarcar su idea que "cuando me pidieron que me haga cargo de esto sabía que iba a tener que tomar decisiones y esperaba que me acompañaran, pero no me acompañaron".

El golpe político del Kirchnerismo a la gestión de Alberto Fernández arrancó el día después de su asunción. La pandemia, los tiempos de aislamiento, los problemas sanitarios evitaron que la infección avanzara con la rapidez en un cuerpo hoy visiblemente enfermo y desgastado.

"¿Cuál es la revolución? ¿La épica de las derrotas? ¿Qué hubiera pasado si caíamos en default?", les dijo esta semana el Presidente.

Los hombres más cercanos al sector potente de aquellos 70 (echados de la plaza por Perón) vaticinan una explosión política en menos de un mes. La oposición (La Cámpora) va por él. Lograrán la renuncia de Guzmán y con Alberto o sin Alberto intentarán hacer caer el acuerdo con el FMI. “Con la gente adentro, no aceptamos ningún ajuste contra nuestro pueblo”, le dijo el jueves pasado Máximo Kirchner al Presidente desde el set estudio de tele montado en la plaza.

Hay una frase de Marx que tanto usó Cristina en sus presidencias: "La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa". Claro que si todo explota el muro de contención será siempre el de un cuero ajeno a los que habitan esos despachos.