Robert Fico, el primer ministro de Eslovaquia, ha pasado a la historia como el primer líder de un país de la Unión Europea (UE) que ha sufrido un intento de magnicidio. Fue éste el capítulo más extremo de una oleada de agresiones a funcionarios que viene haciendo sonar las alarmas hace tiempo. La zona del euro está atravesada en estos momentos por campañas electorales para elegir a los 61 parlamentarios de los 720 que componen la Eurocámara. Es la elección más polarizada hasta ahora.

De los veintisiete países de la Unión Europea, Alemania es uno de los que más registra agresiones. Según la Policía Federal la violencia física o verbal contra funcionarios o representantes electos casi se ha duplicado en cinco años. Durante el 2023 se cometieron 2.790 delitos. Todavía subyace en la memoria colectiva el asesinato a Walter Lübcke en 2019, un político alemán pro-refugiados que falleció de un tiro en la cabeza en manos de un fanático neonazi. 

Fico resultó herido en el pecho y el abdomen en el marco de un ataque del que fue víctima en Gandlov.

Algo similar sucede en Francia donde las ofensivas se vienen incrementando en un 30 por ciento, año tras año, desde 2021. De esta ola tampoco escapan Países Bajos, Italia, Grecia o España. Esto está relacionado con que la política europea, ha atravesado un incremento en los discursos polarizantes, que provienen de fuerzas extremas ya sean de izquierda o de derecha. Las proclamas incendiarias fragmentan a la población, promueven el odio y atentan contra la paz que propone la democracia

Dependiendo del país, tanto oficialismo como oposición, pasaron a utilizar en sus oratorias un lenguaje político cada vez más desinhibido, agresivo y mundano que descalifica al opositor. De esta manera, legitiman la violencia y deslegitiman a su oponente que pasa a ser un enemigo a destruir. Es la agresión la que domina el escenario, en detrimento del intercambio libre de ideas -ese que a su vez muchos utilizan como insignia para decir las cosas más aberrantes- que es la base del sistema democrático. 

En el caso de Eslovaquia el agonizante primer ministro es un político complejo. Se autodefine como socialdemócrata, aunque defiende posturas abiertamente xenófobas y misóginas. Fico ha mostrado una postura crítica hacia la integración europea excesiva. También ha cuestionado las políticas migratorias del bloque: "No queremos ver una comunidad musulmana en Eslovaquia". Es aliado del cuestionado líder húngaro Viktor Orbán y -a contramano de la UE- se posiciona más cerca de Rusia que de Ucrania. 

El primer ministro eslovaco, Robert Fico. (EFE/EPA/Archivo/OLIVIER MATTHYS).

A diferencia de sus mandatos anteriores, en esta vuelta Fico logró el triunfo en octubre de 2023, con un discurso más radical. El mandatario populista, antioccidental y nacionalista, llegó a calificar a los periodistas de “prostitutos antieslovacos” y enemigos de la nación. Además ha intentado reformar los medios estatales, que según los críticos, le daría el control total del Ejecutivo sobre la televisión y la radio públicas. Esto sumado a su intento de eliminar un fiscal especial anticorrupción -que investigaba a su círculo cercano- generó multitudinarias manifestaciones.

Aunque la polarización social no es un fenómeno exclusivamente europeo. Fue puesto en el radar durante la presidencia de Donald Trump y se ha manifestado en diversas partes del mundo. Esta furia social se ha acrecentado tras el trauma de la pandemia de covid-19 que facilitó la radicalización de las ideas y el auge del movimiento antivacunas. En este entorno proliferaron las teorías de conspiración y los discursos de odio. 

Mientras tanto, este fin de semana la extrema derecha global se concentró  en Madrid en el evento “Europa Viva 24” organizado por el partido español Vox. Esta nueva derecha planta bandera, e intenta legitimarse a sí misma, con discursos antidemocráticos y con preceptos que son un peligroso caldo de cultivo en la sociedad. La polarización política es el combustible del cual se nutre ya que les allana el terreno, entre tanta polvareda que levantan, para mostrarse como seres iluminados, mesiánicos y salvadores cumpliendo con una misión proveniente de las fuerzas del cielo.

Javier Milei, con el líder de Vox, Santiago Abascal. (@VOX_ES - Archivo)

En este acto político el presidente argentino Javier Milei es la principal estrella. El libertario no ha dudado en utilizar recursos del estado nacional, y saltarse todo tipo de protocolo diplomático, para visitar un país sin encontrarse con las máximas autoridades de éste, como lo marcan las normas consuetudinarias. El principal objetivo del mandatario no es fortalecer las relaciones entre países sino promocionarse a sí mismo como líder de la derecha global. Mentir está entre las reglas, como quedó demostrado en su libro “El camino del libertario”, que la editorial decidió sacar de circulación.

Este evento dirigido por el presidente de Vox, Santiago Abascal, cuenta con la presencia del presidente de Chega y diputado portugués, André Ventura, el ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel y combate contra el Antisemitismo, Amichai Chikl, y el diputado chileno y líder del Partido Republicano, José Antonio Kast. También forman parte del movimiento la presidenta de Italia, Giorgia Meloni, la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, y el presidente de Hungría, Víctor Orban.

La tercera edición anual pretende estimular a la base de votantes de la derecha -y al potencial electorado- con una demostración de alianzas internacionales. Los temas que se ponen sobre la mesa fomentan la intolerancia y el odio y son ya conocidos: mensajes de rechazo al migrante, a la diversidad sexual, al aborto, a los derechos de las mujeres, a los derechos laborales, etc. Estos líderes reafirman un ideario occidental en el que se autoproclaman patriotas europeos y defensores del legado de las naciones con raíces judeocristianas.

Javier Milei presentó su libro "El camino del libertario" en Madrid.

En España, cuando Santiago Abascal dice cosas como “Habrá un momento en que el pueblo querrá colgar de los pies a Pedro Sánchez”, o cuando llama a los suyos para sitiar la sede socialista con gritos y amenazas de muerte, está llamando, sin preámbulos, a la violencia. Está creando en su propio país potenciales magnicidas. Este fin de semana el presidente del gobierno español ha escrito en sus redes sociales: "La internacional ultraderechista se reúne hoy en España con Abascal y Milei a la cabeza. Y lo hacen aquí porque España representa lo que ellos odian: feminismo, justicia social, dignidad laboral, Estado del bienestar y democracia”.

En tanto, el líder argentino apenas llegó a la península ibérica, ha dicho frases como "el cáncer del socialismo", la "aberrante" justicia social y los "rojitos". No sorprenden. Son fieles a su estilo y siguen las características descritas arriba. Cuando Milei llama a los opositores “zurdos de mierda”, “parásitos”, “basura”, o cuando dice "El feminismo es un cáncer", "El Estado es un enemigo del progreso" o "El aborto es un asesinato", no está llamando a la paz social. Está incitando al odio y la intolerancia. 

Todos estos dichos y hechos que se han detallado conducen, sin bifurcaciones e irremediablemente, a una frase de la sabiduría popular que reza “Quien siembra odios cosecha tempestades”.