Seria, sin aplaudir durante el discurso del presidente Mauricio Macri en el acto que realizó en el club Ciclón de la zona sur de Rosario por el Día de la Bandera y con gestos de evidente incomodidad, la intendenta Mónica Fein cumplió con su presencia institucional pero no ocultó su molestia.

En la previa, no estaba claro que la jefa del Palacio de los Leones asistiera al encuentro paralelo que organizó Presidencia de la Nación. Fein había estado en la también deslucida y breve ceremonia del Monumento y si bien estaba invitada, no hubo confirmación de su presencia.

Sin embargo, a las 11 en punto, cuando comenzó el acto dentro del gimnasio del Ciclón, Macri empezó a hablar en el centro de la cancha de básquet y quedó flanqueado unos pasos atrás por Fein y por la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.

En su discurso, interrumpido dos o tres veces con aplausos, el presidente no habló de Manuel Belgrano sino de “las mafias” y nombró varias veces a “los Moyano, Hubo y Pablo”. Fein no aplaudió. Siguió muy seria, con las manos cruzadas delante del cuerpo y con claros gestos de incomodidad (uno de ellos ilustra esta nota). Como si quisiera transmitir ese mensaje con su cuerpo.

Al final de las palabras del jefe de Estado, cuando se dio el aplauso más prolongado, Fein demoró en sumarse –quizás hasta dudó en hacerlo–, pero prevaleció el protocolo y golpeó cuatro veces las manos. Recibió una placa de Macri y lo saludó con un beso. Solo sonrío cuando abrazó a la presidenta del club.

Fue el último acto del Día de la Bandera como intendenta y, por razones difíciles de explicar para todos los actores, ocurrió a cuatro kilómetros del Monumento, sin público.