¿Alberto Fernández, Sergio Massa, un gobernador, algún tapado que viene corriendo de atrás y en silencio? Quién o quiénes serán las cartas de futuro del Frente de Todos en 2023. La pregunta puede sonar apresurada, más cuando las tensiones internas ponen en riesgo el futuro de la coalición peronista, pero es muy pertinente teniendo en cuenta que el gobierno atravesó la mitad del mandato y está recorriendo la etapa descendente. El futuro y el presente se retroalimentan en política. El presente construye el futuro de un candidato o fuerza política; y la necesidad de tener un futuro condiciona el presente. Esto es que lo domina las discusiones por el entendimiento con el FMI dentro del oficialismo. El futuro mismo. Es lo que muchos temen: que las condiciones que impone el organismo en ese acuerdo debiliten o anulen las chances de que el Frente de Todos sea reelecto.

Alberto Fernández es el único de los candidatos, por obvias razones, que depende de su propio resultado para ser candidato en 2023. Con la pandemia quedó en segundo plano, si la economía creciera y el acuerdo con el FMI no provocase una crisis, ya sea política o económica, la candidatura a la reelección será una posibilidad firme.

El presidente trabaja por ese objetivo y dio luz verde para armar y moverse en ese sentido. Desde diciembre, sus hombres más cercanos configuran la identidad de un espacio propio. Es un giro sobre su negativa en los dos primeros años de gestión para evitar cualquier movimiento que Cristina Fernández pudiera interpretar como un desafío o provocación.

Para algunos es un movimiento táctico demasiado tardío, aunque el contexto es muy dinámico. El presidente no contaba con la ayuda de Máximo Kirchner y su renuncia a la jefatura de la bancada de Diputados. Una silla vacía es un espacio a ocupar. Alberto no tardó más que unas horas en quedárselo, para lo cual empoderó, por decisión propia, al santafesino Germán Martínez. No es sólo Martínez, es el presidente asumiendo ese espacio y La Corriente de la Militancia como socio activo del proyecto. Como el jefe político del espacio es Agustín Rossi, el armado del presidente tiene garantizada una primera pata santafesina.

¿Puede ser Alberto el candidato a la reelección sin ser el candidato puesto por Cristina como en 2019? Los movimientos del presidente van en sentido de torcer esa historia, no para prescindir de Cristina, porque ni su imagen personal ni su gobierno están en condiciones de prescindir de nadie, menos de la vicepresidenta, sino de fortalecerse para negociar desde otra posición a reconfiguración de la sociedad mutua de necesitados que es el Frente de Todos para intentar retener el poder el año próximo.

A su vez, tampoco Cristina parece tener a simple vista un o una candidata a la presidencia por fuera de ella misma. No hay que olvidarse que su magistral jugada de 2019 le permitió regresar al poder, pero al mismo tiempo significó admitir que el rechazo que aglutina enfrente es superior al de las adhesiones.

En este punto cabe preguntarse si podría sacar de la galera un nuevo Alberto Fernández para enfrentar al Alberto Fernández en una primaria o reemplazarlo. Improbable. El efecto sorpresa pasó y los márgenes de acción son distintos cuando se es gobierno que desde afuera. Además ¿quién sería? La idea primigenia que imaginaron sectores kirchneristas de un rápido ascenso de Axel Kicillof desde la gobernación bonaerense a la Casa Rosada pierde sustento a medida que pasa el tiempo. Y el tenaz Sergio Berni, que todo el tiempo recuerda que algún día quiere ser presidente, cortó el cordón umbilical con el kirchnerismo.

Da la impresión que Berni saltó del barco viendo lo evidente: el kirchnerismo se repliega cada vez más sobre el conurbano bonaerense, y eso limita la penetración en electorados más amplios a quienes, como él, representan espacios más amplios que el kirchnerismo puro y duro. Si Cristina buscó un candidato no kirchnerista para recuperar el gobierno porque a ella no le alcanzaba, ¿por qué le alcanzaría a otro candidato kirchnerista?, se debe preguntar Berni. 

Cristina podrá tener limitaciones a la hora de pelear por la presidencia, pero sigue siendo la figura central de la política argentina. A lo que no va a renunciar es a un lugar de influencia para ella y su espacio, ya sea desde el interior de la alianza gobernante como es ahora, o replegada sobre el poder territorial en caso de ruptura o se pierdan las elecciones. 

Una Massa de candidato

El político con inocultable ambición por ser candidato es el presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa. Su objetivo es explícito hace años, aunque en esta etapa juega un papel más aplomado que en otros tiempos, cuando todo era alta exposición y protagonismo. 
En la actualidad la acumulación de poder va por otros carriles. Construyó sólidos canales de diálogo con Máximo Kirchner y trabajó a la par del presidente para cuidar los equilibrios internos con Cristina. Lo hizo no como albertista, sino desde su lugar de socio accionista del Frente de Todos. Conserva autonomía y liderazgo, y de las tres figuras centrales podría decirse que es el que menos desgaste sufrió en estos primeros dos años de gobierno. Su imagen personal se mide en términos de presidente de la Cámara baja; y su línea de gestión por la labor en el Ministerio de Transporte que su gente maneja de punta a punta.

Massa tiene un amplio nivel de conocimiento, por lo tanto no es ese un factor que lo obligue a apurar decisiones. Por ahora se dedicará a medir qué vuelo tiene –si lo tiene– el intento del presidente de ir por la reelección. Su misión inmediata es garantizar la aprobación del acuerdo del FMI en marzo, para lo cual tendrá mucho trabajo, más si el proyecto entra por la Cámara de Diputados.

Gobernadores out

Las elecciones de 2021 no sirvieron para la instalación de una figura presidenciable proveniente de una provincia gobernada por el peronismo a diferencia de lo ocurrido en Juntos por el Cambio, donde las urnas elevaron a los radicales Gerardo Morales, el correntino Valdez o el porteño Rodríguez Larreta. Los mandatarios justicialistas perdieron, en su mayoría, y los que ganaron fue con márgenes muy ajustados y performances flojas. Salvo el formoseño Gildo Insfrán, pero en esta no cuenta.

El golpe electoral le restó vuelo a cualquiera de los gobernadores en términos personales, pero también a la movida que venían gestando algunos de ellos para que el resultado les permitiera plantarse con condiciones al gobierno nacional y a la vez como trampolín nacional. Como ninguno salió bien parado, sumado a las dificultades que tienen para instalarse en la escena nacional, en las actuales condiciones la posibilidad de generar un candidato propio resulta endeble.

15 meses en la política Argentina son una quimera. Cuando llegue el momento de definir candidaturas, para tener chances hay que estar en la carrera. Luego las circunstancias y las relaciones de fuerza dirán lo suyo. Todos los que tienen aspiraciones trabajan en ese sentido. Incluso el embajador en Brasil Daniel Scioli, que no entra en el radar de nadie, pero él se mantiene a corta distancia. Va a la Costa Atlántica a hacerse ver y sacarse fotos en lugar de las playas de Río o Bahía, y junta empresarios para hablarles de planes de negocios con el país vecino. Quién dice. Quizás dentro de un año el viento cambia y le da la revancha.