Los llamados "ataques de pánico" o crisis de ansiedad en la infancia constituyen una de las problemáticas cada vez más frecuentes. Por este motivo, expertos indican que es clave conocer de qué se trata y cómo reaccionar ante estos episodios. Asimismo, atender a lo necesario para su prevención.
Crisis de ansiedad
“Una crisis de ansiedad o ataque de pánico se caracteriza por la aparición repentina de un miedo intenso y síntomas físicos como palpitaciones, sudoración, temblores, dificultad para respirar o sensación de pérdida de control", explican desde la Universidad Hospital Italiano de Buenos Aires.
Dicho episodio merece atención, sobre todo cuando se da en forma repetitiva generando preocupación tanto en el niño como en su entorno.
En los más pequeños, los signos de alerta pueden incluir preocupación excesiva, problemas de sueño, irritabilidad, dolores de cabeza o de estómago, dificultad para concentrarse, llanto sin causa aparente, berrinches recurrentes, cambios de humor frecuentes y apego excesivo hacia los padres. También pueden evitar situaciones o espacios que les generan ansiedad o presión, o dejar de realizar actividades que antes disfrutaban.
Si bien no hay un hecho puntual que podría desencadenar este tipo de episodios, el entorno juega un rol fundamental: “La sobreexposición a pantallas, agendas escolares recargadas, presión por el rendimiento, exceso de actividades y un contexto familiar o social con alto nivel de estrés —donde todo debe ser ‘producción, eficacia y eficiencia’— predisponen a los niños a este tipo de crisis. Las conductas y sensaciones ansiógenas se transmiten de manera inconsciente cuando compartimos tiempos y actividades con personas que viven de esa manera. Los chicos escuchan, observan y absorben esa ansiedad”.
Qué hacer frente a un episodio de crisis de ansiedad:
-Hablar en tono amable y pausado.
-Llevar al niño a un espacio tranquilo y evitar el ruido.
-Ayudarlo a respirar lentamente hasta recuperar el aliento.
-Ofrecerle un vaso de agua.
Prevención desde casa
En cuanto a recomendaciones desde una perspectiva preventiva, los expertos sugieren revisar la cantidad de actividades que realizan los más chicos, garantizar tiempos de descanso y juego sin pantallas, y moderar los cambios constantes de ambiente.
“Los niños reproducen lo que ven a su alrededor. Si queremos que bajen el ritmo, el entorno también debe desacelerarse”, expresaron.
En tal sentido, la problemática requiere más que una solución inmediata. Obliga a revisar los propios hábitos, rutinas y desde qué lugar los adultos acompañan y dan el ejemplo. En tal sentido, es importante implementar cambios graduales, sostenibles y compartidos, para entender que el bienestar emocional de los pequeños se construye en comunidad.
La escucha atenta, el tiempo de calidad y la reducción de exigencias pueden marcar la diferencia, reservando la medicación como último recurso y siempre bajo supervisión profesional.
Fuente: NA.



