A diferencia del eustrés o estrés positivo, el distrés o estrés negativo es aquel estado de preocupación o tensión mental que oficia como respuesta a amenazas u otros estímulos, y también es vivenciado por las y los más pequeños. A su vez, si bien cada uno reacciona de forma diferente a las dificultades presentadas, culturalmente se suele avalar o silenciar -según cada costumbre- lo que sucede emocionalmente. 

Sumado a ello, algunas señales de estrés suelen no ser evidentes y, por tal motivo, desde Unicef ofrecieron una lista de cuestiones a tener en cuenta según la edad de cada niño o niña.

Reacciones comunes al estrés en los niños y niñas

Muchos de estos síntomas suelen ser temporales y son reacciones normales al estrés. Sin embargo, si persisten, el niño puede necesitar apoyo de un especialista.

0-3 años:

-Mayor necesidad de estar cerca de los cuidadores.

-Regresión del comportamiento.

-Cambios en los hábitos alimenticios o del sueño.

-Aumento de la irritabilidad.

-Aumento de la hiperactividad.

-Temores intensos.

-Berrinches más frecuentes.

-Llantos más frecuentes.

4-6 años:

-Necesidad de estar cerca de los adultos.

-Regresión del comportamiento.

-Cambios en los hábitos alimenticios o del sueño.

-Aumento de la irritabilidad.

-Dificultades para concentrarse.

-Disminución de la actividad o exceso d. o actividad.

-Pérdida de interés por el juego.

-Deseo de asumir papeles de adulto.

-Mutismo.

-Ansiedad o aumento de la ansiedad.

7-12 años:

-Retraimiento.

-Preocupación por otras personas afectadas por un acontecimiento concreto.

-Cambios en los patrones de alimentación o del sueño.

-Temores exacerbados.

-Aumento de la irritabilidad.

-Agresividad.

-Agitación.

-Deterioro de la memoria y la concentración.

-Síntomas físicos/psicosomáticos.

-Evocación frecuente del suceso o realización de juegos repetitivos.

-Sentimiento de culpa.

13-17 años (adolescentes):

-Tristeza intensa.

-Preocupación excesiva por los demás.

-Sentimiento de vergüenza y culpa.

-Mayor cuestionamiento de la autoridad.

-Mayor asunción de riesgos.

-Agresividad.

-Comportamiento autodestructivo.

-Sensación de desesperanza.

Todas las edades – Reacciones físicas

Como estos síntomas también pueden constituir un indicio de una dolencia física, se recomienda que un médico examine al menor para descartar cualquier causa de este tipo.

-Fatiga.

-Sensación de opresión en el pecho.

-Dificultades para respirar.

-Boca seca.

-Debilidad muscular.

-Dolor de estómago.

-Mareos.

-Temblor.

-Dolores de cabeza.

-Dolor genérico.

Señales de alerta preocupantes, que no se deben pasar por alto si se mantienen. Si estos síntomas persisten, el niño o niña necesitará apoyo especializado:

-Retraimiento, reserva e inmovilidad.

-Miedo en presencia de otros.

-Mutismo.

-Preocupación extrema y constante.

-Síntomas físicos de malestar: temblores, dolores de cabeza, pérdida de apetito, tensión y dolor.

-Agresividad, voluntad de dañar a otros.

-Confusión o desorientación.

Actividades para reducir el estrés de los niños y niñas y promover su bienestar

Estas actividades pretenden reducir el estrés de los niños, ayudarlos a sentirse mejor y ofrecerles un mecanismo para gestionar positivamente sus emociones

Respiración abdominal:

A menudo, cuando estamos estresados, nuestra respiración se vuelve superficial y tiene lugar en la parte superior de la caja torácica en lugar del vientre o el abdomen, mientras que la respiración abdominal tiene un efecto calmante y nos ayuda a oxigenar los pulmones.

Instrucciones: Colocar la mano en el estómago; inhalar profundamente por la nariz durante 5 segundos y exhalar profundamente por la boca durante 5 segundos; repetirlo 5 veces. Con los niños y niñas, se puede utilizar la imagen de un globo: cuando inhalan, inflan su vientre como un globo, y cuando exhalan, el globo se desinfla lentamente.

Mi refugio:

Tomarse unos momentos para imaginarse en un lugar tranquilo puede ayudar a reducir el estrés. A continuación, una actividad que ayudará a los pequeños a visualizar ese refugio:

Instrucciones: Sentarse o acostarse en una posición cómoda, cerrar los ojos y relajarse; inhalar profundamente por la nariz, expandiendo el vientre. Exhalar por la boca. Continuar respirando lenta y suavemente, inhalando y exhalando por un buen rato. Escuchar la siguiente historia y dejarse guiar por las palabras: “Imaginá que estás en una playa de arena blanca. Todavía es temprano y todo está tranquilo. El sol está saliendo lentamente, y puedes sentir el calor de los rayos en tu cara y en tu cuerpo. Sentís alegría y tranquilidad. Bajo tus pies descalzos la arena es suave y cálida. Una ligera brisa acaricia tu cara. El cielo es azul y claro, y los pájaros vuelan y cantan por encima tuyo. Es un lugar seguro, un lugar donde podés relajarte. Es un lugar al que siempre podés volver, porque siempre estará ahí en tu corazón. Podés ir allí cuando quieras. Ahora, muy lentamente, empezá a prestar atención a tu respiración de nuevo, al suave ritmo de tus inhalaciones y exhalaciones. Sentí el aire en tu piel. Comenzá a mover muy suavemente los dedos de las manos y de los pies. Respirá profundamente y estírate. Exhalá profundamente. Cuando quieras, abrí los ojos.”

Escritura de cartas:

Si extraña a algunos de sus amigos, amigas o familiares, se le puede proponer que escriba una carta para ayudar a reconectar y compartir cosas con un ser querido, incluso a la distancia.

Instrucciones: Pedirle que escriba una carta o haga un dibujo para alguien a quien no han visto en mucho tiempo. ¿Qué querrías decirle a esta persona si estuviera acá? ¿Qué te gusta o apreciás de ella? ¿Qué te hace sonreír cuando pensás en ella?

 

 

Fuente: UNICEF.