“El diálogo en psicoterapia nos lleva a pensar el ejercicio de la misma”, comenzó diciendo el profesional, para agregar: “El diálogo refleja un cambio que se está dando desde hace tiempo en la psicoterapia profunda o psicoanalítica, donde ha habido como un cuestionamiento, o un replanteo del modo de cómo establecer la psicoterapia.

En la terapia tradicional, el paciente expone sobre sus conflictos, sobre el problema que lo trae a la consulta y el terapeuta como experto, a su momento interviene interpretando lo que el paciente le ha expuesto. A su vez, el paciente intentará vencer la resistencia a los que el terapeuta le propone y usar esas herramientas como el modo de resolver sus conflictos.

Se entabla así una relación donde hay una persona con problemas y el experto que escucha y hace devoluciones para que el paciente las pueda usar para corregir conductas.

Desde la perspectiva relacional, que es la que propone el diálogo clínico, si bien al profesional se lo reconoce como alguien formado, no es el ´el dueño de la verdad´. Lo que el terapeuta debe hacer es ayudarlo al paciente “a ver lo que le pasa” desde su propia perspectiva, para que pueda construir el significado de aquello que ha pasado a ser ´su problema´, diferente a cómo lo ha estado viendo hasta este momento desde las características de su personalidad que le son complicadas, de las relaciones que se reiteran en círculos viciosos, de los conflictos que no puede resolver. Las características del paciente influyen en ese diálogo, al que debemos encuadrar dentro del contexto familiar, social, cultural y del país donde vivimos, todo lo cual, además, impacta en nuestra forma de entender, de procesar, de manejar y de resolver los conflictos que tenemos.

¿Cómo es el inicio de este diálogo?

La terapia que sustenta este enfoque relacional, deja de lado el diván ya que desde esta terapia importa mucho la comunicación en su acepción amplia: verbal, postural, gestual, tonos de voz, lo que comunicamos más allá de lo dicho y las ideas en las cuales sustentamos lo expresado. El terapeuta recorre junto al paciente sus dificultades para comprender su narrativa. Toda la riqueza que nos ofrece esta comunicación, en el diván, buena parte de ella, se pierde.

¿Qué es lo que nos impide poder dialogar en plano de igualdad con el otro?

En primer lugar: creer que alguien es dueño de la verdad. El espíritu del diálogo requiere que podamos ESCUCHAR al otro. Esto significa disponernos a escuchar con atención, con sensibilidad, ejerciendo empatía, esforzándonos para entender cómo el otro piensa. Comprender mutuamente sus respectivas perspectivas. Y que ambos puedan considerar el problema, el conflicto, desde una óptica superadora. Eso es el diálogo.

¿La crisis actual se sustenta en la imposibilidad del diálogo con el otro?

Claro. Por supuesto que sí. Esto no es patrimonio exclusivo del paciente. Muchas veces es el terapeuta el que permanece encerrado en su teoría. En general recurren a argumentos ortodoxos, fuertemente dogmáticos. Y lo que le sucede al paciente es que la vida es compleja, las relaciones se complejizan también; y esto no puede ser explicado por una sola teoría, una sola forma de ver las cosas. Hoy, en el mundo existen corrientes muy fuertes, tendencias muy fuertes que ven e interpretan los problemas complejos con aproximaciones simplistas y polarizadas y por eso, entre otras cosas, se va perdiendo el diálogo.

Por lo que hoy se hace perentorio difundir el espíritu del diálogo, imprescindible para resolver los problemas complejos que nos afectan, en todo el orbe.

¿Qué recomendaciones les daría a las personas?

Que estén dispuestos a escuchar. Que sepamos que podemos ser ESCUCHANTES. Esta palabra me parece maravillosa. Este neologismo que acuñó Paco Maglio, médico, antropólogo y maestro quien hablaba del escuchatorio para contrarrestar el clásico interrogatorio. Esto nos ayudaría a distinguir entre el oyente que escucha pasivamente del escuchante, con escucha activa, que lo obliga a involucrarse y que lo predispone a la comunicación. Nuestra tarea es recrearla a la palabra y que se haga práctica a través de actos concretos.

En el diálogo clínico lo que hacemos los terapeutas es recrear los significados de las palabras. Y esto se logra favoreciendo el diálogo.

En síntesis; saber reconocer que no somos dueños de la verdad, que debemos escucharnos con atención y respeto. Ambas partes debemos abrir nuestras mentes por medio del diálogo, en un ida y vuelta. Estimulando la reflexión, la apertura y no tratando de imponer “nuestra verdad”. Debemos tener en cuenta que el modo de dialogar importa tanto como el fondo del mismo, para lo cual el diálogo debe ser PACIENTE, SOSTENIDO Y RESPETUOSO.

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Consultorio, Alvear 1478, 3er Piso, Rosario