El kéfir es una bebida fermentada que muchos profesionales recomiendan debido a sus distintos beneficios para nuestro cuerpo, generados por su composición microbiológica diversa.

Se estima que tiene por lo menos 6.000 años de antigüedad, y su consumo nos ayuda con la digestión de los alimentos, estimula el sistema inmunológico y puede ayudar a controlar la inflamación intestinal y a evitar infecciones.

Un punto importante es que el kéfir tiene un rol más preventivo que terapéutico, por lo que hay que verlo más como un alimento que como un medicamento.

Aunque es un alimento lleno de beneficios, ciertas personas deben moderar o evitar su consumo para evitar complicaciones en su estado de salud, y consultar con un médico o nutricionista si quieren probarlo.

El kéfir no se recomienda para personas intolerantes a la lactosa, con sistema digestivo sensible o debilitado, inmunodeprimidas o con daños en la mucosa intestinal. 

¿Qué contiene?


Los valores nutricionales del kéfir varían enormemente en función de su origen (de leche, de agua, etc.). Sin embargo, todos ellos tienen en común un potente contenido en probióticos.

Si se prepara con leche es rico en bacterias beneficiosas, en calcio, proteínas y vitaminas del grupo B, con la ventaja de que en esta bebida se reduce el contenido en lactosa, transformándola en ácido láctico y evitando así intolerancias. 

Además de su gran contenido en calcio, el kéfir es rico en vitamina K2, que se ha probado eficaz a la hora de absorber el mineral y convertirlo en masa ósea.

También contiene, en menor medida, vitaminas A, D y biotina, y minerales como el potasio y el fósforo. 

Por otra parte, los gránulos de kéfir contienen unos 400 millones de microorganismos por gramo, de los que más o menos la mitad son bacterias de tipo Lactobacillus que protegen al organismo de bacterias dañinas. También contiene un polisacárido insoluble llamado kefiran, el cual funciona como un potente antimicrobiano natural.

Cómo prepararlo


El kefir casero requiere 100 gramos de gránulos donados por otra persona (es recomendable asegurarse de que el donante tiene un historial de consumo seguro), un litro de agua filtrada o leche a temperatura ambiente y dos cucharadas de azúcar (preferentemente mascabo). También se le pueden agregar higos o ciruelas pasas.

Para elaborarlo hay que mezclar todos los ingredientes en un frasco, taparlo con usa servilleta y una goma para que respire y dejarlo fermentar durante 48 horas en un lugar oscuro y seco. Una vez cumplido ese plazo, ya puede colarse y consumirse, y para conservarlo debe guardarse en la heladera. 

Una vez completado el proceso de fermentación, el kéfir debe colarse y conservarse en heladera.

Algo importante que se debe tener en cuenta en todo momento son las condiciones de higiene y seguridad, para evitar cualquier riesgo de contaminación. Si algún nódulo toma una coloración amarilla se debe desechar.

En ese sentido, lo mejor es evitar utensilios de metal, incluido el colador, ya que los nódulos y la leche o agua kefirada tienen un pH ácido y pueden reaccionar con los metales. En su lugar se recomienda utilziar elementos de plástico y extremar su limpieza.