No importa el cariño y la atención que hayamos puesto en cuidar nuestro teléfono para extender su vida útil al máximo, inevitablemente, llegará un momento en que su uso se volverá insostenible. La batería durará unas pocas horas diarias y, sobre todo, se pondrá exasperadamente lento. Algo tan simple como abrir una aplicación o intentar tomar una foto llevará largos y tediosos segundos, durante los que nos encontraremos una y otra vez luchando contra la molesta frustración tecnológica y el irrefrenable deseo de utilizarlo como objeto arrojadizo.

Ese dispositivo, que alguna vez fue rápido y eficiente, ahora se ha vuelto un aparato prácticamente inútil, incapaz de mantenerse a la par de nuestras necesidades tecnológicas diarias. A pesar de nuestra reticencia a separarnos de un compañero fiel -y desembolsar una buena suma de dinero- llegó el momento de decirle adiós. Es hora de una actualización ineludible, de dar el paso a una nueva generación de tecnología que devolverá la fluidez y la velocidad a las múltiples interacciones diarias que tenemos con nuestro smartphone.

Si bien en algunos casos es posible prolongar el tiempo de funcionamiento del teléfono mediante algunas reparaciones sencillas, como reemplazar la batería o la pantalla, esto podría resultar poco práctico en términos económicos, especialmente si el dispositivo ya tiene muchos años de antigüedad.

Hoy es rápido y eficiente. Mañana será un ladrillo obsoleto

Dependiendo de los cuidados, la vida útil de un teléfono suele promediar los 3 años, estirándose incluso hasta 5 o más años en los modelos de gama más alta. No obstante, pasado este tiempo, no recibirá más actualizaciones de seguridad, lo que nos expone a ser potenciales víctimas de malware y ciberdelincuencia. Por lo tanto, aunque el celular pueda seguir funcionando correctamente, su incapacidad para mantenerse seguro lo convierte en un riesgo considerable para la seguridad de nuestra información personal. En consecuencia, el cambio es inevitable.

Uno de los primeros aspectos a considerar es el presupuesto con el que contamos. No es ninguna novedad que los teléfonos están disponibles en una enorme gama de precios, que van desde los 50 dólares para un modesto Alcatel 1 Ultra, hasta los 1.700 dólares del iPhone 15 Pro Max de 1 TB de almacenamiento. Entre estos dos extremos, desde el piso de la gama baja al techo de la gama alta, encontraremos una variedad descomunal de opciones, por lo que definir cuánto estamos dispuesto a gastar es fundamental. Esta cifra funcionará como una guía, ayudando a evitar decisiones impulsivas o gastos excesivos que puedan resultar inadecuados para nuestras circunstancias financieras particulares.

Un celular de gama alta puede tener una vida útil de más de 5 años

En algunas ocasiones, puede parecer tentador saltar de la gama media a la alta ahorrando algo de dinero comprando un equipo usado. Sin embargo, esto puede ser un verdadero salto al vacío, especialmente cuando no conocemos al dueño anterior. ¿El aparato mantiene la batería o la pantalla originales? ¿Fue reemplazado algún módulo? Es importante tener en cuenta que un teléfono que ha sido reparado pierde la estanqueidad que traía de fábrica, ya que al desarmarlo se rompe el sellado que lo protege de la entrada de líquidos y polvo. Si accidentalmente exponemos el celular al agua o la humedad, el dispositivo puede sufrir daños internos, como cortocircuitos o sulfatación, incluso si tiene una certificación IP67 o IP68. Por lo tanto, antes de adquirir un equipo usado, es esencial considerar su historial de reparaciones y mantenimiento para evitar sorpresas desagradables en el futuro.

Una vez establecido el presupuesto, llega el momento de enfocarse en el uso que le vamos a dar. En este punto, es imprescindible considerar detenidamente cuales son nuestras necesidades reales, para evitar pagar inútilmente por características o funciones que nunca aprovecharemos. Por ejemplo, si solo utilizaremos el teléfono para comunicación básica como llamadas y WhatsApp, no tiene mayor sentido invertir en un celular tope de gama equipado con LiDAR y 512 GB de almacenamiento.

Como es sabido, no todos los teléfonos tienen las mismas cualidades ni ofrecen el mismo rendimiento, por lo que debemos tener en cuenta aspectos como el procesador, la memoria, la pantalla, el espacio de almacenamiento, las cámaras, la batería y la resistencia al agua y al polvo. Estos elementos influyen en la velocidad, la capacidad, la calidad de imagen, la autonomía, la durabilidad y sobre todo, en el precio.

Un teléfono que ha sido reparado pierde la estanqueidad

Por ejemplo, si queremos un teléfono para tomar fotos y vídeos con la mejor calidad posible, debemos buscar uno que se destaque por las cualidades de la cámara, integrando un sensor de gran resolución, la mayor apertura disponible, zoom óptico y estabilizador óptico de imagen. Respecto a este punto, hay que tener presente que más megapíxeles no significan necesariamente mejores fotos, y que el software también juega un papel crucial en el resultado que obtendremos tras cada disparo, sobre todo en condiciones lumínicas desfavorables.

Si nuestra intención es utilizar el teléfono para jugar o reproducir contenido multimedia, tendríamos que considerar uno con una pantalla grande y cómoda, con la más alta resolución posible y una elevada tasa de refresco. En este caso, es determinante prestar atención a la capacidad de la batería, medida en miliamperios-hora (mAh), ya que esta cifra indica cuánta energía eléctrica puede almacenar y suministrar. A mayor cantidad de mAh, mayor es la capacidad de la batería y, en teoría, mayor es la autonomía del celular.

Si lo que buscamos es un teléfono para trabajar o ejecutar varias aplicaciones simultáneamente, deberíamos enfocarnos en uno que tenga un procesador potente, mucha memoria RAM y un buen espacio de almacenamiento. La memoria RAM almacena temporalmente los datos que el procesador necesita para ejecutar procesos y aplicaciones, y en gran medida, cuanta más RAM tenga el teléfono, funcionará de manera más rápida y fluida, sin que se cuelgue o demore al abrir o cambiar entre apps. La RAM también influye en el rendimiento de los juegos, la multitarea, la navegación web y otras actividades, por lo que es un elemento que determinará el comportamiento de tu dispositivo y tu experiencia en general.

Evitemos gastar en características que nunca aprovecharemos

Una vez que hayas encontrado algunos modelos que te gusten en función a tus necesidades, llega el momento de la lectura. Es indispensable invertir una buena cantidad de tiempo leyendo reseñas y comparaciones entre las diferentes opciones que seleccionamos. Esto permitirá cotejar las características, el rendimiento y las experiencias de otros usuarios para tomar una decisión lo más informada posible. Las opiniones de otros clientes pueden ayudarnos a encontrar problemas potenciales en algunos modelos específicos, como defectos de software o hardware. Tomarse el tiempo para anticiparnos a estos posibles inconvenientes no solo puede ahorrarnos más de un dolor de cabeza, sino que también evitará la desagradable sensación de haber realizado una compra equivocada.

Cuando nuestro smartphone se vuelve obsoleto y es hora de buscar un reemplazo, es fácil dejarse llevar por el impulso de adquirir un dispositivo que, al igual que la ropa o los autos, proyecte una posición social subjetiva a través del elitismo tecnológico. La elección de un nuevo teléfono debería estar basada en nuestras necesidades reales y en el uso que pensamos darle día a día, sin embargo, muchas veces terminamos pagando por prestaciones y capacidades que realmente no aprovechamos. La realidad es que, para la gran mayoría de las personas, un modelo de gama media es más que suficiente para el uso diario. Por eso, a la hora de renovar el equipo, evitemos gastos innecesarios y paguemos por un teléfono, no por status.