En octubre de 2023, el Parlamento del Reino Unido promulgó la Ley de Seguridad en Línea (Online Safety Act), una iniciativa impulsada originalmente por el gobierno de Boris Johnson en 2021 como parte de su agenda legislativa. La norma, que entró en vigencia el pasado 25 de julio, busca proteger a los menores de los contenidos nocivos de internet, especialmente del acceso a la pornografía, pero también el bullying, el grooming y los discursos de odio. Bajo ese amplio paraguas de lo que las autoridades consideran dañino para los niños, también se incluye material que promueva trastornos alimenticios, autolesiones, suicidio y otros temas sensibles.

A partir de ahora, todas las plataformas y sitios que ofrezcan contenido para adultos deberán verificar que el usuario tenga más de 18 años antes de permitirle el acceso. Esta obligación no se limita solo a páginas pornográficas, el catálogo de servicios es tan amplio que abarca redes sociales como Facebook, Instagram, X o TikTok; servicios de mensajería como Discord, WhatsApp, Telegram y Reddit; y hasta entornos de gaming como Steam, Xbox Live, Roblo. y PlayStation Network. En resumen, no solo afecta a plataformas con contenido generado por el usuario, sino también a cualquier espacio donde se produzcan interacciones sociales.

El Parlamento británico, donde se aprobó la controvertida Ley de Seguridad en Línea

Ya no alcanza con la confianza ni con hacer clic en el clásico botón de “Soy mayor de 18 años”, y las páginas y apps visitadas por usuarios británicos deben incorporar controles de edad estrictos para garantizar una verificación precisa. La ley faculta al ente regulador de comunicaciones (Ofcom) a aplicar multas de hasta 18 millones de libras o el 10% de los ingresos globales de la empresa, lo que sea mayor, incluso pudiendo ordenar el bloqueo total en el país en casos de infracciones graves o reiteradas.

Si bien no establece un sistema único de verificación, la ley enumera una serie de métodos posibles que las empresas deben aplicar, entre ellos.

-Escaneo facial mediante IA: El usuario muestra su rostro a partir de un video en vivo y un algoritmo estima su edad a partir de sus rasgos. Se asegura que las imágenes capturadas no se almacenan tras la verificación, enviando al sitio web solo el resultado (mayor de edad o no).

-Verificación con documento: el usuario sube una foto de un documento oficial (DNI, pasaporte, carnet de conducir) junto a una selfie, para que el sistema contraste ambos y confirme la mayoría de edad.

-Comprobación mediante tarjeta de crédito o datos bancarios: Como solo los adultos pueden tener cuentas bancarias, algunas plataformas pueden verificar la edad a través de esta información.

-Estimación de edad vía correo electrónico: el proveedor de servicios de validación etaria verifica la antigüedad de la dirección de mail y los servicios a los que está vinculada (suscripciones, bancos, etc), para deducir si corresponde a un adulto.

La verificación de edad alcanza a redes sociales, mensajería y videojuegos

Estos controles no son realizados directamente por las plataformas o los sitios web, sino por empresas especializadas en verificación de edad, una industria relativamente nueva que a partir de leyes como la del Reino Unido y la Ley de Servicios Digitales europea, crece a un ritmo fenomenal. Por ejemplo, la firma británica Yoti ya superó los 850 millones de comprobaciones, y desde la entrada en vigencia de la nueva ley, realiza más de un millón por día. La tercerización de las verificaciones busca, al menos en teoría, proteger la privacidad de los usuarios y evitar que páginas de contenido adulto accedan directamente a información personal.

Es difícil oponerse a intenciones tan nobles, porque, ¿quién no querría proteger a los niños del porno? Con esta ley, el Reino Unido da un paso inédito entre las democracias occidentales al imponer controles de edad obligatorios en la web. Así, marca un antecedente que podría extenderse a otros países y sienta las bases de un sistema de vigilancia sobre los internautas, con implicaciones preocupantes tanto para adultos como para jóvenes.

En el Reino Unido, hacer clic ya no es prueba suficiente

Ahora, las plataformas deben asumir que los usuarios podrían ser menores de edad hasta que demuestren lo contrario. Esto no solo obliga a los adultos a someterse a controles claramente invasivos para acceder a contenidos perfectamente legales, sino que quienes se niegan a verificar su identidad quedarán excluidos de páginas y servicios que, hasta hace pocos días, podían utilizar con normalidad. Al mismo tiempo, también impide que menores accedan a material inocuo o incluso educativo, solo por estar alojado en plataformas como Reddit o Discord.

En la práctica, la verificación de edad equivale a una comprobación de identidad. Esto significa que los usuarios deben proporcionar datos biométricos o documentación personal, lo que vuelve imposible la navegación anónima. El anonimato -mal que le pese a muchos políticos- es un pilar fundamental para proteger la privacidad, la seguridad y la libertad de expresión en internet, tanto para periodistas y activistas como para ciudadanos que prefieren participar en espacios online sin temor a juicios o represalias.

Por otra parte, las empresas de verificación de edad procesan información altamente sensible, como escaneos faciales, documentos oficiales e información bancaria, lo que las convierte en un objetivo de altísimo valor para organizaciones cibercriminales. Si estos datos fueran vulnerados o filtrados, el riesgo de robo de identidad, estafas y ataques de phishing se multiplicaría, afectando a millones de personas que solo querían ver un video, participar en un foro o publicar su opinión en X.

Death Stranding 2, uno de los juegos utilizados para simular rostros de adultos

Más allá de las buenas intenciones, esta ley corre el riesgo de empeorar el problema que busca resolver. Al verse bloqueados de sitios populares y relativamente seguros, muchos adolescentes podrían terminar recurriendo a rincones aún más turbios de internet, donde las probabilidades de encontrar contenidos más extremos, no regulados o incluso directamente ilegales son considerablemente mayores. Al mismo tiempo, aumenta el riesgo de exposición a malware, estafas y redes de explotación.

Lo primero que intentaron hacer, tanto jóvenes como adultos británicos, fue buscar maneras de eludir las nuevas restricciones. Y la herramienta más utilizada, casi de inmediato, fueron las VPNs (redes privadas virtuales), un servicio que permite ocultar la ubicación real y simular que se navega desde otro país, donde la verificación de edad no es obligatoria. Los datos así lo confirman: justo después de que la ley de verificación de edad entrara en vigor el 25 de julio, 4 de las 5 aplicaciones gratuitas descargadas en la App Store inglesa eran VPNs, mientras que ProtonVPN, uno de los proveedores líderes, reportó un aumento del 1800% de las descargas desde el Reino Unido. El próximo paso del gobierno británico podría ser prohibir las VPNs, aunque eso sería más propio de un régimen dictatorial que de una democracia consolidada.

El reconocimiento facial, engañado con un personaje de un videojuego

Además de las VPNs, ya existen trucos caseros que circulan para burlar la verificación. Por ejemplo, usar el modo foto o las herramientas de personalización de personajes en videojuegos como Garry’s Mod o Death Stranding 2, colocándolos frente a la cámara del dispositivo y simulando las expresiones faciales requeridas para validar la identidad, como abrir y cerrar la boca o girar la cabeza. Así, el sistema de reconocimiento facial fue engañado en segundos, sin necesidad de compartir el rostro real ni aportar ningún documento. Es probable que estos métodos sean corregidos pronto, pero no hace más que poner en evidencia hasta qué punto el ingenio adolescente puede encontrar la forma de burlar los controles más estrictos.

La idea de que para cuidar a los menores es necesario identificar a todos los usuarios se está expandiendo rápidamente a otros países y plataformas. En Australia, a partir de diciembre de 2025 entrará en vigor una ley que prohibirá el acceso de menores de 16 años a las redes sociales y servicios como YouTube, salvo que se cuente con el consentimiento explícito de los padres. Algo similar ocurre en los Estados Unidos, donde estados como Texas, Utah y Florida promulgaron leyes que obligan a las plataformas a verificar la edad de sus usuarios y, en algunos casos, exigir autorización parental para que los menores puedan crear una cuenta. Por su parte, la Unión Europea trabaja en un proyecto piloto para desarrollar una aplicación de verificación de edad que, según prometen, no comprometería la privacidad de los usuarios.

El mensaje que reciben los usuarios británicos de Spotify

Internet no se volvió un lugar peligroso de la noche a la mañana, sino que creció como un reflejo de nuestras propias contradicciones: buscamos interacción, pero también anonimato; privacidad para nosotros, pero transparencia para los otros. Y al mismo tiempo que celebramos la innovación, tememos sus consecuencias. La verificación obligatoria de edad no es más que un nuevo episodio de esta tensión permanente entre libertad y control. La pregunta es si este tipo de leyes nos acercan a una red más segura… o a una internet más controlada, más vigilada, más excluyente. La buena intención no alcanza. Porque si para cuidar a los chicos hay que vigilar a todos, algo estamos haciendo mal.