Aunque el desayuno siempre fue considerado “la comida más importante del día”, hoy los expertos aclaran que no se trata solo de qué se come, sino también de cuándo se come. En este aspecto, la ciencia del metabolismo viene demostrando que el horario puede influir directamente en los niveles de energía, el control del apetito y hasta en el rendimiento mental.
El horario del desayuno
Según distintos nutricionistas y cronobiólogos, la mejor hora para desayunar está entre los 30 y 60 minutos después de despertarse. Ese momento coincide con el aumento natural del cortisol, la hormona que ayuda a activar el cuerpo. Comer algo nutritivo en esa franja ayuda a estabilizar el azúcar en sangre y a evitar los clásicos antojos de media mañana.
En cambio, retrasar demasiado el desayuno (por ejemplo, hasta el mediodía) puede alterar el ritmo circadiano y ralentizar el metabolismo, especialmente si no se practica un ayuno intermitente planificado. “No se trata de comer apenas abrimos los ojos, sino de escuchar al cuerpo, hidratarse y luego incorporar alimentos reales, con proteínas, fibras y algo de grasa saludable”, explican los especialistas.
Para quienes hacen ejercicio temprano, los profesionales recomiendan romper el ayuno después de entrenar, con una comida equilibrada que incluya frutas, avena o pan integral, huevos o yogur. En cambio, si el entrenamiento es más intenso o de larga duración, conviene un pequeño snack antes, como una banana o un puñado de frutos secos.
Sin embargo y apelando a la subjetividad, siempre es recomendable indagar en torno al propio metabolismo y objetivos a partir de la consulta con un profesional de confianza que precisará lo necesario para cada persona.



