El fuerte aumento de la inflación –que, como se informó este miércoles, subió en marzo 6.7% cerrando el primer trimestre con una suba del 16%- anticipa un aumento del nivel de pobreza y además le mete presión a la cotización del dólar que luce retrasada en la comparación de precios con otros productos.

En efecto, la suba de precios impulsará hacia arriba el costo de la Canasta Básica Total (CBT), que es un conjunto de productos y servicios que una familia debe consumir para no ser considerada pobre, que en febrero estuvo $83.807 para una familia tipo luego de haber estado en $78.779 en enero.

Con la suba de febrero, se calcula que la CBT rondará los $90.000 y por ende todas las familias que juntaban en febrero algo más de 80 mil y que en marzo no estén en $90.000 se sumaran al creciente lote de familias pobres. Una pobreza que pauperiza el tejido social con múltiples consecuencias para el futuro del país que exceden lo económico.

Ahora bien: ¿Por qué aumentará la pobreza si ésta bajo en año pasado pese a que también la inflación fue alta? En efecto, la pobreza cedió del 40% de mitad de 2021 al 37% de fin de 2021. Y eso ocurrió por la recuperación del empleo (que fue fuerte hacia final del año pasado) a raíz de la recuperación económica. Pero también porque el aumento de los alimentos fue menor a la suba de la inflación.

Por el contrario, este año el aumento de los alimentos es mayor al de la inflación general. En efecto, en marzo los alimentos subieron 7.1% contra el 6.7% general, pero en el trimestre el alza orilla los 20% contra el 16% del promedio.

La suba de alimentos tiene impacto directo en la pobreza porque cuando menor es el ingreso de las familias más porcentaje se destina a alimentos. De esa forma, pese a que el desempleo sigue en niveles bajos (7%), la pobreza en baja es una foto vieja.

Y hablar de aumento de pobreza supone un problema estructural con alcances que superan lo económico. La pauperización de la sociedad impacta negativamente en todos los ámbitos (culturales, educativos, sanitarios, etc) ya que es un proceso que no tiene fácil salida y sus efectos son de largo plazo.

Y de manera inmediata generan un ambiente de crispación importante, con reclamos cada vez más encendidos por ayuda social y alimentaria. Y es que la inflación también se come el poder adquisitivo de la asistencia. Y ahí se entra en un terreno muy delicado y oscuro para la historia reciente argentina como son los reclamos por alimentos en las grandes ciudades. Un reclamo, que a diferencia del ocurrido con la hiperinflación de finales de los 80, no tenían a los barrios populares tan copadas con actividades narcodelictivias que se pueden montar sobre las legítimas protestas populares por asistencia y comida.

Tensión frente al dólar

Con respecto a la cotización del dólar, la permanencia de la alta inflación genera tanta distorsión en los precios relativos que ahora la presión se concentra en la cotización del dólar, que luce atrasado en $118 a valor oficial frente a la suba de precios, pese a que en las últimas semanas subió unos pesos.

El acuerdo con el FMI, que postergó el pago de vencimientos de deuda, aflojó las tensiones cambiaras, y la brecha entre los dólares paralelos y el oficial bajó del 150% al 60%. Habrá que ver ahora si el entendimiento con el Fondo es capaz de encapsular la tensión cambiaria que provoca la suba del resto de los precios (y costos) de la economía sobre la cotización del billete verde que queda retrasado sacándole competitividad a la producción.

“Qué barato está el dólar”, ironizaban ayer operadores del mercado cambiario haciendo referencia a la cotización del dólar que sube a un ritmo menor que a otros precios. Este miércoles, el dólar cotizo a $192 para la compra y $200 para la venta. A fines de febrero estaba a $207 para la compra y $215 para la venta.

Con todo, el gobierno tiene margen para no subir el dólar sin que se retrase mucho. Es que su valor está todavía por encima del de 2015. Es que si bien en 2021, la cotización del oficial buscó ser un ancla frente a la suba de precios, igual está en un valor similar al que estaba al  inicio del gobierno de Maurico  Macri.

Caros o regalados

La cotización del dólar llama a incorporar otro factor al análisis. ¿Los productos están caros o los salarios están regalados? ¿El problema es el aumento de precios o la pérdida del poder adquisitivo del salario?

En efecto, hasta antes de la invasión rusa a Ucrania (que alteró en todo el mundo precios estratégicos como el gas, el petróleo y los granos) el precio de productos y servicios tuvieron por años una leve variación en moneda dura (como el dólar). La tonelada de carne, leche en polvo o granos que argentina exporta, por caso, tuvieron en dólares movimientos leves, pero contabilizados en pesos hubo fuerte subas.

En efecto, por más que nuestro ingreso en peso. aumente, en los tres últimos años (cuando los salarios dejaron de segur la suba de precios de cerca) el poder de comprar de los salario promedio cayó fuerte. Especialmente si lo que queremos comprar es un kilo de asado, que es vital en la dieta de los argentinos.

Por ejemplo, en abril del año pasado el salario mínimo, vital y móvil era de 21.600 pesos y con él se podían comprar 36 kilos de asado, que valía 604,67 pesos por kilo (5.1 dólar), según el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna.

Pero al comparar con 2019 (porque en 2020 la pandemia altera los números), con un salario mínimo vital y móvil, que era de 14.781 pesos, se podían comprar 63 kilos de asado, que estaba a $235 el kilo (4.7 dólares). En definitiva, mientras que entre 2019 y 2021 el salario mínimo vital y móvil dejó de poder comprar 27 kilos, en dólares la carne subió 50 centavos.  

Esa licuación del poder adquisitivo del peso, y por ende de los salarios argentinos, explica buena parte de la inflación, que no sólo se debe buscar por el lado de los costos de los productos. No en vano, para abril de 2018, antes de que a Mauricio Macri se le descalabrara la economía, el dólar libre cotizaba a $20 pesos. Hoy cotiza a $200, una suba del 1.000%. Pero si se toma el dólar oficial de abril de 2022, que está a $118, la suba ronda el 500%.

Made in Argentina

Que la pérdida del poder adquisitivo del peso explique en buena parte la inflación muestra que las razones del aumento de los precios haya que buscarla en cuestiones nacionales. Pero sin desmerecer el impacto de la guerra en Ucrania.

En efecto, hasta antes del conflicto la inflación no era tema de agenda, pero ahora impactó en todas las latitudes. Por caso, la inflación subió el mes pasado en torno al 100% o más interanual en marzo en países como Brasil, Chile, Uruguay, Paraguay, Colombia y Perú cuando en Argentina lo hizo 36%. La diferencia es que Brasil saltó del 1% al 2% entre marzo del 2022 y marzo del 2021; del 0.5% al 2% en Chile; de 0.5% al 1.5% en Uruguay, y de 0.7% al 1.7% en Colombia, por citar algunos casos.

En cambio, en Argentina el salto fue del 4.9% al 6.7%. En otras palabras, la guerra en Ucrania aumento el descalabro que ya existía en el país. ¿Y cuáles son las causas? “Del 6.7%, el 0.7 es por suba de precios estacionales (educación, indumentaria), el 1.4 es por suba de precios regulados (tarifas) y el 4.4 es por la macroeconomía”, señala el economista Pablo Olivares.

Para colmo, la suba de precios operó en un contexto en el que todavía no operó la suba tarifaria negociada con el FMI. Es más, esta suba de tarifas fue definida ante del impacto en la energía que provocó la guerra, por lo que se descuenta que habrá nuevos incrementos de tarifas. Lo mismo pasa con los combustibles. En definitiva, hay mucha inflación todavía contenida. ¿Las paritarias que se activan ahora servirán para frenar la suba de la pobreza o causará más inflación vía consumo?

Finalmente, la inflación trimestral del 16% hace parecer al 60% anual para fin de año una base muy baja, un nivel que de concretarse dejaría al 2022 como el año de mayor inflación anual desde las hiperinflaciones. 

Frente a este complicado panorama inflacionario, el frente gobernante se debate entre una postura más dialoguista con los sectores formadores de precios (el albertismo) y una más combativa con el sector empresario (el kirchnerismo duro), pero ninguno muestra interés en focalizarse en ordenar el frente fiscal como herramienta para combatir la inflación, una hoja de ruta que sí siguieron los países vecinos que hoy tienen una inflación substancialmente menor a la argentina.