Este martes, la nueva conducción de Newell's Old Boys ofreció una conferencia de prensa en Bella Vista que marcó el pulso de su inicio de gestión. El presidente Ignacio Boero, acompañado por el tesorero Camilo Cristiá, reveló que la deuda heredada supera los 35 millones de dólares. Con un discurso contundente, Boero aseguró que se toparon con una institución “devastada e hipotecada” y confirmó que durante enero se realizará una auditoría contable para investigar presuntos fraudes de la gestión saliente de Ignacio Astore.

Este escenario, aunque impactante por las cifras, no es una novedad en el fútbol argentino ni en la historia reciente del club. Se trata de una práctica que parece de manual: el dirigente entrante expone una crisis terminal para resetear expectativas. En Newell's, este ciclo de "denuncia y auditoría" se ha repetido casi calcado en las últimas dos décadas.

Astore y el “nos quisieron hacer creer que el club estaba ordenado”

 

Astore el día de su victoria electoral. (Alan Monzón/Rosario3) 

Cuando ganó, en septiembre de 2021, el ahora cuestionado Ignacio Astore utilizaba una lógica idéntica al asumir. En aquel entonces, ordenó una auditoría para investigar el período desde 2008 y transparentar un pasivo que inicialmente se reportó en 11,6 millones de dólares.

Astore fue lapidario contra la gestión de Cristian D’Amico –quien completó la gestión de Eduardo Bermúdez–, sentenciando que la supuesta prolijidad económica del club era "una mentira". Entre sus principales reclamos figuraba una deuda posconcursal de 480 millones de pesos de ese entonces y cuotas impagas por terrenos en Bella Vista por más de 2 millones de dólares, lo que obligó a su comisión a refinanciar compromisos urgentes.

Bermúdez y la excepción de la crisis “solo futbolística”

Bermúdez junto a D'Amico y Tiki Martínez. (Alan Monzón/Rosario3)

Un quiebre en esta tendencia se dio en junio de 2016 con la llegada de Eduardo Bermúdez. A diferencia de sus sucesores, Bermúdez —quien venía de participar en la gestión previa de Guillermo Lorente— negó una gravedad institucional extrema.

Para él, la crisis se circunscribía a que "después de la era de Martino se hizo todo mal" en el plano deportivo. Aseguró que los jugadores estaban al día y que Newell's estaba "en marcha", contrastando su situación con el caos que él mismo había gestionado años atrás tras la salida de Eduardo López.

Guillermo Lorente: el fin de la era López y el auxilio judicial

 

 Lorente tuvo dos ciclos al frente del club.

El caso más emblemático de "tierra arrasada" ocurrió en diciembre de 2008, con la vuelta de la democracia plena en el Parque. Al desplazar a Eduardo López, la dirigencia de Guillermo Lorente denunció un desmantelamiento físico y administrativo: "Se llevaron las computadoras y no hay escritorios", reclamó el entonces tesorero Jorge Ricobelli.

La herencia de aquella época fue una deuda de 70 millones de pesos y un pasivo posconcursal que llevó al club a solicitar un plan de salvataje judicial (ley 25.284) para evitar la quiebra. Esa pesada mochila financiera, gestada durante los 14 años de la presidencia de López –fallecido en 2018–, recién se terminó de saldar mediante un fideicomiso en 2021.

 El recuerdo del acto que celebró el fin de la intervención en 2021. (Newell's Old Boys)

Un fenómeno de recambio institucional

Lo que sucede hoy con la gestión de Boero es el reflejo de una dinámica constante en el fútbol profesional. Al asumir, la nueva dirigencia busca legitimar sus futuras dificultades económicas exponiendo las falencias del pasado. Este "manual del recién llegado" permite ganar tiempo político mientras se intenta ordenar una economía que, históricamente en Newell's, ha pasado de auditoría en auditoría sin lograr una estabilidad definitiva.

Boero celebra el triunfo. Tiene por delante serios desafíos institucionales y deportivos. (Alan Monzon/Rosario3)