Este jueves se conoció la noticia del fallecimiento de Pedro Marchetta, ex entrenador de Rosario Central, entre muchos otros clubes, y con sus enseñanzas y recuerdos queda una interminable colección de anécdotas de todos los colores.

Entrañable, divertido y verborrágico. Este personaje inolvidable del fútbol argentino es dueño de cientos de historias particulares y Rosario3 seleccionó diez para el recuerdo. 

Cuando le dio la mano a Perón 


Fue en 1973, cuando Don Pedro trabajaba en Embalse (Córdoba) en la gastronomía de hoteles y lo llamaron para un evento en la Quinta Presidencial de Olivos. “Había que concurrir para premiar a Central, campeón Nacional, y Huracán, del Metropolitano, los campeones de ese año. Ahí le di la mano al general y no me la lavé por años. Caminaba imponente, compadrito. Pero estaba medio achacado y mal acompañado”. 

Amores y humores con el Negro Fontanarrosa


Lo conoció a mediados de los 80, cuando fue a dirigir a Rosario Central. “Me decía Don Pedro y jugábamos al fútbol los miércoles. Sí, jugábamos picados y jugaba de 4. ‘Del 1 al 10, estoy en dos puntos y medio’, me decía. Me presentó a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés, a Les Luthiers. Con ellos tomaba café y discutía. Se fue joven”, contó. 

El niño Marchetta y el guardapolvo


En 1984, Central, que venía de empatar las dos primeras fechas y quería volver a Primera, jugaba ante Atlanta, que también era candidato: “Había que cambiar la suerte y se estilaba cortarse el pelo. Fui a una peluquería y la señora que me atendió me cortó con dos piedras. ‘¿No me podés dejar como antes?’, le pregunté. Ese día arrancaban las clases y yo parecía un niño. El profesor Pedernera, apoyado por los jugadores, me compró un delantal, le hizo poner el escudo de Central, lo firmaron todos los jugadores, lo envolvieron y en la cena me lo entregaron en un paquete que decía: ‘Para el niño Marchetta’. Pero los cagué. Al día siguiente, di la charla con ese delantal. Ganamos y se hizo cábala”.

La duda del Kily González y Vitamina Sánchez


La relación de Marchetta con los pibes de aquel Central de 1994 merece varios capítulos aparte. Previo a un duelo contra el Vélez de Bianchi, Cristian González y Pablo Sánchez le preguntaron qué le podían decir a José Luis Chilavert para sacarlo del partido: “Andaban el Kily y Vitamina, unos hijos de puta bárbaros, que me hacían señas de ‘¿Y a Chilavert qué le decimos?’. Les hablé: ‘Nada, qué le vamos a decir, si Chilavert por un dólar mata a la madre, así que por 100 mata a toda la familia y a nosotros también’. Les ganamos 3-1.

Los colchones de Fossati


El uruguayo Jorge Fossati fue el arquero del equipo Canalla que logró el ascenso a Primera en 1985 y Marchetta, especialmente para bromear en las prácticas, lo agarraba de punto. 

Yo le decía: ‘Vos sos tan malo, que te tiro un colchón al arco y no lo atajás’. Un colchón de dos plazas, eh. Y no de costado, de frente. Se cagaba de risa. En las prácticas jugaba de wing derecho, tenía la voz grave, enseguida los muchachos lo bautizaron “Menotti”, porque se parecía al Flaco. Me invitaba a su pieza a tomar mate y a fumar y charlábamos mucho de fútbol. Pero la del colchón se la decía a mis jugadores en la charla: ‘Patéenle a Fulanito que no ataja ni un colchón de dos plazas de frente’.

López Rega, Isabelita, la cachetada y un arma


Pedro fue un involuntario testigo de un hecho que marcó lo que eran aquellos días turbulentos del gobierno de María Estela Martínez de Perón, en 1975: “Teníamos la concesión gastronómica de la residencia de veraneo presidencial de Chapadmalal. Yo estaba ahí cuando se produjo una situación que nos paralizó: tras un intercambio de palabras, López Rega le pegó una cachetada a la Presidenta e inmediatamente el edecán le apoyó su pistola en la sien. El clima era tremendo y ella calmó los ánimos, pero la situación era increíble”.

Omar Arnaldo Beethoven


Cuando le preguntaban por el Negro Palma, Marchetta se deshacía en elogios para el 10. “Era Beethoven. Jugó hasta los 41 años. Siempre le decía: ‘Tu problema es creer que tus compañeros juegan como vos. No todos juegan bien’. Tenía la costumbre dársela a Falaschi que tenía otras virtudes como el cabezazo y la marca. Cada vez que se la daba, tenía los huevos en la garganta. Y Falaschi, temblaba”, solía contar. 

El Kily y las paredes


El ex técnico de Central relató que el Kily González llamó su atención el primer día de su segundo ciclo en Arroyito: “Tenía 17 años. La pisó y salió entre dos como una flecha. Iba y venía. ‘¿Te animás a hacer eso por plata y con 50 mil personas?’, le pregunté y asintió. El pibe era hincha del club. Un día jugábamos con Estudiantes y no veníamos bien. Vino y me preguntó: ‘¿Con quién tiro paredes, Pedro?’. No hay problemas, el cinco de Estudiantes, Pighín, te las devuelve a todas, fue lo que le contesté”.

El by pass con nombre y apellido


En 1992, dirigiendo a Platense, sufrió un problema cardíaco: “Estábamos en un entrenamiento y empecé a no sentirme bien. No dije nada y viajé a Córdoba a ver a mi médico. En cuanto me vio, me metió en un quirófano y me hizo dos by pass, a los que yo bauticé Erbín e Irusta, por el defensor y el arquero que tenía y me hacían sufrir como loco. Se abrazaban cuando venían los contrarios al grito de ¡ahí vienen! Los quiero a los dos con el alma, pero fueron responsables del problema cardíaco.

Lo salvó la Mona Jiménez


Apuntado durante la dictadura en 1976, donde incluso pasó seis meses detenido, Don Pedro recordó que le habían quitado la concesión de un local gastronómico en Embalse y que no tenía plata para pagarle los meses de sueldo atrasados a los empleados. Hasta que apareció la Mona Jiménez: “Conmigo tuvo un gesto enorme y lo amo. Cuando se enteró, suspendió todas las funciones que tenía programadas junto a Coquito Ramaló y se fue a actuar a Embalse para darme una mano. Fue el 21 de septiembre de 1976. Estuvo desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la mañana. ¡Cantó 134 temas! El baile se hizo en el salón de una hostería que yo administraba, “La Cabaña del Tío Tom” y pasaron por el lugar, en 24 horas, cerca de diez mil personas. Con esa recaudación les pagué a los empleados”