Un día le llegó un mensaje de un hombre al chat de Facebook. Los ojos de la niña de 14 años se abrieron un poco más. Pestañeó más rápido. Del otro lado, palabras amigables e insistentes y una invitación para que sean amigos, ¿por qué no? Se trataba de un amigo de su papá, es decir, un tipo grande que incluso podría cruzarse en las calles anchas de esa pequeña localidad de la provincia de Santa Fe.

A fin de resguardar a las víctimas implicadas en este caso y teniendo en cuenta que existe una causa judicial en curso, Rosario3 preservará nombres y localizaciones. Da lo mismo. El acoso y abuso sexual a través de redes sociales y teléfono celular, ocurre en todos lados y cualquier niño, niña o adolescente puede caer en esta trampa feroz.

Daniel supo que su hija estaba siendo acosada a través de Facebook hace dos años atrás, cuando la nena le mostró los mensajes que le había mandado un hombre, curiosamente, un ex compañero suyo de la escuela primaria, un tipo común y corriente, un vecino al que solía ver en la calle o encontrar en el club local. “Siempre le dije a mi hija que tuviera cuidado en Facebook con quien agregaba, le decía que le podía mandar una solicitud un menor y podría ser un mayor con otras intenciones. Muchas veces peleábamos”, recordó.

La advertencia dio su fruto: “Un día mi hija me dice «Papi te tengo que contar algo. ¿Vos conoces a tal persona con nombre y apellido?» Me preguntó si iba a la escuela conmigo y me dijo que le mandaba mensajes por privado. Me fijé en el muro y tenía todos los datos origínales, era amigo mío también. Mi hija me contó que le escribió «Me parece raro que me escribas porque sos grande y no puedo mandarte fotos mías porque soy una chica». El tipo le puso: «Haría cualquier cosa porque me mandes una foto tuya». Le dijo que sabía que era mi hija y le preguntó si ya había tenido una experiencia sexual”, precisó sobre el momento en que comenzaría un capítulo inimaginable en su vida.

“Quería ir y agarrarlo del cogote”, admitió sobre su primera reacción. La nena había bloqueado al acosador y no sabía bien qué próximo paso dar. Fue entonces que una amiga que estaba al tanto, lo instó a hacer la denuncia basándose en un interrogante perturbador: ¿Y si su nena no era la única que este hombre contactaba de esta forma inapropiada?

Esa misma noche, Daniel y su hija fueron a la comisaría con las capturas de pantalla como prueba. Irían 6 veces más por el mismo asunto pero aquella vez, la primera, fue cuando este padre tejió una estrategia para capturar al hombre que pretendía corromper a su hija: se haría pasar por la adolescente para acorralarlo y desenmascarlo. Después, fue a la Fiscalía local y también denunció al ex compañero de escuela. Los días pasaron y siguió insistiendo con mensajes amistosos. “Le decía que sabía adonde vivía y le preguntaba qué estaba haciendo pero no le contestábamos. Un día le respondí que estaba acostada con mi hermanito y me pidió una foto. Le puse que no y me dijo «cuando quieras venir a tomar mate a mi casa, te invito». Ahí mismo le mandé las capturas a la fiscal interviente y lo detuvieron”, continuó.

Fue liberado ya que el grooming tiene una pena de 4 años de prisón y a pesar de que le impusieron una orden de restricción, el acosador seguía escribiéndole a la chica: “«Vos me denunciaste, ¿qué pasó?»”, le decía y mi hija tenía mucho miedo porque además el tipo vive a una cuadra de sus abuelos”, advirtió. Mientras tanto, papá e hija decidieron contar lo que estaba pasando en la comunidad para, de algún modo, sentirse más seguros.

Dos meses después, de la investigación sobre el acosador –la Fiscalía tenía en la mira a este hombre por varias situaciones de grooming y abuso sexual– Daniel supo de un abuso sexual contra una menor y al mismo tiempo, de otra jovencita quien junto a su mamá lo denunciaron por grooming. “Un día me llaman de la Fiscalía, tenían una orden de detención por un abuso a una chica a la que contactó haciéndose pasar por menor de edad. Se había hecho su amigo, la convenció para que le mandara fotos y después la empezó a amenazar con mostrarlas si no iba a la casa. La nena fue entre sus 14 y 15 años unas tres veces por semana”, detalló conmovido todavía por la impresión que le causó saber que ese hombre que estaba del otro lado de la pantalla era capaz de todo. “Mi hija tenía miedo y vergüenza, pero yo siempre le agradecí por haberme contado. A mi hija no le pasó lo mismo porque confió en mí. Quedó en el grooming porque le pusimos un límite”, observó.

Actualmente, este hombre está detenido, imputado de grooming en dos hechos y abuso sexual con acceso carnal agravado por su duración en el tiempo y por mediar un grave daño en la salud mental de la víctima y desobediencia judicial. Se espera que en breve sea juzgado.

La vida sigue en la ciudad, pero tanto la hija de Daniel como las otras víctimas se sienten miedosas e intranquilas. Para este padre que emprendió una verdadera cruzada contra el grooming pudo aprender mucho sobre este delito: “Una vez que lo metieron preso, aparecieron más casos, muchas chicas se animaron a hablar. Se empezó a hablar al respecto en los medios de comunicación locales y en las escuelas. Este tipo tenía cierta confianza con mi familia, nunca te ibas a imaginar que pudiera hacer algo así, por eso siempre que puedo digo que los chicos y los padres hablen de esto, que los chicos les cuenten y que los padres no los culpen. Confíen en sus hijos y hagan la denuncia, las veces que sea necesario”, concluyó.