La Real Academia Española define a la soledad como la “carencia voluntaria o involuntaria de compañía" que tiene matices, intensidades y variaciones. A veces se elige y otras tantas, es el souvenir de la vida. Este último tipo de soledad es el que despertó las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) quien advirtió que se trata de un problema de salud pública: cada año mueren en el mundo más de 800 mil hombres y mujeres sin nadie a su alrededor o a consecuencia de vínculos sociales deshilachados. 

En la actualidad, la hiperconectividad permite estar en línea o disponible casi las 24 horas del día. Se puede enviar la ubicación, contar la distancia entre dos personas, el ritmo cardíaco, se ve y escucha al mismo tiempo a un otro desde donde sea que esté. Tan es así que el famoso “después paso un rato”, se convirtió en “después te llamo”. La presencia del presente tiende a ser efímera y virtual. Pero la población que no se adapta a las nuevas tecnologías queda excluida de esa forma moderna de relacionarse y se las rebusca para absorber un poco de contacto humano en la escasez de posibilidades que los rodea, en ese mundillo donde la pantalla también existe, pero no es la protagonista: la visita al médico, la misa de los domingos, la compra en el almacén del barrio. 

 

“Unos instantes de conversación distraída

con el querido Arnold Miner,

cuando viene a sacar la basura,

pueden calmar una tormenta interior.

Pero la tormenta, por dolorosa que sea,

podría contener algo de verdad”.

 

Diario de una soledad - May Sarton

 

Es justamente ese sector de la población el más afectado por las soledades en todo el mundo. En Argentina, se estima que el 20% de la población de adultos mayores se siente sola. Ese lugar que habitaron durante décadas es hoy tierra árida. Y si bien no hay síntomas visibles como un resfrío, tener fiebre o tos, que den señales de estar sufriendo de soledad, las consecuencias impactan en el cuerpo. Los silencios, las ausencias de risas, de preguntas, de miradas, todo el tiempo que ya pasó, todos esos amores que no están o nunca estuvieron, se hacen sentir: aumenta el riesgo de demencia en un 50%, el riesgo de infarto o enfermedades cardiovasculares en un 30%, y el de muerte prematura en un 25%. 

"Se había marchado sin dejar ningún rastro"

 

En 1982 el escritor Paul Auster publicó “La invención de la soledad” donde narra la sensación de vacío que sintió tras la inesperada muerte de su padre, pero no por la pérdida en sí, sino porque ese hombre que él amaba a su manera “se había marchado sin dejar ningún rastro”. Una frase que resume lo que ocurrió años más tarde en Chiba (Japón), donde un hombre falleció en su casa y la sociedad se enteró tres años después cuando el Estado intervino porque su cuenta bancaria se había quedado sin dinero para el alquiler y los servicios. Ese hallazgo de huesos puso en debate público al kodokushi, que en japonés quiere decir “muerte solitaria” y del que comenzaron a tener registros en 1970 pero que en los últimos años se incrementó tanto que la denominan “epidemia silenciosa”. 

Tratan de evitar la tragedia con inversión en sensores, campañas de concientización y hasta visitas domiciliarias pero las muertes de solos y solas -sin que nadie lo distinga en días, semanas, meses o años- se incrementan y son más de 50 mil anuales, lo que posibilitó un negocio oscuro, pero necesario: empresas que se encargan de limpiar departamentos de inquilinos fantasmas. 

“Era un hombre que no se metía con nadie, siempre iba solo, saludaba. Iba a la suya. Cuando dejamos de verlo, pensamos que estaba en una residencia”, le dijo Rafael al Diario El País en octubre de este año, cuando bomberos descubrieron que en un departamento del sexto piso en el barrio de la Fuensanta en Valencia, Antonio Famoso llevaba 15 años muerto. Entre palomas cadavéricas e insectos, estaban los huesos momificados de ese vecino que nadie vio ni buscó. Lo encontraron porque la persona que vive un piso más abajo denunció una filtración en el techo y el agua venía de ese departamento al que llamaban y no tenían respuesta. 

 

¿Son las grandes ciudades fábricas de solos y solas?

 

 

Según el último censo del Indec, el 8,7% de la población de Argentina habita hogares unipersonales. Es decir que, uno de cada cuatro argentinos vive solo y se trata en su mayoría de personas mayores de 65 años. Además, los hogares donde las personas no conviven con nadie pasaron de ser 12,2% en 2001 a 24,8% en 2022. De 1,3 millones de argentinos a 3,7 millones. El 36% de quienes viven solos y solas lo hacen en departamentos. 

Y si bien no se puede medir la soledad en sí misma, las estadísticas de adultos mayores que no eligieron terminar viviendo sin otros, preocupa al mundo. Tan es así que el arquitecto y escritor Pedro Torrijos se preguntó cuánto tiene que ver la construcción de las ciudades en el avance de este problema. “A los arquitectos nos gusta pensar que nuestros edificios siempre contribuyen al bienestar de sus usuarios en particular y de la sociedad en general. Creemos que la gente no sufre por nuestra culpa. Y así lo intentamos. Pero no siempre funciona. A veces es un defecto de la pieza arquitectónica en sí pero, en el caso de la soledad, el causante de que exista una arquitectura proclive a la epidemia es el villano principal de la civilización contemporánea, el monstruo invisible que lo rodea todo y lo modela todo: la cultura del miedo”, señaló el español que basa su tesis en querer defender tanto lo propio que el ser humano termina alejándose del resto. 

A raíz de eso, usa el término “urbanización muralla” para explicar que los edificios modernos se presentan con pileta, jardines, patios, gimnasios y hasta salas de juegos, invitando al usuario a cuestionarse el salir y recortando su asistencia al Club, a la Plaza o al Parque. 

No habla de la urbanización en sí como factor determinante en la soledad de las personas, pero sí de ella como facilitadora porque “hay quien vive plácidamente en su chalé compartiendo barbacoas con los vecinos y siendo una persona saludable y feliz, pero también hay quien ha caído en el engaño de la jaula de oro. Cuanto más se considera a la casa —o a la urbanización— como un santuario inexpugnable, más solo se está”. 

La soledad se instaló en la agenda sanitaria global y los países comenzaron a crear Ministerios y Observatorios con propuestas integradoras de todo tipo que a veces logran el objetivo. Lo cierto, es que con vista al río en un piso doce o en una casa de tres habitaciones con patio y césped recién cortado, la gente se queda sin gente y los hogares se vuelven desiertos con buena señal de wifi.