Durante los últimos días circularon en redes sociales imágenes, audios y videos donde puede percibirse el maltrato que una madre ejerce sobre su hija. Rápidamente, la publicación se viralizó.
La joven rosarina es Laia Gorfinkel, tiene 22 años y es hija única. La última semana decidió romper el silencio después de años de insultos y agresiones físicas. Los actos de violencia aumentaron en el último tiempo, tal así que debió irse de su casa donde convivía junto a su madre.
"Quiero denunciar públicamente mi situación, desde el 2011 vengo sufriendo maltrato físico, psicológico, y además manipulaciones económicas por parte de mi progenitora. Incluso difamaciones en contra mi persona vía redes sociales, no tengo familia alguna más que ella...", así comienza el posteo que realizó Laia junto a pruebas visibles que demuestran la violencia.
En uno de los audios publicados, se menciona a la gatita de la joven. La madre no quería devolvérsela y amenazaba con dañar al animal. Para tranquilidad de los usuarios, Laia cuenta que recuperó su mascota y viven juntas.
"Mi papá falleció en 2011 y desde entonces mi única familia es ella. Ahí comenzó a tener conmigo actos de violencia", cuenta la joven a Rosario3. El vínculo comenzó a ser agresivo. Laia abandonó su casa, luego de un tiempo regresó con la ilusión de que algo haya cambiado. Pero no ocurrió.
Por ese motivo se fue a vivir a un departamento que su madre tenía desocupado. Hace unos días al llegar al lugar le había cambiado la cerradura. "Estuve dos días viviendo de unas amigas, cuando vine a buscar mis cosas me empezó a pegar y a morder. Están los vecinos de testigos", cuenta.
La joven tuvo miedo y no es para menos. Tomó la medida de internarla involuntariamente, una solución que no perduró. En la actualidad rige una medida perimetral: la mujer no puede acercarse a Laia, aunque las manipulaciones continúan.
"Desde que tengo memoria me odia. Me quiere ver muerta. Nunca supe por qué. Pensaba que como me ayudaba económicamente tenía el derecho de denigrarme". Laia cuenta también que, después de visibilizar su situación, muchos jóvenes se acercaron para manifestar que pasan por lo mismo. "La idea es que nos animemos hablar, la violencia no se justifica con nada", afirma.
Laia cuenta que lloró muchos años en silencio, que hoy tiene miedo de que su progenitora le haga más daño de lo ya realizado porque vale aclarar que a pesar de los repetidos ataques violentos continúa sin un tratamiento de salud mental, y repite que está sola. Eso implica que económicamente no tiene quien la ayude. Es estudiante y busca un trabajo para comenzar a independizarse y no tener más nada que ver con quien la trajo al mundo.
Cabe mencionar que según el Estado, la violencia intrafamiliar es entendida como toda acción u omisión cometida por algún miembro de la familia en relación de poder, sin importar el espacio físico donde ocurra, que perjudique el bienestar, la integridad física, psicológica o la libertad y el derecho al pleno desarrollo de otro miembro de la familia.
Quedan comprendidas dentro de ella las violencias física, sexual, psicológica y económica, sea que se presenten de manera conjunta o no. La violencia económica incluye también la negación a cubrir necesidades alimentarias para los hijos o gastos básicos para la supervivencia del núcleo familiar conviviente, así como el control de gastos o ingresos.
Por otro lado, hay dos cuestiones que deben ser mencionadas: los agujeros que padece la Ley de Salud Mental y la urgencia de romper con el romanticismo de la maternidad.



