“Estimada familia: A partir de este año, elegimos a quienes serán los portadores de la insignia institucional. Creemos que esas personas son las portadoras de valores como la tolerancia, el respeto, la perseverancia y el don de gente, todos ellos ligados al perfil institucional. La alumna Aixa Mac Lean cumple con el perfil de alumno que buscamos en esta escuela y es por ello que ha sido elegida Primera Escolta de la bandera de la escuela”, rezaba la nota que recibió la familia y que avisaba que todos los valores de Aixa eran reconocidos, también con la bandera, desde su colegio.

Aixa feliz en su graduación del secundario. 

“Fue muy emocionante. Era lo que yo quise ser durante mucho tiempo en la escuela y me pareció hermoso. Siempre soñé ser abanderada y por fin lo logré, y eso tiene que ver con mis logros”, afirma Aixa a Rosario3. Visiblemente conmovida, recuerda que cuando leyó la nota se sintió “muy feliz, orgullosa y con una alegría tremenda”.

 Aixa terminó el secundario en el Colegio del Sur (Regimiento 11 al 1100) después de dos años de pandemia entre virtualidad, burbujas y el retorno a la presencialidad. Reconoce que la imposibilidad de concurrir a la escuela le trajo “mucha angustia y miedo de no volver a ver a mis compañeros y profesores”, pero que el retorno al aula fue pura felicidad. “Fue increíble cuando volví a la escuela después de tanto tiempo, estaba tan feliz de hacer todas las cosas que a mí me gustan: estudiar, estar con mis compañeros”, afirma. Aunque a muchos les resulta antipática, su materia preferida era matemáticas, “porque me gustan las sumas y todo eso, aunque a mi mamá nunca le gustó” dice pícara entre risas. 

Una historia de lucha y trabajo incesante

El camino de Aixa no fue fácil, estuvo y está sostenido y contenido por su familia y amigos. A los seis meses le detectaron un retraso psicomotriz, una enfermedad congénita, indetectable, no frecuente y con futuro incierto. Ahí comenzó una carrera contrarreloj que incluyó la visita a diez médicos especialistas para lograr un diagnóstico certero que les permitiera saber qué iba a poder hacer y qué no.

Nadie podía asegurar si ella iba a lograr sostenerse, pararse, hablar o aprender. Todo iba a depender de su trabajo y cómo podía responder. Todo era incertidumbre. Inmediatamente, su neurólogo Pedro Cachia le recomendó que comenzara el jardín maternal, ya que le brindaría la posibilidad de aprender por imitación. A los siete meses comenzó con rehabilitación en la pileta, terapia ocupacional y kinesiología. Con el tiempo se sumaron fonoaudiología, equitación, natación y terapia, un esquema arduo y agotador, pero que rindió sus frutos.

Aixa beba con su mamá Florencia en la rehabilitación.

“A los 2 años comenzó a pararse en la pileta. Ocho meses después se paraba agarrada de la mesa. Un día nos dijo: «Yo voy a caminar, ahora» y dió dos pasos”, recuerda emocionada su mamá Florencia Calvo. Y así, cada día fue sumando más pasos, y demostró que podía avanzar y lograr, con mucho trabajo, contención y amor, todo lo que se iba proponiendo. Ella logró derribar lo inimaginable.

La elección de sus escuelas, después de mucho debate y consulta, fue siempre la de instituciones que aceptaran la integración y no la educación especial. La premisa era que ella pudiera interactuar con el mundo y relacionarse, más allá de la discapacidad. Durante la primaria tuvo maestra acompañante, y en el secundario, al no estar permitida esa opción, contaba con apoyo extra escolar.

Axia y su papá en la fiesta de graduación.

Su mayor logro: la amistad

Aixa está sentada en la cabecera de la mesa de su casa en zona sur, dice que estaba ansiosa y feliz por hacer la nota, por poder contar su historia. ¿Cuál es tu mayor logro?, pregunta Rosario3. La joven de 19 años piensa, revolea sus ojos celestes, se acomoda el pelo, respira y afirma con una claridad implacable: “Cuando empecé a hacer amigos me costaba un montón, me costaba relacionarme y después pude hacerlo. Me daba un poquito de vergüenza que sepan sobre mi discapacidad. ¿Por qué? No lo sé, la verdad que no lo sé, pero mis amigos me ayudaron a entender, y pude”.

Con su amiga Milagros en la fiesta de graduación. 

Y así Aixa fue generando vínculos en cada uno de los lugares por donde pasó. No es muy difícil saber, al escucharla, que su personalidad y dulzura, dejan marcas. Asegura que sus amigas la ayudaron a avanzar y alcanzar sus metas: Milagros, a quien conoció en el primer colegio al que fue y estuvo presente en su fiesta de graduación; Iara y Abril con quienes cursó la primaria en el colegio Amanece, y Ema “que es mi mejor amiga”, a quien conoció en el jardín maternal y con quien hoy comparte las tardes en la colonia del Sindicato de Prensa, entre juegos, natación y partidos de softball.

A los 14 años la joven entró en contacto con Applir (Asociación Padres Por La Igualdad Rosario), un espacio que fomenta la igualdad para jóvenes con discapacidad intelectual, que cuenta con espacios de socialización, recreación y formación para el trabajo, con el objetivo de concientizar a la sociedad sobre las formas de relacionarse con los jóvenes con discapacidad. Allí hace folclore y concurre al taller de música. Asegura que el espacio la hace feliz y que disfruta cada actividad: “Estar y compartir con chicos con discapacidad como yo me pareció genial, estar con ellos me encantó”, sostiene.

Y en ese mismo lugar conoció a Román, quien hoy es su novio. Aixa pide mandarle un mensaje especial. Mira el grabador que está sobre la mesa y con una sonrisa que le ocupa todo el rostro dice: “Te quiero decir que te quiero mucho, fuiste el mejor novio”. Asegura que el joven es cariñoso, y que cuando ella estuvo enferma “se preocupó por mí, me llamó, hicimos videollamadas y me sentí acompañada”.

Román y Aixa.

La inclusión como bandera

Aixa habla de su discapacidad con libertad, consciente de lo que implica y significa, y lleva la bandera de lucha contra la discriminación en cada una de sus palabras. “Estoy muy orgullosa de tener una discapacidad, porque me enorgullece a mí un montón, porque estoy muy feliz de tener una discapacidad y saber que puedo lograr muchas cosas”, dice con firmeza.

Aixa toma aire e impulso pone las manos sobre la mesa y levanta el tono de voz con ímpetu, como si estuviera dando un discurso: “La discriminación nunca más, nunca más, se acabó la discriminación para los chicos con discapacidad y para los chicos que no tienen discapacidad, se acabó para todo el mundo. No tiene que existir nunca más porque está muy mal. No está bien que discriminen a nadie porque discriminar hace triste a todas las personas que están con discapacidad, los pone muy tristes a todos”.

Cuenta que con sus compañeros del colegio (del que ya extraña a los chicos, profesores y directoras) la discriminación era un tema de charla frecuente y asegura que tiene la esperanza que “se va a solucionar de a poco”.

Feliz con su diploma de graduación. 

Siempre para adelante

A Aixa se le ilumina el rostro cuando piensa en el futuro y habla más rápido, como para poder contar todo lo que sueña hacer, como si necesitara que no se le olvidara nada de todo lo que sueña. “Me encantaría ser cantante, porque me gusta mucho cantar, siempre canto sola y siento que es lo que yo quiero ser de grande. Quiero estudiar canto y aprender a tocar la guitarra. También voy a seguir yendo a la Musto (Escuela Municipal de Artes Plásticas) a hacer cerámica, grabado y dibujo. También me gustaría aprender actuación, y actuar en algún lugar”, asegura.

A la joven le gusta la música clásica, la que escucha “para dormir, porque eso me tranquiliza y duermo toda la noche”, Abel Pintos, la canaria Rosana y la puertorriqueña Kany Garcia. Dice que sueña “con cantar y con un mundo sin discriminación" y concluye: "Esos serían algunos de mis sueños”. 

Aixa con su mamá, tía y primos el día de su graduación.