“Mi sueño es llegar a primera división y jugar un Mundial con la selección argentina”. Esa frase, que a los futboleros nos remite a un Diego en blanco y negro, jugando a la pelota inocentemente en un polvoriento potrero de Fiorito, es el combustible de miles de pibitos argentinos que juegan al fútbol porque les gusta, pero también porque quieren quedar en la historia.

“Llegar” es poder alguna vez jugar con los mejores, pero también es trascender. Como lo hicieron los campeones del ’78, los del ’86 y recientemente los de 2022. Y para llegar y trascender, además de contar con el talento necesario, hay que recorrer un camino de mucho sacrificio para el que no todos están preparados ni dispuestos.

“Mi sueño es llegar a primera división y jugar un Mundial con la selección argentina”, dice muy seguro Juan Cruz Bautista Bejarano, un niño rosarino de apenas 12 años de edad que juega para el Barcelona FC, el mismo club que arropó los sueños de Leo Messi y que desde junio de 2022 le ofreció sumarse a sus filas para transitar la senda de la formación deportiva y personal.

Un viaje que lo cambió todo

Hace dos años, Pedro Bejarano y su esposa Laura López decidieron radicarse en Mataró, un municipio catalán casi pegado a la gran Barcelona. Este kinesiólogo que supo jugar el fútbol en Villa Dálmine, en la Primera C de nuestro país, se radicó en España con su compañera de vida y a sus tres hijos (Patricio de 16 años, Juan Cruz de 12 y Francisco de 9) en pos de construir un futuro mejor.

Juan Cruz Bejarano jugó en Sarmiento, Estrella y Leones de Rosario

“Yo soy  fisioterapeuta, como dicen acá, y conocía gente en este pueblo que me dio trabajo. Pero la verdad es que cuando vinimos no sabíamos que Juan Cruz iba a terminar jugando en el Barcelona: lo vinieron a buscar porque le vieron algo”, dice orgulloso su papá en AM/PM por Radio 2.

Juan es el más futbolero de los tres hermanos y ni bien arribaron a Europa, buscaron un club en el que pudiera seguir jugando tal como lo hacía en Rosario. Acá se había iniciado en el baby de Sarmiento, que disputa los torneos de la Asociación Rosarina; luego pasó por Estrella (Liga Ardyti) y también por Leones, en el que ya había empezado a caminar la cancha de once. En España se afilió al Esportiu Mataró Escola de Futbol.

“Juan Cruz empezó a jugar en un club grande de barrio de Mataró y se ve que al tiempo, el Barsa lo empezó a seguir. También me enteré de que lo habían apuntado de otros equipos. Finalmente, en junio del año pasado me llamaron y me dijeron que lo querían fichar”, añadió.

De ese modo, Juan Cruz Bejarano se sumó a Lionel Messi, Mauro Icardi y Maxi Rolón en la lista de rosarinos que han tenido (tienen) el privilegio de educarse en La Masía, quizás la “fábrica” de futbolistas con mejor reputación en todo el mundo.

Cosas de Riquelme

Consultado sobre su puesto en la cancha, Juan Cruz se define como un “volante que puede jugar por ambos costados o de 5”. Admite que le gusta más “ir por izquierda y ser ofensivo” y que sus técnicos le piden que patee seguido al arco.

“Quizás está mal que yo hable de él porque soy su papá, pero como ustedes me preguntan a qué jugador es parecido, diría que tiene cosas de Riquelme con una dinámica moderna que se la están puliendo acá”, dice Pedro.

Durante esta temporada juega en la división Infantil B, “que allá en Argentina sería la novena”, aporta Juan Cruz. Su papá agrega que es la primera categoría en pisar la cancha grande y que les toca jugar contra chicos que tienen un año más, lo que se transforma en una exigencia aún mayor.

“Acá se corre más y se juega más rápido que en Rosario. Como las canchas allá son de tierra y pasto, el fútbol es más lento pero se desarrolla más la técnica. Acá a veces hasta jugar a dos toques es innecesario: los técnicos te piden que juegues a uno”, contó el pequeño crack.

Una rutina de esfuerzo

Jugar en Barcelona tiene cosas hermosas, pero también altas exigencias. Juan Cruz contó que entrena lunes, martes y jueves y que llega muy tarde a su casa. “Me levanto a las 7 y hasta las 15 voy al cole. Vuelvo, como algo, me preparo y me pasa a buscar el transporte: llegamos a las 18 al club, nos dan la ropa, tenemos charlas y miramos videos y después a entrenar. Nos vamos a bañar y nos pasa a buscar otra vez el transporte. Mi familia me espera con la comida a las 10 de la noche”, narró.

También le presta mucha atención a su alimentación: “Me cuido bastante: trato de tomar dos o tres litros de agua por día y comer muchas verduras y frutas”, comentó, aunque remarcó que su vida es la de “un chico normal: cuando tengo tiempo libre voy con mis amigos a jugar a la plaza o a la playa con mis hermanos”.

Juan fue fichado en junio de 2022 y ya jugó torneos en Japón y Dubai.

En estos últimos meses, viajó a Dubai y a Japón a jugar dos torneos internacionales. “En Dubai salimos campeones. Fue hermoso todo: los viajes, los hoteles cinco estrellas”, dijo con ojos asombrados, los mismos que vieron de cerca a Lewandowsky, Rafinha o Ansu Fati, jugadores del primer equipo con los que se cruzó en La Masía.

Pedro tuvo palabras de elogio para el modo en el que Barcelona trabaja con los chicos: “La Masía es como nosotros le llamamos la pensión en Argentina, pero de un nivel de elite, donde los chicos son bien tratados, acompañados, cuidados. Tienen un formación no sólo deportiva sino educativa, y se apunta a formar personas antes que al jugador”.

La familia, la base

A Juan Cruz le gusta Messi, sabe que juega parecido a Riquelme y no es hincha de ningún club de la ciudad: “Soy de River, pero me gusta mucho la hinchada de Boca”, dice con la inocencia y honestidad propias de un pibe de 12 años.

Su familia lo banca y lo acompaña en su anhelo de ser jugador profesional: “Por el ritmo de vida que todos tenemos, y porque a sus otros dos hermanos no les gusta el fútbol, lo tomamos con naturalidad. Nos cuesta mucho cuando se va de viaje porque lo extrañamos, pero mientras él esté bien y disfrute, está perfecto”, dijo papá.

Pedro cuenta que “Juan ya echó raíces en Mataró: tiene sus amiguitos acá, sus hermanos, el grupo familiar”, aunque todavía extrañan Rosario. “Quizás en cuestiones como la seguridad estoy un poco más tranquilo con mis hijos, pero Rosario tiene cosas muy lindas que se extrañan. Yo no podría hablar mal de Rosario, es mi vida”.

Mientras tanto, Juan Cruz traza su camino. Apoyado en su familia, le da forma a su ilusión mientras hace lo que más le gusta. Ahora, en otro lugar en el mundo: a un océano de distancia de las canchas de la Rosarina que lo vieron dar sus primeros pases, sobre el mismo césped en el que un tal Lionel Andrés también dijo que soñaba con llegar a primera y jugar un mundial. Pies a la obra, pibe.