El crimen del policía Leoncio Bermúdez en el hospital Provincial fue perturbador y trazó una línea entre los trabajadores, sobre todo, quienes decidieron cerrar el centro médico en reclamo de condiciones de seguridad. Sin embargo, pese a la contundencia del hecho, no es la primera vez que sucede. En el hospital de Zeballos al 400, fue ejecutado un médico hace 30 años, y por otra parte, otro policía fue ultimado en 2011 en el hospital Carrasco, en medio de un intento de liberación de un interno, circunstancias similares al caso que tuvo lugar esta semana en Rosario.

Según el archivo de La Capital, el 4 de mayo de 1993, alrededor de las 7.40, dos asaltantes armados y con sus caras cubiertas con medias entraron al hospital Provincial por el ingreso sobre calle Alem. A esas dos personas se sumaban otra, que los esperaba para escapar con un botín cercano a los 300.000 pesos, que pagadores del Banco de Santa Fe llevaron al efector para que se abonen los sueldos de los trabajadores de la salud.

Los delincuentes siguieron a los empleados bancarios a una oficina donde se solía efectuar la cancelación de los sueldos. Dentro del efector, un oficial y un suboficial del Cuerpo de Guardia de Infantería enfrentaron a los delincuentes, que abrieron fuego primero e hirieron al médico Roberto García Piatti. Para repeler el ataque, uno de los custodios abrió fuego con una ametralladora y abatió a uno de los ladrones.

Treinta años después, la viuda del médico, Elízabeth, compartió, en diálogo con Radiópolis (Radio 2), el cimbronazo emocional que le ocasionó el crimen del policía en el mismo hospital donde ultimaron a su esposo en 1993. “Fue terrible, me removió todo en la memoria, fue muy violento y pensar en la criatura encerrada en el lugar que también balearon y se salvó no sé cómo”, manifestó la mujer quien, recientemente, se jubiló de su trabajo en el centro de salud al que ingresó tras el desceso de su esposo.

Elízabeth recordó que se enteró por la radio de que habían ingresado ladrones y que se había producido un tiroteo en el interior del Provincia. “Mis suegros salieron corriendo, yo tenía a mis hijos de 8 años y a los mellizos de 5 años, tuve que esperar a mi mamá para moverme e ir al hospital”, señaló y expresó a continuación: “Es terrible la sensación, es como si se te mueve el piso y sos como una hoja”.

García Piatti fue internado y a los 4 días falleció. La persona que lo mató era uno de los uniformados que intentaron frenar a los ladrones, murió hace un par de años, según dijo la viuda. “El caso de mi marido tiene sus cosas. A él lo baleó un policía, fue accidental. Se armó el tole tole, porr policías entonces tenían armas para estadios de fútbol y en una habitación de 4 por 4, no pasó nada más porque Dios no quiso”, observó.

“Fue muy duro, tuve que salir a trabajar. En mayo murió mi marido y en junio entré al hospital. Tuve que dejar a los chicos porque no tenía cómo mantenerlos, me cambió todo de la noche a la mañana”, destacó sobre el shock de la pérdida y los días que le siguieron.

La mujer aseguró que un hecho tan trágico como este es imborrable. “No lo olvidás, aprendés a convivir con el dolor, pero todo detonó el martes”, indicó en relación al caso de Bermúdez, quien también tenía una familia con hijas chiquitas.

Actualmente, una de las hijas del matrimonio se desempeña en el hospital como admnistrativa. “Hay sectores del hospital en que están mucho más expuestos, por ejemplo, la guardia, no hay un control exhaustivo de quiénes entran”, advirtió y concluyó: “El hospital es una ciudad y como en una ciudad, estamos expuestos todos”.

Hospital Carrasco

El 7 de julio de 2001 a las 15.30, dos jóvenes y una chica ingresaron al centro sanitario de Avellaneda y Zeballos. Según los archivos de La Capital, llegaron hasta la puerta de una habitación en la que estaba internado Juan Gómez, por entonces un joven de 27 años que padecía tuberculosis y tenía sida.

Junto con el paciente detenido, que seis días antes había intentado escapar del efector en un incidente en el que terminó amenazando con “matar a quien sea” para lograrlo, estaba su hermana Mariela. El agente Alexis Salguero, un joven de 23 años que siete meses antes había egresado de la escuela de cadetes y prestaba servicio en la comisaría 17ª de Fisherton, vigilaba lo que ocurría en la habitación sentado en una silla ubicada en el pasillo de ese sector.

Los tres delincuentes le gatillaron a Salguero en la nuca, matándolo a quemarropa. Liberaron a todos los que estaban en la habitación y se fugaron. Fueron recapturados y condenados por el homicidio.