El llamado a embanderar los frentes de las casas y departamentos no funcionó. Las calles de Rosario parecen vivir un feriado tranquilo, no muy distinto a otros. El mástil mayor del Monumento sí exhibe la celeste y blanca bien alto. A las 11, cuando el acto formal de las autoridades ya se extinguió, el lugar es un desconcierto. Los chicos juegan con un clásico: los dos cañones. Algunas familias empiezan a llegar y no saben si subir a la explanada o cruzar hacia el río, donde el escenario mayor aún no ofrece un espectáculo.

La ausencia de un desfile que ordene la atención, que haga de transición entre los habituales discursos políticos de la mañana (con poco público, casi a contramano de lo popular) y la fiesta gastronómica, cultural y musical del mediodía y tarde dejó un vacío. No se trata solo del faltazo del presidente Alberto Fernández, autopercibido “el más federal de los porteños” pero que nunca asistió a un 20 de junio en Rosario. El acto patriótico perdió algunos de sus símbolos tradicionales: ya no se pasea la emotiva bandera más larga de Alta en el cielo y los gauchos a caballo no pudieron pasar. Fueron retenidos por la Policía en la bajada de Pellegrini y, justamente, la avenida Manuel Belgrano.

"Sabés lo que nos cuesta comprar una alpargatita a nuestros nenes", resume su dolor el vocero de la Federación Gaucha Santa Fe retenido por el control policial. “Un pueblo que no tiene tradición no tiene raíces", agrega ante las cámaras de El Tres.

Ante la carencia de una columna vertebral, quienes concurren al acto tantean hacia donde ir y el humo de los fogones del Encuentro de Asadores a la Estaca hace de llamador. Hacia allá camina la mayoría. Parece el último refugio del tradicional acto. Los artesanos y vendedores ambulantes desplegaron paños horizontales sobre el camino. Los banners de candidatos en las próximas elecciones son verticales. Unos ofrecen adornos, pulseras, juguetes, gorros y banderas. Los otros, cambio, fuerza, apellidos, alguien serio y otro que puede.

Una comunidad más que una competencia

 

Adrián tiene 50 años y arrancó el día bien temprano, a las 4.30. Pasó a buscar a sus amigos del grupo “Más asado que hockey” (MAQH) que participa hace siete años del encuentro de asadores. Son 17, 18 socios del Club Universitario. A las 7.30 prendieron el fuego y empezaron a dorar la carne montada sobre las estacas. Once costillares de unos diez kilos rodean el fuego generoso. La salmuera riega y dora el manjar para más de cien personas.

“Somos siempre el mismo grupo. No venimos a competir sino a pasar un buen momento”, dice Adrián, quien mira alrededor y cree que nunca vio tanto público en torno al espectáculo. En esta edición se sumó Amparo, de 19 años, la hija de Gustavo que promete continuar la tarea los próximos años.

Alan Monzón/Rosario3

En otro puesto, el concejal e integrante del jurado Marcelo Megna hace las preguntas de rigor para una parte de las evaluaciones. Claves: no se puede prender el fuego con combustible. La salmuera es agua y sal gruesa: nada de hierbas, ajo, laurel o romero que eclipsan el “gusto perfecto del asado”, define el edil y chef.

A las 12, un payador con micrófono grita “Viva la patria” y el coro responde: “Viva”. Queda media hora y se cierra la competencia. Hay representantes de todo el país. Una familia que viene de Formosa o los hermanos de “Argenitalianos” desde Buenos Aires. Sebastián y Coki llegaron ayer desde Mendoza. Son “parrilleros cuyanos y patriotas”, especialistas en ahumados, vienen a compartir secretos y aprender otros. “Para mi es una fecha clave. Los 20 de junio están reservados para venir acá por todo lo que se genera. La experiencia, los amigos que hacemos, mucha gente que conocí acá entre el fuego, es una comunidad”, afirma.

Alan Monzón/Rosario3

De fondo, el cantante no para de tirar centros. “Vamos Moni”, dice en medio del tema “Penumbras” de Sandro. La ex intendenta y prencandidata a la gobernación Mónica Fein no tiene otra alternativa que girar, baila un poco y le devuelve el canto: “Cariiiiicias que brinda el amooor”. El artista intenta lo mismo con Clara García y la aspirante a diputada provincial es más medida, ofrece una sonrisa.

Afuera del perímetro Maximiliano Pullaro, otro postulante para la gobernación, camina a la par con el ex concejal Jorge Boasso. Dos mujeres salen al cruce y los saludan. Un asesor de Pullaro filma la escena con el celular. Se arma una herradura que apunta hacia la cámara atenta.

También en par llegan Juan Monteverde y Eduardo Toniolli, referentes de Ciudad Futura y del Movimiento Evita que unieron fuerzas para buscar la intendencia y la gobernación en una movida audaz y de alianza entre el peronismo local y la fuerza de centro izquierda.

El clima electoral se cuela por todos lados. Otra integrante del jurado es la concejala Caren Tepp, quien revela una clave: llegó en ayuno para cumplir su rol de forma profesional. Entre los puntos que se analizan (punto de cocción, sabor, apariencia y técnica), los dos concejales votan el sabor de 1 a 5 puntos. Otros jurados, cocineros, cortan la carne y evalúan el resto de los ítems.

–Es una manteca –define el cocinero y jurado Lucas Escobar.

–De sabor es un cuatro sobre cinco –califica Tepp, concentrada en su labor.

–Es un 5 pero le voy a poner 4 porque es el primero y hay que ver el resto –complejiza Megna.

Alan Monzón/Rosario3

Ahora vienen los últimos campeones con su ofrenda.

–¿La gente quiere un pedacito? –grita Escobar.

–Síiiii –responden los espectadores del otro lado de la valla pero nadie les llevará carne; deberán comprarla del otro lado.

Riki Rodríguez, otro chef y jurado, prueba el resultado. Mira fijo al capitán del equipo y le estrecha la mano con un gesto de aprobación (serán ellos, @entre_fuegos_asadores, un grupo que mezcla desde docentes a corredores de bolsa, los bicampeones entre 82 competidores).

Ana Isla/Rosario3

Cuando la comitiva llega al grupo “Más asado que hockey” (MAQH), los amigos ya llevan cinco horas de fuego y bebida. “Dale campeón, dale campeón”, le gritan al jurado que llega a su mesada a probar el asado. El lobby no dará resultado pero hay autoconsuelo: "No sé la carne pero somos el mejor stand". Se suma el intendente Pablo Javkin y su comitiva a la celebración. Hay un notable clima festivo, como si la ciudad necesitara una tregua.

En el centro de la ceremonia y junto a la canilla de agua, otro ejemplo de las buenas construcciones que nacen de Rosario pese a la violencia: el busto de jabón de Manuel Belgrano hecho con aceite reciclado por el Programa Espuma sirve para limpiar manos de asadores. “Este Belgrano evita que se contaminen 9.000 litros de agua”, aclara el cartel. Dos gauchos lo miran extrañados mientras cargan agua en una pava.

Alan Monzón/Rosario3

Empanadas TV, “Fuerza Jujuy” y malaria

 

Afuera del perímetro de la principal atracción de este Día de la Bandera, una multitud hace cola para probar algo de asado. En otro corralito debutó este año una competencia de empanadas. Las vallas delimitan unas carpas con cocinas. Parece un set de televisión a cielo abierto.

Una de las mujeres que mira la novedad sostiene un cartel hecho a mano: “Fuerza Jujuy”. En la provincia del norte, en paralelo a este mediodía de celebración en Rosario, estalla una protesta social con represión policial como hacía tiempo no vivía el país.

Ajenos a eso, chicos y chicas juegan con una pelota, parejas pasean a ritmo ultralento con mate, familias se establecen a escuchar el grupo Kimbara en el escenario mayor (el cierre es de Raly Barrionuevo). El sol entibia la tarde fresca. Los pañuelos apuntan al cielo en el Patio de baile donde hay clases de distintos tipos de danzas.

Las largas colas para comprar la comida más cotizada contrastan con la jornada de los vendedores ambulantes que ofrecen elaboraciones más económicas: churros, torta asada, pororó y gaseosas.

Jorge hace ocho años que apuesta al 20 de junio como un buen día de ingresos pero esta vez no salió bien. “Hay muchos vendedores y estamos a día 20, la gente guarda el mango”, intenta explicar. Llegó a las 10, son las 14 y tiene el canasto casi repleto de churros que vende a 1.500 pesos la docena.

“Mucha gente sí pero vendí poquísimo, casi nada”, se suma Rubén. Optimista, Cristian apuesta que más tarde, cuando terminen de comer, sus pastelitos y tortas fritas ganarán terreno.

Facundo y Lucas, dos vendedores de gaseosa, debaten algo similar: no tienen dudas de que hay más personas que el año pasado pero gastan menos.

–El fresco debe ser.

–No, la gente sale pero no tiene un peso, se vienen a gastar lo que no tienen.

“Pochoclos Tatu” es el primer año que se suma pero su titular imaginaba otra cosa. “Flojísima la venta, pero va a remontar”, se da fuerzas.

Beto hace 9 años que desembarca con su torta asada. “Nooo, mucho menos vendimos, el año pasado todo esto era cola”, recuerda y señala donde ahora no hay nadie. En 2022 llevaron mil tortas y a las 15 habían vendido todo. Se quedaron cortos. Este 2023 tienen masa para dos mil elaboraciones. Son las 14.20 y como mucho salieron 500, la mitad del año pasado con el doble de oferta.

“Vinimos ayer para ocupar este lugar y el problema es que somos muchos. Estamos desesperados por vender, es una fecha que esperamos para salvar un poco la cosa pero la gente guarda la plata, la trata de estirar”, intenta explicar. Retira una tanda ya dorada de la parrilla y las acumula en una mesada. Renueva su oferta: “A la toooorta, torta asada”. Se quedará lo que sea necesario. La gente va y viene, algunos recién llegan, para otros la fiesta terminó.