Donde había agua, hay arena. Donde lanchas y veleros, huellas de vehículos y de animales. La bajante del río Paraná se visualiza con mayor claridad en las costas y en los cuaces de agua que se abren del canal principal, como el Paraná viejo.

Ese curso que rodea por atrás a la isla que está frente a Rosario, de norte a sur, está casi seco y De 12 a 14 (El Tres) recorrió este jueves la extrañeza que eso genera, las escenas distópicas que contrastan con los veranos repletos de navegantes y amantes del humedal.

En el Pimpollal, una zona muy visitada por su banco de arena que permite bañarse, la arena ya estaba seca de tanto tiempo sin riacho. "Acá, por lo menos, un metro y medio de agua debería haber", comparó Julián, que vive en la isla y se mueve en lancha.

Y contó: “El padre de un amigo nos contaba que cruzaba el Paraná viejo caminando y no lo creíamos. Ahora es un desierto”.

El navegante comentó que toda la actividad naútica en la zona de islas está muy complicada. “No se puede avanzar o, en todo caso, no hay que amarrar muy firme porque baja 10 centímetros y al otro día no podés sacar le embarcación si estás solo”, describió.

Muchas de las entradas tradicionales, como el embudo, estaban tapadas o sin el agua suficiente para pasar en lancha. La zona del Charigüe parecía más un camino de tierra con charcos que un riacho navegable del humedal.

Sobre la costa de la isla que da al canal o más al norte, en el Paso Destilería, los riesgos son otros: se producen desmoronamientos de las barrancas por la ausencia de contención del agua y también socavones. “Verlo da miedo, impotencia y tristeza”, describió Fabían, un isleño.

El pronóstico, al menos hasta agosto, según adelantan los especialistas, no es favorable. Deviene de la falta de lluvias al norte de la cuenca del Plata desde la primavera de 2019 y los efectos del cambio climático que producen sequías e inundaciones más frecuentes y marcadas.