A menos de un mes de que su negocio de tatuajes y piercing se diera a conocer de la peor manera en los medios, Rubén Suárez –denunciado por una joven de 16 años que a raíz de un piercing tuvo dificultades para hablar y comer– le contó a Rosario3.com que lloró cuando supo que la adolescente desmintió que había pasado por su local para perforarse la lengua.

 

“Fueron días eternos desde que me enteré de la denuncia de la chica. Después, averiguando  un poco supe que ella había pasado por el local para averiguar el precio, pero estaba seguro que no se lo habíamos hecho nosotros”, relató Rubén, que es el titular del comercio Enigma, ubicado en el subsuelo de la antigua galería La Favorita.

 

Aunque al principio temió que su reputación se viera empañada a raíz de esa polémica, Rubén asegura que la afluencia de público no mermó en este tiempo, por el contrario hubo muchos de sus clientes que se acercaron a saludarlo y mostrarle su apoyo. “Soy tatuador desde hace 12 años y profesionalmente trabajo desde hace 10. Lo que me pasó en esta oportunidad nunca me había sucedido antes”, explicó Rubén.

 

Según el tatuador, “aunque el público es bastante heterogéneo y son los grandes los que acuden más, los adolescentes que usan el lugar llegan con sus padres y ahí les cuentan la decisión que tomaron”. “Acá se les explica los riesgos, las medidas de seguridad y se les aconseja empezar por los lugares menos visibles para tatuarse o perforarse ya que los jóvenes muchas veces se arrepienten”, señaló Rubén.

 

El fuerte de Rubén son los tatuajes con un gran perfil artístico y realista. “Personalmente dejo todo en el dibujo, por eso no me gusta hacer cosas pequeñas como lunares o anillos”, indicó a Rosario3.com el titular de Enigma.

 

En este sentido, Rubén asegura que cuando alguien llega a su negocio hay una charla previa que no se hace esperar antes de poner manos a la obra para tallar una imagen en el cuerpo o engarzar un pendiente. “Primero les pregunto que quieren hacerse, porqué, les aconsejo según las dimensiones de su cuerpo que les conviene hacerse y por supuesto no hago tatuajes en la cara. Si los quieren que los busquen en otro lugar”, manifestó.

 

En el medio de una vitrina que encierra una gran variedad de piercings y mezclada con las fotos de los tatuajes que, al decir de Rubén, “son los mejores que hizo”, reluce un cuadrito de la Cruz Roja que habilita al local y a los propietarios a trabajar ya que cumplen con las normas de higiene y conocimientos de salubridad.

 

En la trastienda hay un sillón, casi como los de consultorio odontológico, y un mueble donde se guardan todos los productos descartables para realizar cualquiera de las intervenciones del cuerpo que ahí se hacen. “Muchos son los métodos que se usan pero el que yo prefiero se llama autoclave y que consiste en esterilizar en paquetes cerrados los artículos y el cliente puede constatar que eso es así”, concluyó Rubén.