Es así, el paisaje ribereño ha ido plagándose de diversas navegaciones, que con una frecuencia cada vez mayor que no discrimina las estaciones del año, surcan las aguas marrones de una punta a la otra del horizonte. El río Paraná cobra cada vez más protagonismo en la vida de los rosarinos y de aquellos que llegan a las costas de la ciudad por agua.

Para más datos, el prefecto Juan Daniel Merlo le manifestó a Rosario3.com: “En los últimos dos años creció en un 30 por ciento la navegación de las embarcaciones rey, es decir, de las naves grandes, yates de más de una tonelada. Pero también se nota la circulación de todo tipo de embarcación”, estableció.

La proliferación de barcos de gran porte en el río complica la posibilidad de encontrar un espacio libre en las guarderías, que de acuerdo a los testimonios recogidos “no dan abasto”. Para Ricardo Ayolas, síndico del Club de Velas, aumentó el número de personas que se deciden a agarrar el timón y la demanda de lugares es tal que piensa seriamente en darle forma a un amarradero que estaría ubicado en la orilla entrerriana.

Las embarcaciones menores no se quedan atrás. Kayacs, veleros y gomones –que no deben ser inscriptos- son económicamente accesibles y constituyen la opción de los más jóvenes. Sin embargo, el remo, de a poco, se perfila como una de las opciones más efectivas a la hora de desenchufarse y ejercitarse, y así es que ya no es sorpresa ver a señoras y señores moviendo los brazos para darse paso a las olas.

El río también abrió sus aguas para los emprendedores, sobre todo los que han hecho de la construcción de embarcaciones su oficio. Este es el caso de Gerardo Weir, propietario de un astillero artesanal, que además de incrementar la producción para la venta en la ciudad, tiene el orgullo de contar que sus kayacs acarician olas colombianas, mejicanas y del Ecuador.