Se sabía que, tarde o temprano, iba a ocurrir. Acaso las dificultades en las negociaciones con el campo, de las que había sido borrado por ser autor del error inicial que dio lugar al conflicto, precipitaron los tiempos: Martín Lousteau renunció al Ministerio de Economía.

Sí, el funcionario que apuntaba a joven maravilla del gobierno fue, al fin de cuentas, otra promesa frustrada. Y se convirtió en el fusible de un conflicto que llevó al gobierno a una crisis política de magnitud y consecuencias aún impredecibles.

Lousteau terminó de redactar este jueves a la noche la carta de renuncia e inmediatamente se la llevó a su aliado dentro del gobierno, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Su reemplazante, según trascendió, será el actual titular de la Administración Federal de Ingresos Públicos, Afip, Carlos Fernández.

El traspié que significó el paro agropecuario que sucedió a su diseño de retenciones móviles se convirtió en una piedra demasiado grande en el zapato del joven funcionario, que, pese a ser ministro de Economía, había sido relegado a un lugar en el que prácticamente bordeaba con el ridículo.

Una imagen fue muy clara en los últimos días de esta situación: mientras funcionarios que supuestamente eran sus subordinados, como el secretario de Comercio Guillermo Moreno y el de Agricultura Javier de Urquiza libraban con los dirigentes del agro una pulseada de resultado incierto, él hablaba con la princesa Máxima de Holanda.

No sólo eso, sus sugerencias para bajar la inflación, que incluían bajar el gasto público y frenar subsidios aun a riesgo de enfriar en parte la economía, fue rechazada este mismo jueves por el ex presidente Néstor Kirchner, que dijo que el gobierno seguirá apostando al crecimiento.

La salida de Lousteau fortalece a quien era su rival interno, el polémico Moreno, y al kirchnerismo más duro.

¿Qué puede pasar con la negociación con el campo? Está claro que el diàlogo está en un pantano y que si el gobierno pretende sacarlo del barro –no fue la sensación que dieron los últimos discursos de los Kirchner–  necesita poner otro interlocutor, sin desgaste, para negociar con la dirigencia agropecuaria. Ese papel, más allá de cuál sea la voluntad real del gobierno, no lo podía cumplir el desteñido Lousteau, que no fue capaz de prever lo que iban a generar sus retenciones móviles.

¿Será el futuro ministro de Economía el hombre indicado para cumplir el rol de policía bueno al lado de Moreno para destrabar la negociación con el campo?